Los gobiernos de coalición son la mejor manera de gobernar porque todas las fuerzas aportan a los proyectos en el mismo sentido, y son pocos los gobiernos que obtienen la mayoría absoluta, como fue el caso de Andrés Manuel López Obrador en la elección del 2018, tanto en los diputados y los senadores, aunque en las elecciones intermedias nada más con los diputados, y para los cambios constitucionales necesita de todos.
Y los gobiernos de coalición se forman no nada más con los de la misma ideología sino con todas las corrientes, porque son pocos los que ganan con mayoría absoluta, de modo que se les dificulta gobernar, como le está pasando en el Perú al profesor Pedro Castillo, que le ganó la presidencia a Keiko Fujimori pero por pocos puntos y en una segunda vuelta, de modo que en varias ocasiones no le han aceptado su gabinete al presidente Castillo.
El ex guerrillero que acaba de ganar la presidencia en Colombia, Gustavo Pedro, también en una segunda vuelta, quien pasó de alcalde de Bogotá a presidente, en la segunda o tercera vez que aspiró al cargo, no habló de establecer el socialismo en el país, sino “un nuevo tipo de capitalismo”, ya que su contrincante quien obtuvo una alta votación fue un empresario.
A pesar de la alegría que caracteriza a los colombianos y su amabilidad, es uno de los países más complicados de América Latina, que vivió con una buena parte de su territorio tomado por unas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que tuvieron que ponerse de acuerdo con los narcotraficantes, ya que se trata del país de Pablo Escobar, el legendario personaje que se hizo diputado federal, quien acabó mandando matar al Ministro de Justicia que se burló de Escobar en el congreso, quien acabó llegando a un acuerdo con el gobierno para entregarse, con la condición de que dejaran construir su propia cárcel, donde recibía a los dirigentes de los otros cárteles, que le pagaban una comisión por las rutas que les vendió.
Las FARC tuvieron seis años de pláticas con el gobierno colombiana en Cuba para establecer las condiciones de su incorporación a la política electoral, pero al principio no tuvieron éxito, salvo que uno de sus ex miembros ganó la alcaldía de la capital y ahora es el presidente del país.
En Chile también ganó el izquierdista… con una coalición de la que formó parte uno de los pocos partidos comunistas modernos y democráticos del mundo del que formó parte una joven de nombre Camila Vallejo, que hoy forma parte de un gobierno con más de la mitad de mujeres.
En Ecuador pasó algo que se quería por parte de la derecha, para los dos países que acabo de mencionar. Con todo y que la izquierda compitió dividida, por mucho ganó un izquierdista, y un empate en el segundo lugar entre un líder indígena y un banquero, finalmente quedó en manos del banquero Guillermo Lasso, quién en la segunda vuelta ganó la presidencia, porque las dos izquierdas no se reconciliaron. Pero casi no ha podido gobernar. Ha tenido que recurrir a decretar estados de sitio, llamados también de excepción.
En Bolivia gobierna un izquierdista, Luis Arce Catacora del Movimiento al Socialismo, después de un episodio digno de contarse, que vivió uno de los líderes que más contribuyó a la transformación de ese país, es decir Evo Morales. Después de gobernar durante tres periodos de cuatro años, se hizo una consulta nacional para ver si el país estaba de acuerdo en que volviera a ser candidato, y ganó la postura de que ya no se lanzara.
Pero Evo no hizo caso y supuestamente ganó las elecciones, de seguro con una diferencia menor a las otras ocasiones. La oposición no aceptó las elecciones y sucedió lo que el MAS llamó “un golpe de estado”; entró una presidenta interina y Evo se vino a México, luego a Argentina -que tiene muchos Bolivarianos viviendo en ese país -; como a los dos años se volvieron a realizar las elecciones que ganó el candidato de Movimiento al Socialismo, y la que fue presidenta interina está en la cárcel por haber ocupado el cargo de un “golpe de estado”. Evo Morales se anda pareciendo más a Daniel Ortega que a Pepe Mujica.
Queda el caso de Brasil, el país más grande de Latinoamérica que fue gobernado por Luiz Inácio Lula da Silva en el 2003 y fue reelecto en el 2007, para entrar en el 2011 Dilma Rousseff, que se iba también a reelegir en el 2014 cayó por jugarretas jurídicas, y entró Jair Bolsonaro, el Donald Trump de Brasil, y ahora veinte años después puede que vuelva a ganar la presidencia Lula.