Acostumbrado a ganar en cada competencia desde que era un adolescente se alistaba para una más, con la obligada meta de conseguir un lugar en el podium. Ahora el desafío era mayor porque la modalidad de parejas mixtas lo ameritaba, sumado a la falta de experiencia de su compañera en esa categoría.
En virtud del trabajo en equipo, cada uno de los seis “WOD” demandaría máxima concentración no solo para lograr la coordinación necesaria sino para no sucumbir a la tentación de adjudicar la responsabilidad por la derrota al compañero. El costo del ego hizo que algunos hasta abandonaran la competencia. Pero en el caso del héroe de mi historia fue todo lo contrario.
El final del día llegaron los tan temidos “muscleups”. Su compañera logró lo que nunca; seis al hilo y aunque no fue suficiente para alcanzar la meta soñada, la alegría de haber ayudado al otro superó a la de haber alcanzado el podium. La máxima de nuestro Señor Jesucristo se hizo patente: “ si alguno de ustedes quiere ser importante, tendrá que servir a los demás.” (Mateo 20:26-27 TLA)
A veces perder significa ganar.