/ domingo 28 de julio de 2024

Cuidado con el oso

“Luego vi a una segunda bestia que se parecía a un oso. Se levantó sobre uno de sus costados y llevaba tres costillas entre los dientes; y oí una voz que le decía: «¡Levántate! ¡Devora la carne de mucha gente!».” (Daniel 7:5)


Los comentaristas coinciden que esta segunda bestia en la visión de Daniel se refiere al Imperio Medo Persa que estuvo vigente entre el 539 y el 331 a.C.. El oso simboliza la vida austera de los persas en sus montañas, como también su crueldad. Las leyes persas involucraban por la ofensa de un hombre, a toda su parentela y vecindad en destrucción. Las tres costillas simbolizan las tres ciudades que el imperio persa fue devorando a su paso.

Una de las características principales del oso es que es persistente y paciente. Pueden pasar largas horas en las gélidas aguas del ártico esperando la oportunidad para dar con su presa más dilecta; los salmones: “Capaces de correr a casi cincuenta kilómetros por hora, un oso adulto de casi una tonelada puede atrapar y devorar a un salmón cada veinte minutos” (National Geographic)

La figura de Adolfo Hitler es un ejemplo elocuente de cómo mediante la paciencia y la perseverancia, un personaje de bajo perfil pero con ideas siniestras, puede llegar a conquistar las masas para luego devorarlas sin piedad. Figuras como las de Stalin o Musolini comparten el pedestal en la historia de los gobiernos totalitarios caracterizados por la “autocracia”, título acuñado casualmente por los zares rusos.

Este tipo de gobiernos se caracterizan por la alta concentración de poder en una sola persona, quien utiliza su habilidad para comunicarse para seducir a las masas y conseguir sus perversos objetivos. Ya en el ejercicio del poder, se avoca a la sistemática destrucción del equilibrio que comportan los otros poderes de la república; así como, de ser necesario, el uso de la fuerza pública a capricho del gobernante. Por último y no menos importante el inminente deseo de perpetuarse en el mismo.

Por supuesto que existen sendas versiones contemporáneas que, aun habiendo llegado por la vía democrática, ya estando en el poder mostraron su naturaleza autócrata, tal como lo ilustra la nación latinoamericana que hoy mismo celebra sus comicios. Si reflexionamos en cómo llegaron sus líderes a gobernar, encontraremos muchas similitudes con el mamífero aparentemente inofensivo, pero realmente cruel. Así que, por todo lo anterior, tengamos “cuidado con el oso”.


leonardolombar@gmail.com

“Luego vi a una segunda bestia que se parecía a un oso. Se levantó sobre uno de sus costados y llevaba tres costillas entre los dientes; y oí una voz que le decía: «¡Levántate! ¡Devora la carne de mucha gente!».” (Daniel 7:5)


Los comentaristas coinciden que esta segunda bestia en la visión de Daniel se refiere al Imperio Medo Persa que estuvo vigente entre el 539 y el 331 a.C.. El oso simboliza la vida austera de los persas en sus montañas, como también su crueldad. Las leyes persas involucraban por la ofensa de un hombre, a toda su parentela y vecindad en destrucción. Las tres costillas simbolizan las tres ciudades que el imperio persa fue devorando a su paso.

Una de las características principales del oso es que es persistente y paciente. Pueden pasar largas horas en las gélidas aguas del ártico esperando la oportunidad para dar con su presa más dilecta; los salmones: “Capaces de correr a casi cincuenta kilómetros por hora, un oso adulto de casi una tonelada puede atrapar y devorar a un salmón cada veinte minutos” (National Geographic)

La figura de Adolfo Hitler es un ejemplo elocuente de cómo mediante la paciencia y la perseverancia, un personaje de bajo perfil pero con ideas siniestras, puede llegar a conquistar las masas para luego devorarlas sin piedad. Figuras como las de Stalin o Musolini comparten el pedestal en la historia de los gobiernos totalitarios caracterizados por la “autocracia”, título acuñado casualmente por los zares rusos.

Este tipo de gobiernos se caracterizan por la alta concentración de poder en una sola persona, quien utiliza su habilidad para comunicarse para seducir a las masas y conseguir sus perversos objetivos. Ya en el ejercicio del poder, se avoca a la sistemática destrucción del equilibrio que comportan los otros poderes de la república; así como, de ser necesario, el uso de la fuerza pública a capricho del gobernante. Por último y no menos importante el inminente deseo de perpetuarse en el mismo.

Por supuesto que existen sendas versiones contemporáneas que, aun habiendo llegado por la vía democrática, ya estando en el poder mostraron su naturaleza autócrata, tal como lo ilustra la nación latinoamericana que hoy mismo celebra sus comicios. Si reflexionamos en cómo llegaron sus líderes a gobernar, encontraremos muchas similitudes con el mamífero aparentemente inofensivo, pero realmente cruel. Así que, por todo lo anterior, tengamos “cuidado con el oso”.


leonardolombar@gmail.com

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