En mi colaboración anterior, en este medio de comunicación, establecí la tesis de que en la preparación y habilitación de maestros, era muy importante el recorrido y la adopción de nuevos itinerarios pedagógicos, así como el uso didáctico de enfoques educativos en los que se apliquen las tecnologías de la información y la comunicación –TIC-.
De tal manera que los actores y sujetos de la educación, especialmente enseñantes y aprendices, compartan experiencias de sensibilización, integración y construcción de una nueva relación pedagógica, enriquecida por procesos de innovación, simbolización y subjetivación, que transformen la práctica educativa y el rol tradicional del maestro enseñante por el de un rol activo de maestro tutor, facilitador, mediador y guía de procesos de autoaprendizaje, autocontrol y autorregulación de sus estudiantes.
Es evidente que la sola aplicación de las TIC no modificará el estilo de enseñar o el rol relacional del docente, pues de fondo la cuestión no es sólo metodológica o instrumental, sino teórico-conceptual y actitudinal; es decir, para que haya un cambio efectivo en el actuar de los docentes en el proceso de enseñanza-aprendizaje, se requiere de una profunda reconceptualización de la función docente, así como una ruptura de la concepción paradigmática de la educación, que pase de ser una educación trasmisora de saberes y habilidades, a una educación transformadora, que centre su atención en el desarrollo de la capacidad de comprensión de procesos, más que en la simple asimilación de contenidos.
Desde esta perspectiva, lo primero que hay que considerar es que el ejercicio de la tutoría debe recaer en todo profesor que dirija un proceso formativo y que está permanentemente desarrollando actividades académicas con los estudiantes que le han sido asignados; es decir, la tutoría no debe ser una actividad distinta de la misma docencia, pues en esencia el maestro, además de la función de facilitar y moderar el aprendizaje, es a la vez, un orientador, un guía, un asesor, un entrenador y un acompañante de sus estudiantes, que son a la vez las funciones generales de un tutor.
Vistas así, las funciones de la docencia y la tutoría como procesos complementarios y simultáneos, implican determinados rasgos que han de distinguir al profesor que, además de cumplir con su actividad regular en el aula, desarrolla procesos tutorales; esto es, como docente propicia condiciones y genera espacios para el aprendizaje, mientras que como tutor orienta, asesora y acompaña a los estudiantes durante su proceso de formación integral, lo que significa desarrollar en ellos la capacidad de hacerse responsables, al mismo tiempo, de su aprendizaje escolar y de su formación personal.
De esta manera, se pueden enunciar algunas tareas clave para que los docentes tutores cumplan una función educativa más completa, que les lleve a preparar mejor a sus estudiantes, con herramientas cognitivas, metodológicas y sociales, no sólo para continuar con éxito en sus trayectos escolares, sino para que lleguen a convertirse en ciudadanos ejemplares, comprometidos consigo mismos, con los demás y con la comunidad de la cual forman parte.
La primera tarea del docente-tutor es conocer bien a sus estudiantes; para ello, debe aprender a diagnosticar los conocimientos previos, las necesidades de aprendizaje y las expectativas de vida de cada uno de ellos. A partir de la situación diagnosticada, en un segundo momento, se deben planear al detalle las actividades académicas a desarrollar durante cada una de las sesiones de clase y prever todo lo necesario para su implementación.
Con el plan de actividades académicas establecido, es preciso diseñar y/o seleccionar los recursos, medios y ayudas didácticas para cada una de las clases, especialmente aquellos que impactan los distintos canales de percepción y aprendizaje, así como las manifestaciones de inteligencia, personalidad y liderazgo de los estudiantes. Así, una vez que la preparación didáctica del proceso de enseñanza-aprendizaje ha concluido, al comienzo de la fase de impartición de la clase, es necesario sensibilizar, motivar y comprometer a los estudiantes para que se concentren y mantengan la atención en la tarea.
Como parte del proceso de facilitación y moderación, el docente tutor habrá de enseñar a los estudiantes a encontrar, discriminar y valorar información de calidad que será utilizada en el proceso de aprendizaje, habida cuenta de que existe una gran facilidad de acceso a la información a través del uso libre de las TIC.
Lo anterior implica que en el proceso de la clase, los estudiantes deben aprender a plantear, sustentar y resolver problemas que les obliguen a buscar, seleccionar y procesar la información adecuada para cada situación didáctica, de manera individual, en pequeños grupos o en sesión plenaria.
Una tarea más del docente-tutor consiste en proporcionar ayuda pedagógica, conceptual y metodológica centrada en los estudiantes, a fin de que estos desarrollen su capacidad cognitiva, así como sus habilidades procesuales.
Para lograrlo, algo sumamente importante es favorecer un ambiente de aprendizaje agradable y permisivo, que facilite el trabajo individual, entre pares, en equipos y en grupo, entendiendo que el ambiente de aprendizaje se concibe como un gran tejido social construido con el fin de aprender y educarse, que es a la vez, un escenario, un espacio y un tiempo en movimiento, donde existen y se desarrollan condiciones favorables para el aprendizaje (de conocimientos, habilidades, valores; es decir, competencias).
Dirigir, tutorar y acompañar, de manera presencial o virtual, el proceso de enseñanza-aprendizaje y de relación humana entre los estudiantes es una tarea que debe entenderse como integral, a pesar de que durante los últimos años en los sistemas educativos se ha tratado de separar la enseñanza de la tutoría.
Finalmente, la tarea del docente tutor no está completa si no se evalúa sistemáticamente el progreso individual y colectivo de los estudiantes; es decir, se necesita hacer una verificación y una valoración tanto del progreso académico como de la formación humana de cada uno de los estudiantes.
En síntesis, se espera que el maestro sea un guía o mediador, un facilitador o tutor, que encauce el aprendizaje, la convivencia y el desarrollo de la autoestima de los estudiantes, de tal manera que adquieran a la vez, la capacidad de autogestión y autorregulación de su propio aprendizaje, como procesos indispensables para activar y mantener sus pensamientos, sus conductas y las emociones necesarias para alcanzar las metas.