“Me gusta mucho mi trabajo y la verdad soy muy bueno en lo que hago, tengo diez años de experiencia en él, actualizándome cada seis meses, haciéndolo lo mejor que puedo y de verdad lo disfrutaba, pero ahora estoy pensando en demandar a mi empresa, lo cual me duele mucho, hace poco, mi jefe se jubiló y entró una nueva jefa, que no le sabe a la dirección empresarial, que no le entiende, pero lo que es peor, no quiere y no le interesa aprender, se ha rodeado de gente inepta y arrogante, que solo se dedica a la adulación y a la hipocresía e incluso estoy pensando en retirarme o buscar trabajo en la empresa competidora, aunque eso me costará comenzar de nuevo a esta edad”, me comentó hace poco un compañero de preparatoria, con quien hice contacto a través de estos grupos pragmáticos de aplicaciones para conversar y chatear.
Un ambiente laboral complicado no es cualquier cosa, comienza siendo una molestia y poco a poco termina siendo uno de las pilares de la depresión crónica y por supuesto que esto no es nuevo, desde siempre, las oficinas de las empresas pero sobre todo las de gobierno, tienen miles de historias en las que comer carne humana es la dieta de las y los trabajadores, inventando borregos, chismes que han llegado a destruir prestigios y hasta familias, desde la falta de empatía, el maltrato, la falta de educación, la envidia y hasta el odio que nos conduce a la violencia laboral, moral, psicológica, metódica, implacable, la violencia laboral puede incluir desde el hostigamiento cotidiano hasta el desdén de los patrones o jefes de oficina.
No cabe duda de que la adversidad nos llega de diferentes maneras, desde lidiar todos los días con personas con las que llevarse bien es todo un reto, pasando por el cambio de un jefe, hasta un huracán (como les paso a miles de familias en Acapulco con Otis) pasando por la enfermedad de un ser querido, la ruptura de una relación amorosa o la pérdida de un familiar cercano, escases económica, crisis emocional ó todo junto.
“El Infierno Son los Otros” escribió hace mucho tiempo el filósofo Jean Paul Sartre, si bien la frase lleva siglos explicándose por sí sola, la verdad es que no deja de ser devastadora, no deja de justificar un extraño sentimiento de ausencia de culpabilidad, queriendo explicar que los contextos adversos son culpa de los otros, pero aunque algunas veces o la mayoría de las veces es así, pues muy pocas personas salen de su casa con los guantes puestos, para que a la mayor provocación soltar el primer “Jab”, la verdad es que también nosotros nos hemos convertido en autómatas, en robots en los que la función de auto – corrección está desactivada, el auto – análisis no siempre es agradable, porque no nos gusta ver las cosas o los defectos de nosotros mismos, empero, sin embargo, es un ejercicio que nos ayuda a sobrellevar las adversidades.
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Personalmente creo que las personas se compran pleitos que convierten en infiernos, por envidias principalmente, porque la envidia es uno de los sentimientos más recalcitrantes en el ser humano, no se puede controlar una envidia como controlas la ira, no hay, simplemente no existen ni cursos ni terapias para control de envidia, como las existen para el control de ira, por ello, mi recomendación es que diariamente te tomes una pastilla contra la envidia, recordando lo mejor de tu vida, lo bueno que te queda y lo que tienes por disfrutar en tu futuro, así podrás desmotivar el sentimiento de envidia o cualquier otro que te lleve a odiar a una persona, porque al final, la envidia – como el resto de los sentimientos negativos del ser humano – termina por fisurar nuestras estructuras de apoyo emocional, tal vez pensar como Sartre sirva de inicio, pero no es una solución, sino mas bien se trata de una excusa, la frase “El Infierno son los Otros” no conlleva ningún aliciente de auto – regulación, al final para un pleito se necesitan dos personas, recordémoslo hoy, solo por hoy.