Un día después del huracán de la reforma judicial, aún no se alcanzan a dimensionar los daños. Poco se sabe sobre los efectos que tendrá y más aún cuando se asoman nuevas reformas que amenazan con impactos de alto calibre. Pero de una cosa se puede estar seguro: que a don Juan Ramón de la Fuente, a don Marcelo Ebrard y a don Rogelio Ramírez de la O ya se les espantó el sueño. Y ¿cómo no?, si desde el día uno ambos tendrán que hacerle frente al tiradero que les espera.
Serán los titulares de Relaciones Exteriores, de Economía y de Hacienda quienes tendrán que convencer a organizaciones, gobiernos, socios comerciales e inversionistas de que el nuevo gobierno de México y las instituciones que quedan son confiables. Créame, una tarea más complicada que lo que ya era hace tan solo unos días.
Se ha dicho mucho sobre si los cambios constitucionales de marras complicarán las negociaciones con Estados Unidos y Canadá en la revisión del T-MEC a partir del próximo año. Ya algunos expertos han advertido que los socios comerciales objetarán la desaparición de los órganos autónomos, la falta de certeza jurídica, entre otros. Y esto en medio de una oleada proteccionista y de una creciente guerra tecnológica y comercial con China. La cuestión es seria, simple y sencillamente por nuestra altísima dependencia de las compras de Estados Unidos y Canadá. Más del 86% de nuestras exportaciones van a esos dos países, además del alto volumen de inversiones que llegan a México desde el norte del continente. Si bien nadie está pensando en un rompimiento del tratado, no se trata de darle de patadas al pesebre.
Pero no solo se trata del T-MEC. Ya se avizora que las reformas constitucionales tendrán graves efectos sobre la aún no ratificada modernización del Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea (TLCUEM), el segundo tratado comercial más importante para México. Solo en 2023, el intercambio comercial fue por casi 89 mil millones de dólares, un récord, y la Unión Europea es el segundo inversionista más importante para México. Así que, no son cacahuates.
El asunto de fondo, mis estimados, es que la modernización del tratado con la Unión Europea sí contiene cláusulas democráticas, de transparencia, anticorrupción y de derechos humanos que, ante los cambios constitucionales de México que van en el sentido de un sistema político sin mayores contrapesos y con falta de transparencia, podrían ser denunciadas por los europeos hasta, incluso, la cancelación misma del acuerdo. Ya la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y los propios Estados miembros están levantando las cejas por lo que está pasando en México y muy probablemente emitirán alguna opinión cuando aquí concluyan los procesos legislativos.
Así que, aquello de mandar al diablo las instituciones que López Obrador profirió poco después del último informe de Vicente Fox, en septiembre de 2006, puede cristalizarse mandando al diablo el tratado de libre comercio con la Unión Europea. Menuda y complicada labor les espera a De la Fuente y a Ebrard para persuadir y convencer en ambos lados del charco; pero principalmente con los europeos ante la escasez de argumentos.
Colofón
El silencio de los grandes empresarios y banqueros dice mucho en estos tiempos de zozobra.
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