/ domingo 6 de octubre de 2024

El toque que da esperanza

“Ahora si voy a poder salir de casa y convivir con otras personas”; estas fueron las textuales palabras de una mujer después de haber recibido atención ginecológica en la reciente brigada médica en Nuevo Ideal. “En toda mi carrera profesional, no había visto jamás a una persona tan feliz por haber sido sometida a un Papanicola”, -añadió la doctora, coordinadora de los servicios médicos de Invasión de Esperanza.

Después de escuchar esta historia registrada en el evangelio: “Al bajar Jesús por la ladera del monte, grandes multitudes lo seguían. De repente, un leproso se le acercó y se arrodilló delante de él. —Señor —dijo el hombre—, si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio. Jesús extendió la mano y lo tocó: -Sí quiero- dijo. -¡Queda sano! Al instante, la lepra desapareció” (Mateo 8:1-3)

Se creía que la lepra era contagiosa en gran medida. Tocarlo no solo era sanitariamente arriesgado, sino que significaba la transgresión de una ley. A este señor, nadie lo había tocado en años. Había cargado con la maldición de la impureza, de la enfermedad y de la proscripción. Jesús lo valida emocionalmente, lo hace sentir amado. Cuando Jesús lo toca, lo sana en el alma antes que en el cuerpo.

Eso fue lo que sucedió con la señora que se atrevió a salir de su alienante situación y exponerse a una revisión inusual para ella, ser tocada por Jesús, a través de las manos de la doctora Janeth y ser sanada socialmente y validada en sus emociones; en otras palabras dignificada: “Ahora si huelo rico, voy a poder salir y estar con otras personas”. Eso es lo que hace el toque que da esperanza.

leonardolombar@gmail.com

“Ahora si voy a poder salir de casa y convivir con otras personas”; estas fueron las textuales palabras de una mujer después de haber recibido atención ginecológica en la reciente brigada médica en Nuevo Ideal. “En toda mi carrera profesional, no había visto jamás a una persona tan feliz por haber sido sometida a un Papanicola”, -añadió la doctora, coordinadora de los servicios médicos de Invasión de Esperanza.

Después de escuchar esta historia registrada en el evangelio: “Al bajar Jesús por la ladera del monte, grandes multitudes lo seguían. De repente, un leproso se le acercó y se arrodilló delante de él. —Señor —dijo el hombre—, si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio. Jesús extendió la mano y lo tocó: -Sí quiero- dijo. -¡Queda sano! Al instante, la lepra desapareció” (Mateo 8:1-3)

Se creía que la lepra era contagiosa en gran medida. Tocarlo no solo era sanitariamente arriesgado, sino que significaba la transgresión de una ley. A este señor, nadie lo había tocado en años. Había cargado con la maldición de la impureza, de la enfermedad y de la proscripción. Jesús lo valida emocionalmente, lo hace sentir amado. Cuando Jesús lo toca, lo sana en el alma antes que en el cuerpo.

Eso fue lo que sucedió con la señora que se atrevió a salir de su alienante situación y exponerse a una revisión inusual para ella, ser tocada por Jesús, a través de las manos de la doctora Janeth y ser sanada socialmente y validada en sus emociones; en otras palabras dignificada: “Ahora si huelo rico, voy a poder salir y estar con otras personas”. Eso es lo que hace el toque que da esperanza.

leonardolombar@gmail.com