El 2 de diciembre de 1949 se aprobó el Convenio para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena; como una manera de conmemorar el aniversario de dicho instrumento, el mismo día fue elegido para establecer el Día para la Abolición de la Esclavitud.
En aras de poder concientizar a la comunidad internacional sobre este terrible mal en clave contemporánea -y no como una mera efeméride-, el cual hace de las suyas en numerosas latitudes,
La esclavitud en sentido genérico es la negación de la libertad, al punto de lucrar con ella y obtener ganancias expeditas por el tráfico de seres humanos como si fuesen mercancías. Aunque esta modalidad está prácticamente erradicada, lo cierto es que al día de hoy, en pleno siglo XXI, subsisten numerosas versiones de la esclavitud que, lejos de haber sido desterradas, siguen en aumento, tal y como lo señala la Organización Internacional del Trabajo (OIT), pues en 2021 había diez millones más de individuos en situación de esclavitud moderna que un lustro antes.
El flagelo de la esclavitud moderna puede observarse en distintos tópicos plenamente identificados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tales como el trabajo forzoso, el trabajo infantil, la trata de personas o el matrimonio forzoso, por mencionar tan sólo algunos de ellos.
Otros ejemplos que se pueden mencionar al respecto son el trabajo en servidumbre, la explotación sexual o el matrimonio infantil. En su conjunto, todas estas problemáticas conculcan los derechos humanos como sistema pero, con todavía mayor razón, los derechos de grupos vulnerables o desaventajados como las mujeres, las personas con discapacidad o las niñas, niños y adolescentes.
Entre sistemas normativos poco eficaces, gobiernos que no persiguen adecuadamente estas conductas antijurídicas, realización con independencia del nivel de desarrollo de cada país-pues la ONU reporta que más de la mitad de los trabajos forzados y un 25% de los matrimonios forzados están en países de renta media-alta o alta, lo cual pone en entredicho el hecho de que sólo se suscite en los países en vías de desarrollo- y poderes salvajes expandidos planetariamente, específicamente la criminalidad, son muchas las razones y porqués de lo fructífero que resulta la esclavitud moderna.
La propia OIT a través de la Conferencia General, en el preámbulo de 2014 relativo al convenio sobre el trabajo forzoso, reconoce “que la prohibición de la utilización del trabajo forzoso u obligatorio forma parte de los derechos fundamentales, y que el trabajo forzoso u obligatorio constituye una violación de los derechos humanos, atenta contra la dignidad de millones de mujeres, hombres, niñas y niños, contribuye a perpetuar la pobreza y es un obstáculo para la consecución del trabajo decente para todos”.
Igualmente, reconoce que “el contexto y las formas del trabajo forzoso u obligatorio han cambiado y que la trata de personas con fines de trabajo forzoso u obligatorio, que puede implicar explotación sexual, suscita una creciente preocupación internacional y que su eliminación efectiva requiere acciones urgentes”.
Por lo dicho, con la llegada del 2 de diciembre se torna imperiosamente necesario evaluar lo que se ha hecho o dejado de hacer en el combate efectivo y eficaz en contra de la esclavitud moderna. Gobiernos, autoridades, instituciones y sociedad civil tienen un papel determinante al respecto, en pos de ir eliminando este cáncer de manera paulatina.