/ jueves 14 de febrero de 2019

Esteban Moctezuma y Muñoz Ledo en proyecto educativo de AMLO

“Lo que escribí en la SEP –y es la esencia de mi discurso del 5 de febrero de 1977, cuando lancé la Comisión que hizo el Plan Nacional de Educación– fue hacer un recuento de los grandes esfuerzos educativos del país a partir de la independencia. El propósito específico y la condición clara con que acepté la Secretaría de Educación Pública era transformar el país por la educación y hacer la obra educativa más importante de la historia de México”.- Porfirio Muñoz Ledo. Historia Oral 1933-1988. PROFMEX DEBATE 2017.

En mi largo andar por el Sistema Nacional de Educación, me ha tocado ser testigo y colaborar, en las reformas y planes educativos del último medio siglo, cerca de personajes de la talla de Víctor Bravo Ahuja, Porfirio Muñoz Ledo, Fernando Solana, y Ernesto Zedillo, que fueron titulares de la SEP en la segunda mitad del Siglo XX. Con los tres primeros, desde mi posición de director general de la SEP, durante los gobiernos de Luis Echeverría Álvarez (LEA) y López Portillo.

En el caso de Zedillo en mi calidad de Secretario de Educación, Cultura y Deporte de Durango en el proceso de federalización de la Educación Básica y Normal, ocasión en que tuve la oportunidad de tratar al subsecretario Esteban Moctezuma Barragán en 1992-1993.

Considerando lo anterior, y reconociendo la abismal diferencia entre los contextos, de los tiempos de Muñoz Ledo, hace cuatro décadas, y Esteban Moctezuma, hace un cuarto de siglo, con el papel que les toca jugar en el siglo XXI como equipo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), respectivamente, en el Congreso de la Unión y el gabinete, me atrevo a decir que tienen el deber moral de participar, intelectual y políticamente, en el diseño e implementación del Proyecto Educativo de la Cuarta Transformación, que será el sello del nuevo gobierno y del cambio radical que se viene abanderando.

Ambos tienen estatura política, responsabilidad histórica, experiencia en el sector educativo y la facultad constitucional que los obliga a intervenir en los debates y negociaciones, que en una primera etapa, se darán en el poder Legislativo para definir el texto de las reformas a los artículos 3º, 31 y 73 de la Constitución y la enmienda a las leyes del Servicio Profesional Docente y la que crea el Instituto Nacional de Evaluación para la Educación.

López Obrador, experimentado conocedor del sistema político mexicano, ya hizo su parte. Cumplió su compromiso de campaña. El pasado mes de diciembre envió la iniciativa de reformas, que habrán de desahogarse en el Constituyente Permanente. El partido del presidente de la República, Morena, cuenta con la mayoría en el poder Legislativo federal y en las Legislaturas estatales.

Con la iniciativa ya cumplió su promesa de abrogar la que denomina “mal llamada reforma educativa del presidente Peña Nieto”. Pero crecerá su dimensión histórica y su perfil de estadista, si la promesa cumplida se convierte en detonante de un proyecto educativo trascendente, en una reforma de las reformas de gran calado que recupere los resultados de proyectos y planes de gobiernos anteriores.

Triste sería, que un presidente que tiene el más grande respaldo popular, pasara a la historia como el autor de una contrarreforma educativa. Menos justificable cuando lo acompañan dos personajes de reconocida trayectoria política y educativa.

Porfirio Muñoz Ledo es un personaje legendario del México del siglo XX. Intelectual y político polifacético ha ocupado posiciones de primer nivel en la diplomacia mexicana, en los gabinetes presidenciales, en liderazgos de los partidos y en el poder Legislativo federal. Como Secretario de Educación Pública en 1976-1977 puso en marcha el Plan Nacional de Educación 1977-1982 (fui integrante de la Comisión que lo elaboró). Al terminar el sexenio del presidente Echeverría en 1976 se le mencionaba como candidato del PRI que habría de continuar su obra.

A Esteban Moctezuma también se le señalaba el año 2000 como posible relevo del presidente Ernesto Zedillo. Había sido legislador y su coordinador de campaña en 1994. Durante el sexenio, ocupó las secretarias de Desarrollo Social y de Gobernación, y como ya se dijo, durante los años 1992 y 1993 fue subsecretario de la SEP y operador del Acuerdo Nacional de Modernización Educativa, que signaron la SEP, los gobiernos estatales y el SNTE.

Ello refuerza mi idea de que pueden hacer grandes aportaciones al proyecto educativo de AMLO, considerando que este se va a consolidar como un líder fuera de serie, controvertido, pero con un creciente respaldo popular. Más del 80% de la opinión pública aprueba sus mensajes y acciones.

Bienvenida en 2019 la reforma de las reformas que se vienen impulsando desde los 70. En los tiempos políticos de López Obrador y Muñoz Ledo. Viví con intensidad la gestión de Bravo Ahuja en la SEP (1970–1976). En mi sabático estoy actualizando un libro con su biografía, iniciado en 2018 en ocasión del centenario de su nacimiento (20 de febrero de 2018). Bravo Ahuja tiene en su haber la configuración del Sistema Nacional de Enseñanza Técnica, la creación de Conacyt y la UAM, así como la conducción de la Cuarta Reforma Educativa del Siglo XX.

Víctor Bravo Ahuja fue un miembro distinguido del gabinete de Luís Echeverría con proyecto, poder y saber que dejó profunda huella en la SEP.

El primer secretario de Educación Pública fue José Vasconcelos, del 1 de octubre de 1921 al 27 de julio de 1924, en el gobierno del presidente Álvaro Obregón. De su fundador al actual secretario, Esteban Moctezuma Barragán, la casi centenaria dependencia ha tenido 40 titulares, de los cuales sólo siete permanecieron en el cargo todo el periodo de gobierno en que fueron nombrados; se distinguen por la trascendente obra educativa realizada, Jaime Torres Bodet y Víctor Bravo Ahuja.

A invitación del presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, el ingeniero Víctor Bravo Ahuja fue nombrado Secretario de Educación Pública el 2 de diciembre de 1970, cargo que ocupó hasta el 30 de noviembre de 1976.

A nivel nacional, la voz y activismo de Víctor Bravo Ahuja como político y administrador eficaz del gobierno -en su función de Secretario de Educación Pública- contrastó en los debates públicos de la época que protagonizaron académicos e intelectuales mexicanos como Pablo González Casanova, Octavio Paz y Carlos Fuentes, en el contexto de una sociedad profundamente agraviada por los acontecimientos del 68.

La política educativa del gobierno de Luis Echeverría, conducida por Bravo Ahuja, generó cambios importantes en el sistema educativo nacional, reformado en su organización, métodos, acciones y contenidos.

Abrió espacios de interlocución con los universitarios y en base a la amplia consulta pública llevada a cabo para la reforma educativa se trazaron los lineamientos para reafirmar la democracia como sistema de vida, al tiempo que se diseñaron soluciones a las diferencias regionales y se corrigió la estructura pedagógica para mejorar la educación y propiciar el desarrollo integral del país.

“Lo que escribí en la SEP –y es la esencia de mi discurso del 5 de febrero de 1977, cuando lancé la Comisión que hizo el Plan Nacional de Educación– fue hacer un recuento de los grandes esfuerzos educativos del país a partir de la independencia. El propósito específico y la condición clara con que acepté la Secretaría de Educación Pública era transformar el país por la educación y hacer la obra educativa más importante de la historia de México”.- Porfirio Muñoz Ledo. Historia Oral 1933-1988. PROFMEX DEBATE 2017.

En mi largo andar por el Sistema Nacional de Educación, me ha tocado ser testigo y colaborar, en las reformas y planes educativos del último medio siglo, cerca de personajes de la talla de Víctor Bravo Ahuja, Porfirio Muñoz Ledo, Fernando Solana, y Ernesto Zedillo, que fueron titulares de la SEP en la segunda mitad del Siglo XX. Con los tres primeros, desde mi posición de director general de la SEP, durante los gobiernos de Luis Echeverría Álvarez (LEA) y López Portillo.

En el caso de Zedillo en mi calidad de Secretario de Educación, Cultura y Deporte de Durango en el proceso de federalización de la Educación Básica y Normal, ocasión en que tuve la oportunidad de tratar al subsecretario Esteban Moctezuma Barragán en 1992-1993.

Considerando lo anterior, y reconociendo la abismal diferencia entre los contextos, de los tiempos de Muñoz Ledo, hace cuatro décadas, y Esteban Moctezuma, hace un cuarto de siglo, con el papel que les toca jugar en el siglo XXI como equipo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), respectivamente, en el Congreso de la Unión y el gabinete, me atrevo a decir que tienen el deber moral de participar, intelectual y políticamente, en el diseño e implementación del Proyecto Educativo de la Cuarta Transformación, que será el sello del nuevo gobierno y del cambio radical que se viene abanderando.

Ambos tienen estatura política, responsabilidad histórica, experiencia en el sector educativo y la facultad constitucional que los obliga a intervenir en los debates y negociaciones, que en una primera etapa, se darán en el poder Legislativo para definir el texto de las reformas a los artículos 3º, 31 y 73 de la Constitución y la enmienda a las leyes del Servicio Profesional Docente y la que crea el Instituto Nacional de Evaluación para la Educación.

López Obrador, experimentado conocedor del sistema político mexicano, ya hizo su parte. Cumplió su compromiso de campaña. El pasado mes de diciembre envió la iniciativa de reformas, que habrán de desahogarse en el Constituyente Permanente. El partido del presidente de la República, Morena, cuenta con la mayoría en el poder Legislativo federal y en las Legislaturas estatales.

Con la iniciativa ya cumplió su promesa de abrogar la que denomina “mal llamada reforma educativa del presidente Peña Nieto”. Pero crecerá su dimensión histórica y su perfil de estadista, si la promesa cumplida se convierte en detonante de un proyecto educativo trascendente, en una reforma de las reformas de gran calado que recupere los resultados de proyectos y planes de gobiernos anteriores.

Triste sería, que un presidente que tiene el más grande respaldo popular, pasara a la historia como el autor de una contrarreforma educativa. Menos justificable cuando lo acompañan dos personajes de reconocida trayectoria política y educativa.

Porfirio Muñoz Ledo es un personaje legendario del México del siglo XX. Intelectual y político polifacético ha ocupado posiciones de primer nivel en la diplomacia mexicana, en los gabinetes presidenciales, en liderazgos de los partidos y en el poder Legislativo federal. Como Secretario de Educación Pública en 1976-1977 puso en marcha el Plan Nacional de Educación 1977-1982 (fui integrante de la Comisión que lo elaboró). Al terminar el sexenio del presidente Echeverría en 1976 se le mencionaba como candidato del PRI que habría de continuar su obra.

A Esteban Moctezuma también se le señalaba el año 2000 como posible relevo del presidente Ernesto Zedillo. Había sido legislador y su coordinador de campaña en 1994. Durante el sexenio, ocupó las secretarias de Desarrollo Social y de Gobernación, y como ya se dijo, durante los años 1992 y 1993 fue subsecretario de la SEP y operador del Acuerdo Nacional de Modernización Educativa, que signaron la SEP, los gobiernos estatales y el SNTE.

Ello refuerza mi idea de que pueden hacer grandes aportaciones al proyecto educativo de AMLO, considerando que este se va a consolidar como un líder fuera de serie, controvertido, pero con un creciente respaldo popular. Más del 80% de la opinión pública aprueba sus mensajes y acciones.

Bienvenida en 2019 la reforma de las reformas que se vienen impulsando desde los 70. En los tiempos políticos de López Obrador y Muñoz Ledo. Viví con intensidad la gestión de Bravo Ahuja en la SEP (1970–1976). En mi sabático estoy actualizando un libro con su biografía, iniciado en 2018 en ocasión del centenario de su nacimiento (20 de febrero de 2018). Bravo Ahuja tiene en su haber la configuración del Sistema Nacional de Enseñanza Técnica, la creación de Conacyt y la UAM, así como la conducción de la Cuarta Reforma Educativa del Siglo XX.

Víctor Bravo Ahuja fue un miembro distinguido del gabinete de Luís Echeverría con proyecto, poder y saber que dejó profunda huella en la SEP.

El primer secretario de Educación Pública fue José Vasconcelos, del 1 de octubre de 1921 al 27 de julio de 1924, en el gobierno del presidente Álvaro Obregón. De su fundador al actual secretario, Esteban Moctezuma Barragán, la casi centenaria dependencia ha tenido 40 titulares, de los cuales sólo siete permanecieron en el cargo todo el periodo de gobierno en que fueron nombrados; se distinguen por la trascendente obra educativa realizada, Jaime Torres Bodet y Víctor Bravo Ahuja.

A invitación del presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, el ingeniero Víctor Bravo Ahuja fue nombrado Secretario de Educación Pública el 2 de diciembre de 1970, cargo que ocupó hasta el 30 de noviembre de 1976.

A nivel nacional, la voz y activismo de Víctor Bravo Ahuja como político y administrador eficaz del gobierno -en su función de Secretario de Educación Pública- contrastó en los debates públicos de la época que protagonizaron académicos e intelectuales mexicanos como Pablo González Casanova, Octavio Paz y Carlos Fuentes, en el contexto de una sociedad profundamente agraviada por los acontecimientos del 68.

La política educativa del gobierno de Luis Echeverría, conducida por Bravo Ahuja, generó cambios importantes en el sistema educativo nacional, reformado en su organización, métodos, acciones y contenidos.

Abrió espacios de interlocución con los universitarios y en base a la amplia consulta pública llevada a cabo para la reforma educativa se trazaron los lineamientos para reafirmar la democracia como sistema de vida, al tiempo que se diseñaron soluciones a las diferencias regionales y se corrigió la estructura pedagógica para mejorar la educación y propiciar el desarrollo integral del país.