/ domingo 7 de abril de 2024

Exsurge

Misericordia


El nombre de Dios viene acompañado de la Misericordia. Nuestra palabra castellana «misericordia» está relacionada con la miseria (miser) y el corazón (cor) y hace referencia a la capacidad de sentir la desdicha de los demás. Del mismo modo, el hebreo utiliza metonimias en la terminología que designa la misericordia: Hesed: Proviene de la raíz hebrea Häsad, que significa ser fiel, leal. Acentúa la estabilidad en una relación y, en el contexto específico, la palabra Hesed subraya «el aspecto gratuito de benevolencia; lealtad que resalta el compromiso».

De este modo, el primer término que se utiliza para hablar de misericordia hace referencia más directamente al amor. Puesto en relación al ser humano, se trata de «la bondad de los hombres hacia los hombres, en hacer favores y beneficios». Así en 1Sm 20,15 Jonatán pide a David que tenga misericordia con su casa, a pesar de que Yahveh se haya alejado de ella, por haberlo perseguido para matarlo; o en 2Sm 16,17, donde Absalón reclama a Husay no tenerle cariño, sino haberse ido con David.

Se trata, pues, de un atributo que resalta el amor y las acciones que de éste derivan, incluso a pesar de haber tenido afrentas. Utilizado como sinónimo de Hesed, el término Räham refiere a la compasión y se asocia a la misericordia. Es de la misma raíz Rehem, entrañas maternas, vientre. Orienta a la experiencia de una madre que se estremece en su vientre por los hijos, llena de amor y compasión. Isaías apela a este amor maternal preguntando «¿olvida acaso una mujer a su hijo?, ¿deja de compadecerse del hijo de su vientre?» (49,15). De forma negativa, anuncia que los medos no tendrán misericordia ni de los hijos de los caldeos: «sus arcos a los muchachos derribarán y no se compadecerán del fruto del vientre» (13,18). En ambas citas, se utiliza el término rhm con significado de «compadecer», mientras que utiliza un sinónimo (beten) para designar el vientre.

El ser humano es capaz de tener compasión, de la misma manera que una mujer estremece su vientre para envolver y cuidar a su hijo. No tenemos un Dios bonachón, que pasa por alto las iniquidades, sino un Dios serio que, siendo misericordioso y compasivo, exige el conocimiento de las consecuencias del mal realizado incluso aunque este sea perdonado. «A Dios no se le puede convertir en un imbécil que, llevado por su generosa indulgencia, hace la vista gorda ante nuestros errores y maldades y sencillamente nos lo consiente todo». Por eso la misericordia no está peleada con la justicia, pues «en su misericordia, Dios refrena más bien su justa ira; más aún, él mismo se retira, se repliega.

Esto lo hace para dar al hombre la oportunidad de convertirse. La misericordia de Dios concede al pecador un plazo de gracia y desea su conversión; en último término, la misericordia es la gracia que posibilita la conversión». Hoy, en la fiesta de la divina misericordia, Dios nos invita a que comprendamos lo que significa ser misericordiosos, para que también nosotros practiquemos la misericordia. Lucas, en su evangelio, nos anima: «Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso» (6,6). Es el cometido, es nuestra tarea. Es nuestra meta.

Sean, pues misericordiosos.


Twitter: @Noesov

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