/ domingo 28 de julio de 2024

Exsurge

¿BienEstar o BienSer?


La sociedad moderna nos ha insistido mucho en que hay que buscar por todos los medios el bienestar. Pero se ha olvidado de promover el bienser. En español se habla del verbo «ser/estar». El verbo «ser» se utiliza para expresar cualidades esenciales o características permanentes del sujeto, mientras que el verbo «estar» se usa para hablar de los estados temporales, de aquello que cambia. El estar es pasajero, mientras que el ser es estable.

Por eso hoy quiero distinguir entre el bienestar y el bienser. Y se trata de un compromiso que me incluye a mí, más allá de mis comodidades. Se trata no solo de estar bien, sino de ser buenos. Y para ello hay que hacer varios cambios; no renuncias, sí ajustes a mi naturaleza.

Hay que redimirnos incluso a pesar de nosotros mismos. Porque para mí lo más cómodo es que los demás se encarguen: así no me tengo que levantar temprano, no tengo que comprometerme con nada, no tengo que voltear mi rostro hacia los más necesitados. Y nos quedamos en la mediocridad. A este propósito Martin Luther King decía que no le preocupaba tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena.

Hay que volver a cargar esas virtudes cristianas de valor y cordura. Hay que arrancar de nuestros cuerpos el corazón de piedra y modelar un corazón de carne (cf. Ez 36,26). Y seamos sinceros: no se nos pide más de lo que no seamos capaces de dar. Se nos pide humanidad. No se me piden cosas divinas —no soy Dios—, pero tampoco cosas brutales —no soy una bestia—. Se me pide que sea «humano». Ni más ni menos. Y léase como sinónimo de bondad, cercanía, compromiso, misericordia, amor. Eso es bienser, más allá del bienestar.

Que mi tesoro esté en mi familia, donde predico con el ejemplo y educo con valores y responsabilidad. Que mi tesoro esté en la humanidad, vista con esperanza, no como mano de obra u objeto de desprecio. Que mi tesoro esté en Dios, porque Él me colma en mi propia plenitud.

Dejemos nuestros corazones de piedra –acomodados solamente al bienestar a costa de lo que sea, incluso a costa del bienser–, ricos o pobres, y comprometámonos desde las acciones sencillas. Don Miguel Unamuno decía, comentando el libro de Don Quijote de la Mancha, que «Don Quijote sabía que no hay más que una sola cuestión, para todos la misma, y que lo que redima de su pobreza al pobre, redimirá, a la vez, de su riqueza al rico». ¡Mal haya los remedios de ocasión!

Pongamos cada cosa en su lugar. Dejemos de buscar solamente el bienestar por encima del bienser. Demos «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mc 12,17), sabiendo que la imagen del César se encontraba en las monedas y por eso había que darle las monedas, mientras que el ser humano es la misma «imagen y semejanza de Dios», por lo tanto, hay que dárselo a Dios. Lo material a lo material. Lo espiritual a lo espiritual.

No hay que «echarles las perlas a los cerdos» (Mt 7,6). No hay que tratar de acomodarnos solamente en donde yo me sienta cómodo para mi bienestar, sino hay que comprometernos para ser buenos y así estar bien. Maquiavelo sostenía que «el fin justifica los medios», por lo que no importa si para estar bien me convierto en un ser malo; se equivoca rotundamente. El fin bueno necesita de medios buenos. Un bienestar necesita primero un buenser.

Dicho lo dicho: ¡que primero sea el bienser, para tener luego el bienestar!


Twitter: @Noesov

¿BienEstar o BienSer?


La sociedad moderna nos ha insistido mucho en que hay que buscar por todos los medios el bienestar. Pero se ha olvidado de promover el bienser. En español se habla del verbo «ser/estar». El verbo «ser» se utiliza para expresar cualidades esenciales o características permanentes del sujeto, mientras que el verbo «estar» se usa para hablar de los estados temporales, de aquello que cambia. El estar es pasajero, mientras que el ser es estable.

Por eso hoy quiero distinguir entre el bienestar y el bienser. Y se trata de un compromiso que me incluye a mí, más allá de mis comodidades. Se trata no solo de estar bien, sino de ser buenos. Y para ello hay que hacer varios cambios; no renuncias, sí ajustes a mi naturaleza.

Hay que redimirnos incluso a pesar de nosotros mismos. Porque para mí lo más cómodo es que los demás se encarguen: así no me tengo que levantar temprano, no tengo que comprometerme con nada, no tengo que voltear mi rostro hacia los más necesitados. Y nos quedamos en la mediocridad. A este propósito Martin Luther King decía que no le preocupaba tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena.

Hay que volver a cargar esas virtudes cristianas de valor y cordura. Hay que arrancar de nuestros cuerpos el corazón de piedra y modelar un corazón de carne (cf. Ez 36,26). Y seamos sinceros: no se nos pide más de lo que no seamos capaces de dar. Se nos pide humanidad. No se me piden cosas divinas —no soy Dios—, pero tampoco cosas brutales —no soy una bestia—. Se me pide que sea «humano». Ni más ni menos. Y léase como sinónimo de bondad, cercanía, compromiso, misericordia, amor. Eso es bienser, más allá del bienestar.

Que mi tesoro esté en mi familia, donde predico con el ejemplo y educo con valores y responsabilidad. Que mi tesoro esté en la humanidad, vista con esperanza, no como mano de obra u objeto de desprecio. Que mi tesoro esté en Dios, porque Él me colma en mi propia plenitud.

Dejemos nuestros corazones de piedra –acomodados solamente al bienestar a costa de lo que sea, incluso a costa del bienser–, ricos o pobres, y comprometámonos desde las acciones sencillas. Don Miguel Unamuno decía, comentando el libro de Don Quijote de la Mancha, que «Don Quijote sabía que no hay más que una sola cuestión, para todos la misma, y que lo que redima de su pobreza al pobre, redimirá, a la vez, de su riqueza al rico». ¡Mal haya los remedios de ocasión!

Pongamos cada cosa en su lugar. Dejemos de buscar solamente el bienestar por encima del bienser. Demos «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mc 12,17), sabiendo que la imagen del César se encontraba en las monedas y por eso había que darle las monedas, mientras que el ser humano es la misma «imagen y semejanza de Dios», por lo tanto, hay que dárselo a Dios. Lo material a lo material. Lo espiritual a lo espiritual.

No hay que «echarles las perlas a los cerdos» (Mt 7,6). No hay que tratar de acomodarnos solamente en donde yo me sienta cómodo para mi bienestar, sino hay que comprometernos para ser buenos y así estar bien. Maquiavelo sostenía que «el fin justifica los medios», por lo que no importa si para estar bien me convierto en un ser malo; se equivoca rotundamente. El fin bueno necesita de medios buenos. Un bienestar necesita primero un buenser.

Dicho lo dicho: ¡que primero sea el bienser, para tener luego el bienestar!


Twitter: @Noesov

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