BeVida
No es un error ortográfico, sino un juego de palabras. Hay una bebida que nos da vida. El evangelio de San Juan nos transmite estas palabras: «Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día» (Jn 6,53-54). Beber la sangre de nuestro Señor Jesús nos da vida, vida eterna. Permítanme explicar un poco más esto que hoy les quiero transmitir.
Tradicionalmente estamos acostumbrados a asociar la Eucaristía con el pan, con la comunión del cuerpo de Cristo. Sin embargo, qué bueno es ver también el sentido de beber la sangre de Cristo. Nos suena raro eso de “beber sangre”. La tradición judía valora mucho este elemento, que solo le corresponde a Dios, pues ellos asocian la sangre con la sede de la vida. Veían que si una persona o un animal perdían la sangre, se acababa la vida. De ahí que sacaran la consecuencia que sangre equivale a vida y ésta solo le corresponde a Dios. Por eso se prohibió todo consumo de sangre, tanto en los sacrificios como en la dieta ordinaria.
Aún así, la sangre adquirió el signo de alianza. Dios sellaba un pacto con el ser humano por medio de la sangre de los sacrificios. Y hubo un sacrificio admirable: el de Jesús en la cruz. Con su sangre derramada se sella la alianza nueva y eterna entre Dios y los hombres. No hace falta más, ese sacrificio que celebramos en cada Eucaristía es de una vez y para siempre.
De ahí que Jesús no solo nos dé su sangre como alianza, sino que pide que bebamos su sangre, es decir, que tomemos su propia vida para tener vida. Beber para tener vida. BeVida.
Otro símbolo precioso. En la última cena Jesús utiliza el vino para establecer esta alianza con su sangre. El vino simboliza, en la Sagrada Escritura, la alegría. En las fiestas hay vino, en los momentos especiales, se comparte la alegría. Jesús nos deja la alianza de su sangre a través del vino, es decir, en la alegría. Consumir la Sangre de Cristo nos trae alegría y, por lo tanto, nos da vida. Eso es el cielo: la alegría de la vida de Dios y la vida en Dios por toda la eternidad. Una probadita, un anticipo, en cada Eucaristía.
Disfrutemos este pan de vida. Bebamos esa sangre de vida. Acerquémonos con fe en cada Eucaristía a la vida eterna que Dios nos otorga.
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