Efecto dominó
La mayoría de nosotros en alguna ocasión hemos escuchado hablar del efecto dominó: un movimiento provoca una reacción en cadena de movimientos similares. La pieza de un dominó que cae hace que todas las demás piezas alineadas con ésta, caigan. Y solo ha requerido del movimiento de una sola pieza para que todas las demás caigan. Un pequeño movimiento.
Imaginemos a una persona que está en una planicie alta, como una meseta, caminando tranquilamente, disfrutando del paisaje, del aire puro. Pero se acerca a la orilla. Ahí en la orilla está una gran pendiente inclinada que baja abruptamente hasta desembocar en un profundo pozo. Un solo paso separa a esa persona de estar en lo más alto de la planicie a que la pendiente inclinada lo lleve a lo más profundo del pozo.
El movimiento de una sola pieza hará que todas las demás caigan; un solo paso hace que la pendiente inclinada conduzca a cualquiera hacia abajo. A veces para que una gran maquinaria se ponga en marcha solo es necesario un pequeño movimiento. Si aplicamos esto a la vida humana, nos puede explicar muchas cosas. Si no quieres que todo se desmorone, no tires la primera pieza del dominó. Si no quieres acabar en el fondo de un pozo, no des el primer paso en la pendiente inclinada.
Jesús, el Señor, que conoce lo más profundo de la humanidad, exhortó a sus discípulos a evitar este pequeño movimiento en unas palabras que llaman la atención por su dureza, pero que guardan un trasfondo muy humano. En el evangelio de san Marcos, en el capítulo 9, versículos 47 y 48 leemos: «Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo; pues más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».
No está por demás decir que Jesús no propone la mutilación física, como tantas veces se ha interpretado en la historia al leer este texto bíblico. Se trata de una recomendación espiritual. Si con tu mano te ves tentado a actuar mal, es mejor que te la cortes, es decir, que no la utilices.¿Tienes la tentación de tomar algo que no es tuyo? «Córtate» la mano, no la utilices, no muevas esa pieza del dominó, pues todo se desmoronará. Si tu mano la levantas para un acto injusto, para ejercer violencia sobre los demás, para apuntar y señalar negativamente, mejor «córtatela», no inicies ese movimiento que te llevará a pecar. Si con tu pie vas a ir a un lugar que no te conviene, que no es correcto, que no debes ir, mejor «córtate el pie», no des ese primer paso para ir a ese lugar en el que sabes que algo malo va a suceder. No des el paso a esa pendiente inclinada que te va a hacer llegar a esa profunda depresión que es el pozo profundo. «Córtatelo», no des el primer paso. No vayas a donde sabes que habrá drogas y caerás en ellas. No vayas a donde te insistirán para hacer cosas que sabes que no debes hacer. No des ese primer paso al lugar donde sabes que pecarás. Y si viendo algo sabes que vas a caer, mejor no lo veas, «arráncate el ojo», es decir, no des oportunidad a que tus ojos vean lo que sabes va a ser ocasión de caída. Si estás en el trabajo y sabes que viendo el teléfono celular vas a perder el tiempo que debieras aplicar a otras tareas, mejor no lo veas. Si sabes que entrando a internet y viendo páginas que no son decorosas te va a llevar a otro tipo de actos, mejor «quítate el ojo», es decir no lo veas. No des el primer paso en la pendiente inclinada. No tires la primera pieza del dominó. Porque una vez iniciado, detenerlo será muy difícil.
Nuestras manos, nuestros pies y nuestros ojos son aquí símbolo del actuar, del caminar, del ver. Si vamos a hacer algo malo, si vamos a ir a un lugar que no nos conviene, si vamos a ver algo que nos hará daño, es mejor arrancarlo de raíz, siempre tenemos esa opción. Por eso decía que no se trata de una mutilación física, sino un freno espiritual. Siempre podemos cuidar de no tirar la primera ficha, siempre podemos detener ese primer paso a la pendiente inclinada. Dios no nos quiere destruidos, Dios no nos quiere hundidos.
Que tus manos sirvan para abrazar y acariciar, que tus pasos sean siempre hacia el bien, que tus ojos conserven la mirada pura de un alma buena. Que Dios purifique nuestras obras, nuestros caminos, nuestra mirada. Así sea.
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