En mi libro “Durangueñeidad. El Orgullo de lo Nuestro” (edición 1997) refiero que en ocasión de una reunión de las ciudades que llevan por nombre Durango: en Vizcaya, España; Colorado, USA y México, empecé a estudiar el tema de la durangueñeidad.
Ahora en el 454 aniversario de la fundación de la ciudad, les comparto la semblanza de un personaje que no es de origen duranguense, pero su nombre está íntimamente ligado a la historia y geografía de la entidad. El Cerro de Mercado ha sido un elemento emblemático de nuestra ciudad capital.
GINEZ VÁZQUEZ DE MERCADO nació en Talavera de la reina, España, en fecha que no ha sido posible precisar, siendo sobrino y yerno de don Bernardino Vázquez de Tapia uno de los soldados españoles que acompañaron a Cortés en la conquista de México, desde muy temprana edad se trasladó a la Nueva España, estableciendo su lugar de residencia en Guadalajara, donde era propietario de varias casas de la ciudad y de ricas minas de Telolotán.
Al casarse con Ana Vázquez de Tapia, recibió de su tío la cantidad de sesenta mil pesos como dote, además de las minas de Tepic de la que doña Ana era propietaria.
Los oidores de Compostela (hoy Tepic) confiaron a don Ginez la conquista de la comarca ubicada al norte de la Nueva Galicia. Se le extendieron sus despachos nombrándolo capitán general y con carácter, regresó a Guadalajara para organizar su expedición, llevándola a cabo en contra de la opinión de su tío suegro y de su esposa doña Ana, quienes se oponían a ella porque la consideraban peligrosa, en la que Don Ginez no tenía porqué arriesgarse ya que era de una posición económica acomodada.
Salió de Guadalajara a la cabeza de su ejército, montado en un hermoso caballo castaño al que llamaba Zabía, que era de la casta de los caballos del gobernador Nuño Beltrán de Guzmán. Dicen las crónicas que al son de los tambores forrados de terciopelo morado y de pifanios de plata, marchaban Vázquez de Mercado en su caballo vestido también de terciopelo morado, calzado de júbon y cuera de lo mismo, adornándose con mucha plumería y luciendo sus armas con ostentación.
Se dirigió a la provincia de Xocotlán, situada entre Compostela y Guadalajara donde tuvo fuertes encuentros con los indios que lo atacaban constantemente.
Temeroso de que sus soldados lo abandonasen por lo inhóspito de la región y los ataques de los naturales, siguió su camino conducido por guías, quienes le habían ofrecido llevarle a las minas de Xocotlán. Ocho días permanecieron acampados sobre la rica mina y no la descubrieron porque los guías indígenas que llevaba, en lugar de enseñarles el lugar los desorientaban con derroteros falsos. Las tribus de la región advirtieron de las presiones de aquellos hombres blancos y organizándose rápidamente los atacaron en número de seis mil, tratando de acabar con ellos. Fue tan furioso el atraque de mucha vizarria, donde el capitán general mostró mucho valor, rompieron el sitio y finalmente vencieron a los indígenas. Vázquez de Mercado mandó luego un propio a Guadalajara para avisar de su victoria y de tener el envío de auxilios.
La expedición continuó su marcha buscando minas y al llegar a Tepic, unos indígenas chichimecas de Valparaíso le dijeron que tierra adentro, en unos grandes llanos había un cerro grandísimo todo de plata nativa; que fuese allá.
Con tal noticia, marchó don Ginez Vázquez de Mercado en busca de la montaña de plata maciza. Atravesó el valle de Valparaíso, llegó a Sombrerete, Chalchihuites y San Martín, sin que le llamara la atención las minas que había en esos lugares. Guiados por los indígenas de Valparaíso continuó su marca incansablemente hacia el oeste con rumbo al Valle del Guadiana. Cuéntese que al llegar a lo que ahora es la cuesta del Registro ya se ponía el sol, divisó el cerro de aspecto metálico que le ensañaban los guías y suspirando profundamente dijo: “Tenemos a la vista el país de nuestra aventura”
La noche los obligó a acampar en ese lugar y a la mañana siguiente los indios guías ya se habían marchado sin avisar. Vázquez de Mercado exclamó: “a buena hora se han marchado estos guías; entusiasmados y a la altura del medio día llegaron a pie de la mole de hierro. Eso sucedía un día del mes de diciembre de 1552. Enorme fue la sorpresa del capitán Don Ginez Vázquez de Mercado y sus acompañantes al advertir que esa montaña no era de plata sino de hierro.
En vano se exploró detenidamente por todas sus laderas, la plata anhelaba según la leyenda, se había convertido en fierro por la codicia y ambición de su descubridor.
Triste y decepcionado emprendió nuestro personaje el viaje de regreso y cuando acampaba cerca de Sombrerete, Zac. fue atacado por los indígenas de Saín donde perdieron la vida dos soldados españoles y el capitán quedó herido. A la mañana siguiente dieron sepultura a los nuestros en la Ciénega de Sombrerete y se curaron los heridos.
Murió en 1553 y su cadáver fue sepultado en el convento de San Francisco Juchipila, estado de Zacatecas. El cerro que descubrió lleva su nombre.