Estimados lectores, los saludo afectuosamente y, como cada semana, abordamos un tema interesante. Hoy hablaremos de ajedrez y política, a propósito de las próximas elecciones para la rectoría de la UJED.
La política y el ajedrez comparten tanto diferencias como similitudes. Los actores políticos son mucho más complejos que simples piezas sobre un tablero con valores nominales fijos. Sus motivaciones son diversas y sus necesidades cambiantes. Mientras que en el ajedrez un jaque mate termina el juego, en la vida pública el liderazgo es un proceso continuo que exige negociaciones, compromiso y diálogo constante, siempre con el propósito público de buscar el bien común.
La capacidad de cambiar de perspectiva, adaptarse y considerar otros puntos de vista es una de las virtudes de la política y la democracia. La vida política, llena de dinamismo y flexibilidad, puede compararse con las posiciones de la Escuela Contemporánea China en ajedrez, donde el enfoque no recae en el color de las piezas, sino en sus habilidades, actividad y alcance en el tablero. No se trata de "peones traidores", sino de piezas que quizás no logran cumplir eficazmente sus funciones dentro del equipo.
En realidad, tanto en el ajedrez como en la política, no existen "perdedores". Como una madre les decía a sus hijos tras una partida: “¿Cómo te fue: ganaste o aprendiste?” El ajedrez, la política y las instituciones en general no son entes fijos o inamovibles; están conformados por personas que se identifican con ideales, tiempos y procesos que se retroalimentan de decisiones pasadas. Perdemos la neutralidad y la integridad cuando hacemos reclamos sobre una supuesta falta de ética o imparcialidad en los procesos, sin comprender la evolución natural de estos, de recordar nuestros propios pasos o los resultados actuales de nuestra última decisión.
A menudo juzgamos el presente con los ojos del pasado; así, el anacronismo no es exclusivo de los historiadores. Autonomía y autenticidad se interpretan como derivaciones de eventos, costumbres o personajes del pasado. Sin embargo, la UJED de hoy no es la misma de hace unos años, ni siquiera de ayer. El personal actual de la UJED tiene en sus manos el destino de la universidad que queremos para los estudiantes, para nosotros mismos y para la comunidad duranguense. Hoy, la UJED es de todos.