(Onceava parte de 24)
La noche del día 9 de mayo de 1966 un grupo de 14 estudiantes duranguenses (ocho de la UJED y seis del Tecnológico), en una acción aparentemente improvisada tomaron por primera vez, simbólicamente, el Cerro de Mercado en donde permanecieron hasta el día siguiente hasta que fueron desalojados por el Ejército que aprehendió a algunos de ellos, mientras que otros lograron escapar.
Los detenidos fueron llevados ante el general Salvador Rangel Medina, comandante de la Décima Zona Militar con sede en la ciudad de Durango, quien no obstante tener antecedentes de ser un militar que actuaba con mano dura, tal y como ya lo había hecho ya antes en otras entidades federativas de la República había reprimido protestas populares, en esta ocasión dejó libres a los estudiantes no sin antes regañarlos paternalmente y a otros incluso pedirles: “que no cesaran en su lucha”.
Este fue el caso, por ejemplo, de José Luis Machado, dirigente estudiantil del Instituto Tecnológico de Durango (ITD) con quien el militar sostuvo la siguiente conversación:
“Ya está todo listo, el gobernador del estado está de acuerdo”; “¿De acuerdo de qué?”. Dijo: De hacer el movimiento”; “¿De veras?”, Chibeto Rosas entra, y que Lalo de la Peña también entra, ya los convencí a todos”, dijo. “Aquí tienen un aliado hijos de la chingada” dijo, “nada más no se me rajen”.
No general, no nos rajamos, de veras nos va a apoyar”. “Sí”. Pues ya con el apoyo de Rangel Medina, el arrojo nuestro, la complacencia de las fuerzas vivas que debe haberle dicho a Gilberto, si no apoyas a estos cabrones te voy a castrar o, tu gobernador esto… Entonces Rangel Medina, el arrojo nuestro se convierte en el eje de acción total de todo el movimiento, entonces de ahí empiezan a fluir recursos, entonces ya planeamos la toma del 2 de junio pero ya todo instrumentado”.
Falsa o verídica esta versión publicada por Santiago Amadeo Lucero González en su libro Más allá del espejo de la memoria. Los estudiantes universitarios de Durango: trayectorias institucionales y manifestaciones en la vida política y social, 1950-1966, (2002), lo cierto es que durante las siguientes tres semanas de la aparentemente improvisada acción del grupo estudiantil de los 14, ni las autoridades locales como tampoco las federales hicieron absolutamente nada para prevenir e impedir otra acción como la del 9 de mayo. Esto es, ni la policía ni el Ejército, como tampoco los temidos agentes de la Secretaría de Gobernación, siempre tan activos y audaces para infiltrarse, descubrir, denunciar y reprimir todo tipo de acciones consideradas como “subversivas”.
¿Qué fue lo que realmente pasó aquí? ¿O el gobierno local y los cuerpos represivos se confiaron demasiado en que los regañados estudiantes ya no volverían a hacer absolutamente nada en torno al Cerro de Mercado? o ¿lo supuestamente dicho el 10 de mayo por el general Rangel Medina al estudiante técnico Machado era completamente cierto?
Por la forma en la que posteriormente se desarrollaron la serie de acontecimientos en torno al Cerro de Mercado, esta última hipótesis pareciera ser la más acertada. Aunque aquí también surgen otras interrogantes que nunca han sido despejadas por ningún historiador o analista político del 66 duranguense.
¿Qué razones podría haber tenido el general Rangel Medina, quien ni siquiera era originario de Durango para inmiscuirse en un conflicto local de carácter meramente economicista? De haber estado involucrado, esta persona ¿actuó por la libre o con la anuencia del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa? ¿De haber tenido el apoyo de García Barragán, éste a su vez tuvo la anuencia del Presidente Díaz Ordaz para hacer lo que estaba haciendo? ¿Si la toma del Cerro de Mercado tenía la aprobación de Díaz Ordaz fue acaso con el fin de justificar más tarde el arbitrario cese del ingeniero Enrique Dupré Ceniceros como gobernador del estado, a consecuencia de una supuesta vendetta política tenida con él durante la sucesión presidencial de 1964?
¿Por qué, Díaz Ordaz, siendo un personaje políticamente inflexible y autoritario, nunca ordenó antes reprimir militarmente al movimiento estudiantil duranguense como en cambio sí lo hizo con muchas otras movilizaciones sociales que había habido antes o después de 1966 en México?
Hay que recordar que como presidente de la República Gustavo Díaz Ordaz utilizó cuantas veces quiso el garrote en contra de los movimientos sociales de la izquierda. Así, en 1965 acabó violentamente con el Movimiento Médico que se había iniciado un año antes.
Lo mismo hizo con el movimiento guerrillero de Ciudad Madera, Chihuahua, en septiembre de 1965, asesinando a todos sus integrantes; en octubre de 1966 allanó militarmente a la Universidad de Morelia; en abril de 1967 hizo exactamente lo mismo en la Universidad de Sonora; en febrero de 1968 otra vez utilizó al Ejército para disolver la “Marcha por la Ruta de la Libertad,” que partiría del estado de Guanajuato a la ciudad de Morelia a fin de demandar la liberación de los presos políticos que desde octubre de 1966 se encontraban recluidos en esta ciudad.
De la misma manera, Díaz Ordaz no dudó un solo instante en usar al Ejército, durante la madrugada del 30 de julio del mismo año para derribar de un bazukazo la histórica puerta del antiguo Colegio de San Idelfonso en donde se albergaban los planteles 1 y 3 de la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM.
Prácticas similares a las de esa madrugada también fueron avaladas por Díaz Ordaz el 28 de agosto de 1968 cuando el Ejército desalojó violentamente el Zócalo y más tarde llevó a cabo un supuesto acto de desagravio a la bandera nacional. Igualmente, el 18 de septiembre aprobó la toma militar de la Ciudad Universitaria de la UNAM y cinco días después las instalaciones del Casco de Santo Tomás del IPN. Y por supuesto Díaz Ordaz siempre estuvo orgulloso de masacrar a un mitin pacífico y dejar centenas de muertos, heridos y detenidos el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, entre otras acciones. (Continuará).
*Profesor e Investigador de Carrera en la UNAM. Email: elpozoleunam@hotmail.com