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Tal y como ya lo dijimos en la entrega anterior, luego de que el Congreso aprobó las mal llamadas reformas estructurales, Enrique Peña Nieto (EPN), promotor de las mismas, adquirió una relevancia más internacional que nacional, impresionante y como ningún otro mandatario mexicano de la etapa del neoliberalismo lo había logrado antes.
Así, en un artículo de la profesora e investigadora del Colmex Soledad Loaeza, publicado en La Jornada del 14 de sept. de 2014, describió la visión que hasta esos momentos aún se tenía sobre EPN quien luego”[…] de las iniciativas de reforma que ha presentado […] en materia política, educativa, fiscal, energética, ha sido motivo de muchas fiestas […]. Muchos se refieren al ‘extraordinario talento político’ de Enrique Peña Nieto, a su habilidad, a su sabiduría, a su eficaz estrategia, a su astucia, a su colmillo. En fin, se le atribuye un amplio repertorio de cualidades y atributos para explicar los acuerdos con las fuerzas políticas más importantes, que le permitieron sacar adelante sus propuestas”.
Efectivamente, todavía 21 meses después de haberse iniciado el sexenio de la que de facto fue la segunda alternancia entre el PRIAN, para la clase política que había encumbrado y legitimado el llamado “Pacto por México” de EPN, aglutinada tanto en el PRI como en los demás partidos de la oposición institucionalizada (PAN, PVEM, PANAL y PRD), todo parecía ser miel sobre hojuelas y por lo mismo, esperaban un sexenio muy halagüeño para sus respectivos intereses. Aunque lo cierto es que, en toda la clase política que suscribió el Pacto “por” México, había una falsa percepción de la realidad de ese momento, puesto que los días de ascenso y gloria del peñismo no iban a durar tanto tiempo y mucho menos perdurar hasta el resto del sexenio, como lo deseaban y esperaban todos ellos.
Será precisamente durante ese mes -septiembre de 2014-, cuando las movilizaciones sociales de diferentes sectores comenzaron a intensificarse, sacando a la palestra una amplia gama de problemas de diverso tipo y magnitud, al tiempo que también le dieron otra imagen y fisonomía al otrora aparentemente exitoso gobierno peñista.
Así, una de las primeras acciones que empezaron a evidenciar la otra realidad fue cuando EPN, ignorando la serie de problemas que ya antes se habían generado durante el sexenio de Vicente Fox, a principios del mes de septiembre del 2014, anunció que en el municipio de Texcoco llevaría a cabo la obra de infraestructura más grande e importante de su gobierno: la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM). Se trataba de una megaobra aunque demasiado costosa para el erario público nacional que se había decidido unilateralmente y sin previo estudio de los especialistas en la materia sobre las conveniencias e inconveniencias de la misma. Pese a esto, ya existía un listado de inversionistas, algunos de ellos muy cercanos a Peña como era el caso de su tío Alfredo del Mazo González, entonces la cabeza más visible del Grupo Atlacomulco, Jesús Alcántara también del Estado de México, Manuel Ángel Núñez Soto, exgobernador de Hidalgo, entre otros.
Aunque lo cierto es que esta mega construcción del NAICM en nada beneficiaría a la nación en general, tampoco a la Ciudad de México, ni a los campesinos de San Salvador Atenco que años antes se habían opuesto a un proyecto similar durante el foxismo, ni al ecosistema de la región.
Por eso, inmediatamente después de que EPN comunicó su ambicioso proyecto, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) de San Salvador Atenco, fue hasta la Ciudad de México a manifestarse públicamente en las calles, oponiéndose a esta determinación que los despojaba de sus tierras en las que ahora se estacionarían aviones, avionetas y helicópteros en vez de la siembra de maíz, frijol y calabazas.
El 18 de septiembre, la revista Esquire dio a conocer las declaraciones de un testigo de la ejecución de 22 personas supuestamente integrantes de una banda de secuestradores, que había tenido lugar varias semanas antes (30 de junio), en el poblado de Tlatlaya, Estado de México, quien aseguró que dichas muertes no fueron el resultado de un enfrentamiento con el Ejército, tal y como oficialmente se había dicho, sino porque los militares les dispararon a los presuntos delincuentes, pese a que éstos ya se habían rendido. La versión del testigo se hizo aún más creíble luego de que criminólogos afirmaron que los disparos se habían efectuado a corta distancia.
Empero, el fenómeno social sin duda alguna más emblemático y que de hecho se convirtió en el verdadero parteaguas entre el “exitoso” y fallido gobierno peñista, fue la brutal represión que durante la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre llevó a cabo la policía del municipio de Iguala, Guerrero, conjuntamente con un grupo de sicarios del cartel “Guerreros Unidos”, en contra de un grupo de estudiantes de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa, dejando un saldo de seis personas muertas (incluyendo a un jugador de un equipo de futbol ajeno a los normalistas), 25 heridos y 43 desaparecidos.
La ENR de Ayotzinapa, hermana gemela de la de Aguilera (esta última orgullosamente mi segunda Alma Mater después del Internado No. 8 “Profa. Juana Villalobos” y antes que la UNAM) fue fundada en 1926, inicialmente como Escuela Central Agrícola, hoy en día es una de las 16 Escuelas Normales Rurales (ENR) que aún quedan abiertas en el país, luego de que, durante el verano de 1969, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz determinara acabar con 14 de ellas. Al igual que las otras 15 Normales Rurales, históricamente Ayotzinapa ha sido un plantel destinado, fundamentalmente, para los hijos de los sectores más pobres de la nación como son los campesinos. Y, por eso mismo, es entendible el porqué de la acentuada politización y permanente rebeldía de los estudiantes de ésta y las demás ENR.
Los hechos de Iguala que curiosamente se empataron con la muerte por cáncer de nuestro compañero del Politécnico Raúl Álvarez Garín, el histórico y para mí más connotado dirigente estudiantil del 68 mexicano, así como con la marcha del 46 aniversario de la masacre de Tlatelolco, poco a poco se fueron conociendo nacional e internacionalmente hasta convertirse en uno de los acontecimientos sociopolíticos más relevantes, sino es que el más impactante del año 2014 en México y por lo menos en América Latina.
De esta manera, entre el 8 de octubre y el 20 de noviembre de 2014, encabezados por la UNAM y el Instituto Politécnico, las dos principales instituciones de educación superior del país se efectuaron una serie de paros y marchas que de inmediato fueron secundadas por centenares de escuelas de enseñanza media y superior, públicas y aún privadas de toda la nación, para exigir la presentación con vida de los estudiantes desaparecidos. Todos estos paros y huelgas estudiantiles fueron complementadas con marchas y mítines multitudinarios en donde por lo general siempre se escucharon las consignas: “¡Vivos se los llevaron, y vivos los queremos!”, “¡Nos faltan 43!”, “¡Fue el Estado!”, “¡Fuera Peña!”, etcétera.
Es importante destacar que en la historia del Movimiento Estudiantil mexicano nunca antes se había visto tanta solidaridad e indignación tan inmediata en los medios estudiantiles nacionales y aun internacionales como los observados por la noche de Iguala y la desaparición de los 43 normalistas.
Pero no obstante la gravedad del caso Ayotzinapa y con el pretexto de que se trataba de un problema local del estado de Guerrero y que por lo mismo debería ser atendido por las autoridades de esa entidad, en un primer momento EPN subestimó totalmente la gravedad de los hechos y se fue de viaje a China, en compañía de una aparatosa y costosa comitiva en la que también se incluyó a su esposa Angélica Rivera y hasta al maquillista de ésta como en cada viaje lo hacía, aprovechando el amplio espacio del lujoso avión presidencial que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa le había comprado poco antes de abandonar el cargo para dejárselo y congraciarse con su sucesor.
Por eso, no fue sino hasta 10 días después de la terrible tragedia cuando el gobierno federal retomó formalmente las riendas del caso y asumió los costos políticos de la misma. En esta tesitura, un mes después, el día 7 de noviembre de 2014, Jesús Murillo Karam, titular de la PGR y encargado de realizar la investigación sobre los hechos, en una conferencia de prensa dio a conocer la que de facto sería considerada como “La verdad histórica” o versión oficial del gobierno federal y en la que el procurador señaló que el día de los hechos, una vez que la policía detuvo a los jóvenes, éstos fueron entregados a los sicarios del cártel de los Guerreros Unidos, quienes a su vez se los llevaron al municipio de Cocula en donde finalmente los asesinaron después de haberlos interrogado.
Acto seguido, en un paraje cercano al tiradero de basura de ese municipio, los sicarios los incineraron con leña y diésel durante casi 12 horas. Tras la incineración, las cenizas fueron guardaron en bolsas que posteriormente se arrojaron al río. Y por eso, concluyó el funcionario gubernamental, la identificación de los estudiantes muertos sería muy difícil. Pero no obstante tratarse de la versión oficial, nada de lo dicho por Murillo Karam podía ser creíble ni tener ninguna lógica. Sin embargo, después de su fantasiosa versión, el procurador expresó: “Ya me cansé” y poco tiempo después renunció a su cargo.
Al respecto de Ayotzinapa, Alfonso Zarate señala en su libro Un gobierno fallido: escribe: “Los aciertos iniciales de la administración se desdibujaron, las redes sociales hicieron escarnio del presidente y su círculo cercano y los medios de comunicación más influyentes del mundo -los mismos que habían pregonado el Mexican momento y dedicado sus portadas a Peña Nieto (“Saving México” en la revista Time)- sustituyeron su visión laudatoria por un diagnóstico muy severo “el presidente no entiende que no entiende”, decretó la revista británica The Economist”. En síntesis, para Enrique Peña Nieto, Ayotzinapa resultó ser lo que Tlatelolco fue para Gustavo Díaz Ordaz: su total debacle.
Pero la debacle del Golden Boy de Atlacomulco no sólo fue generada por las reformas estructurales, la privatización del petróleo y la electricidad, Tlatlaya, Ayotzinapa, el NAICM, la represión contra el magisterio, sus suntuosos viajes al extranjero, etcétera, sino también por otra serie de cosas a las que nos referimos en la última entrega de esta serie de trabajos sobre las vicisitudes de la transición democrática a medio siglo del 68 mexicano.
* Profesor e investigador de carrera en la UNAM. Email: elpozoleunam@hotmail.com