/ domingo 8 de septiembre de 2024

¿Lástima o compasión?

Aunque procuré acallar mi conciencia con los argumentos de siempre, aquella imagen perturbadora, culto a la degradación de la dignidad humana, todavía me persigue. Fue apenas hace un par de semanas, a plena luz del día en uno de los camellones de Dolores del Río a la altura de la Plazuela.

Un hombre, en evidentes condiciones deplorables de salud mental, totalmente desprovisto de ropa, estaba defecando cuál mamífero en cuatro patas. Quisiera decirles que me bajé del transporte público, lo cubrí, lo limpié y lo atendí. Pero no es la verdad. Solo se me revolvió el estómago hasta las nauseas pero no hice nada al respecto. Tuve “lastima”.

Existe una gran diferencia entre la lástima y la compasión. La lástima está asociada a un sentimiento, la compasión a una acción. La lástima te sitúa en un lugar de superioridad, del “altruismo barato” que te lleva a decir “pobrecito”. Compasión te moviliza para mitigar el sufrimiento de la otra persona, porque tu mismo te ves a la par, alcanzado por la gracia y bondad de Dios.

Compasión es lo que experimentó nuestro Señor durante su ministerio terrenal quien no solo se “dolía” por la necesidad sino que se dejaba usar por el Padre para mitigar el dolor de la gente: “Jesús recorría todos los pueblos y las ciudades. Enseñaba en las sinagogas, anunciaba las buenas noticias del reino de Dios, y sanaba a la gente que sufría de dolores y de enfermedades. Y al ver la gran cantidad de gente que lo seguía, Jesús sintió mucha compasión, porque vio que era gente confundida, que no tenía quien la defendiera. ¡Parecían un rebaño de ovejas sin pastor!” (Mateo‬ ‭9‬:‭35‬-‭36‬ ‭TLA‬‬)

Es imposible estar lleno del Espíritu Santo y no ser movido a compasión. Ese día yo no lo estaba. Espero una nueva oportunidad.


leonardolombar@gmail.com