/ domingo 1 de diciembre de 2024

¡Levanten la cabeza!

Uno de los rasgos que destacan en los deportistas de alto nivel, es su capacidad para mirar hacia el frente, a profundidad. No se concibe a un buen futbolista, basquetbolista , etc., que mantenga fija su mirada en el balón, sin mirar hacia dónde va la jugada. Los buenos entrenadores siempre alientan a los jugadores a “levantar la cabeza”, a mirar hacia el frente, más allá del solo lugar que están ocupando.

En el juego de nuestra propia vida se trata de aprender a hacer algo semejante, no podemos permanecer con la mirada agachada, jorobados por el peso de las preocupaciones, sin mirar hacia adelante, es decir, hacia el futuro, ¡hay que levantar la cabeza, es la hora de nuestra liberación!

Iniciamos nuevamente el tiempo de adviento, este bello espacio que se nos ofrece de preparación para celebrar la navidad. Y más que ser un tiempo de espera aburrida y tediosa es un tiempo de esperanza. Un tiempo, podríamos decir, de reparación, de dejar las cargas acumuladas en el año para mirar hacia el frente, al futuro, de reiniciar la esperanza.

El gran poeta Leopardi tiene un cuento que narra el diálogo de un vendedor de calendarios y un paseante en el que destacan especialmente el papel de la esperanza en el futuro:

VENDEDOR. ¡Calendarios nuevos! ¿Un almanaque, señor?

TRANSEÚNTE. ¿Son para el año nuevo?

VENDEDOR. Sí, señor.

TRANSEÚNTE. ¿Crees que tendremos un año nuevo feliz?

VENDEDOR. Sí, caballero, sí, por supuesto.

TRANSEÚNTE. ¿Como el año que acaba de pasar?

VENDEDOR. Más, más todavía.

TRANSEÚNTE. ¿Como el anterior?

VENDEDOR. Más todavía, caballero.

TRANSEÚNTE. ¿Como cuál, entonces? ¿No te gustaría que el año nuevo fuera como alguno de estos últimos años?

VENDEDOR. No, señor, eso no me gustaría.

TRANSEÚNTE. ¿Cuántos años nuevos pasaron desde que empezaste a vender almanaques?

VENDEDOR. Van a ser veinte años, caballero.

TRANSEÚNTE. ¿A cuál de esos veinte años te gustaría que se pareciera el año que viene?

VENDEDOR. ¿Cuál me gustaría a mí? No, no sabría decirle.

TRANSEÚNTE. ¿No recuerdas alguno en especial, que te haya parecido feliz?

VENDEDOR. La verdad, no, caballero.

TRANSEÚNTE. Pero la vida es bella, ¿no es cierto?

VENDEDOR. Eso ya se sabe.

TRANSEÚNTE. ¿No volverías a vivir esos veinte años, e incluso todo el tiempo que pasó desde que naciste?

VENDEDOR. ¡Ah, estimado señor, ojalá se pudiera!

TRANSEÚNTE. Pero ¿si tuvieras que volver a vivir la vida que ya viviste, exactamente igual, con todos sus placeres y dolores?

VENDEDOR. No, no, eso no quisiera.

TRANSEÚNTE. ¿Y qué otra vida quisieras volver a vivir? ¿La vida que tengo yo, o la del príncipe, o la de algún otro? ¿No crees que tanto yo como el príncipe o cualquier otro responderíamos igual que tú, con esas mismas palabras, que si tuviéramos que repetir lo ya vivido, no nos gustaría volver al pasado?

VENDEDOR. Bueno, sí, eso creo.

TRANSEÚNTE. Entonces, ¿no volverías atrás, si la condición es ésta y no otra?

VENDEDOR. No, señor, en serio, no volvería.

TRANSEÚNTE. ¿Qué vida quisieras, entonces?

VENDEDOR. La vida que Dios me diera, sin otras condiciones.

TRANSEÚNTE. ¿Una vida librada al azar, sin saber nada de antemano, como no se sabe nada del año nuevo?

VENDEDOR. Sí, así es.

TRANSEÚNTE. Lo mismo quisiera yo si pudiera vivir de nuevo, y creo que todos. Esto indica que el azar, en lo que fue del año, trató mal a todo el mundo. Y se ve claramente que cada uno opina que el mal fue mucho mayor y mucho más grave que el bien que le tocó en suerte. Si la condición para recuperar la vida desde el comienzo incluyera todo lo malo y lo bueno, a nadie le gustaría volver a nacer. La vida bella no es la que se conoce, sino la que no se conoce. No es la vida pasada, sino la futura. Con el año nuevo, el azar nos tratará bien a los dos, y a todos, y comenzará la vida feliz. ¿No es cierto?

VENDEDOR. Espero que sí.

TRANSEÚNTE. Entonces, muéstrame el almanaque más bonito que tengas.

VENDEDOR. Tome, caballero. Son treinta centavos.

TRANSEÚNTE. Aquí los tienes.

VENDEDOR. Gracias, caballero, hasta pronto. ¡Almanaques, almanaques nuevos! ¡Calendarios nuevos!

Qué gran enseñanza, la vida bella no es la que se conoce, no es la vida pasada, sino la futura. Por eso no podemos vivir encerrados en el pasado, mirando solo hacia atrás, o hacia abajo, hundidos. La depresión es vivir en el pasado, una gran enfermedad de nuestro tiempo. La esperanza es novedad, es levantar la cabeza, mirar al futuro con todas sus posibilidades. Eso es el adviento. Se vislumbra una esperanza nueva que nos ilumina, que le da sentido a nuestra vida. Por eso, la Liturgia de la Palabra, la Sagrada Escritura siempre se abre al futuro. El profeta Jeremías anuncia: “Se acercan días… cumpliré la promesa… haré nacer… ejercerá justicia…” (cf. Jr 33,14-16). Son verbos en futuro. Y el evangelista San Lucas dice, con una claridad asombrosa: “Pongan atención, levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación” (cf. Lc 21,27). Levanten la cabeza hacia el futuro, hacia las cosas nuevas, hacia la esperanza. La esperanza es el motor de la vida, por eso estamos llamados a renovar nuestra esperanza.

Ahora bien, es muy bonito pensar en nuestra esperanza. Pero también podemos pensar en un segundo sentido: hay quienes esperan en nosotros. Renuevo la esperanza, pero también en mí renuevan su esperanza. Imaginemos por un momento que Dios nos está mirando. ¿Con qué ojos nos mirará? Yo pienso que con ojos de esperanza. Así es. Dios tiene esperanza en nosotros. Eso también es adviento. Yo renuevo la esperanza en Dios y Dios renueva su esperanza en mí. Qué bonita manera de alentarnos a mirar al futuro, a levantar la cabeza, a empezar de nuevo.

Así que “Pongan atención, levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”.

Uno de los rasgos que destacan en los deportistas de alto nivel, es su capacidad para mirar hacia el frente, a profundidad. No se concibe a un buen futbolista, basquetbolista , etc., que mantenga fija su mirada en el balón, sin mirar hacia dónde va la jugada. Los buenos entrenadores siempre alientan a los jugadores a “levantar la cabeza”, a mirar hacia el frente, más allá del solo lugar que están ocupando.

En el juego de nuestra propia vida se trata de aprender a hacer algo semejante, no podemos permanecer con la mirada agachada, jorobados por el peso de las preocupaciones, sin mirar hacia adelante, es decir, hacia el futuro, ¡hay que levantar la cabeza, es la hora de nuestra liberación!

Iniciamos nuevamente el tiempo de adviento, este bello espacio que se nos ofrece de preparación para celebrar la navidad. Y más que ser un tiempo de espera aburrida y tediosa es un tiempo de esperanza. Un tiempo, podríamos decir, de reparación, de dejar las cargas acumuladas en el año para mirar hacia el frente, al futuro, de reiniciar la esperanza.

El gran poeta Leopardi tiene un cuento que narra el diálogo de un vendedor de calendarios y un paseante en el que destacan especialmente el papel de la esperanza en el futuro:

VENDEDOR. ¡Calendarios nuevos! ¿Un almanaque, señor?

TRANSEÚNTE. ¿Son para el año nuevo?

VENDEDOR. Sí, señor.

TRANSEÚNTE. ¿Crees que tendremos un año nuevo feliz?

VENDEDOR. Sí, caballero, sí, por supuesto.

TRANSEÚNTE. ¿Como el año que acaba de pasar?

VENDEDOR. Más, más todavía.

TRANSEÚNTE. ¿Como el anterior?

VENDEDOR. Más todavía, caballero.

TRANSEÚNTE. ¿Como cuál, entonces? ¿No te gustaría que el año nuevo fuera como alguno de estos últimos años?

VENDEDOR. No, señor, eso no me gustaría.

TRANSEÚNTE. ¿Cuántos años nuevos pasaron desde que empezaste a vender almanaques?

VENDEDOR. Van a ser veinte años, caballero.

TRANSEÚNTE. ¿A cuál de esos veinte años te gustaría que se pareciera el año que viene?

VENDEDOR. ¿Cuál me gustaría a mí? No, no sabría decirle.

TRANSEÚNTE. ¿No recuerdas alguno en especial, que te haya parecido feliz?

VENDEDOR. La verdad, no, caballero.

TRANSEÚNTE. Pero la vida es bella, ¿no es cierto?

VENDEDOR. Eso ya se sabe.

TRANSEÚNTE. ¿No volverías a vivir esos veinte años, e incluso todo el tiempo que pasó desde que naciste?

VENDEDOR. ¡Ah, estimado señor, ojalá se pudiera!

TRANSEÚNTE. Pero ¿si tuvieras que volver a vivir la vida que ya viviste, exactamente igual, con todos sus placeres y dolores?

VENDEDOR. No, no, eso no quisiera.

TRANSEÚNTE. ¿Y qué otra vida quisieras volver a vivir? ¿La vida que tengo yo, o la del príncipe, o la de algún otro? ¿No crees que tanto yo como el príncipe o cualquier otro responderíamos igual que tú, con esas mismas palabras, que si tuviéramos que repetir lo ya vivido, no nos gustaría volver al pasado?

VENDEDOR. Bueno, sí, eso creo.

TRANSEÚNTE. Entonces, ¿no volverías atrás, si la condición es ésta y no otra?

VENDEDOR. No, señor, en serio, no volvería.

TRANSEÚNTE. ¿Qué vida quisieras, entonces?

VENDEDOR. La vida que Dios me diera, sin otras condiciones.

TRANSEÚNTE. ¿Una vida librada al azar, sin saber nada de antemano, como no se sabe nada del año nuevo?

VENDEDOR. Sí, así es.

TRANSEÚNTE. Lo mismo quisiera yo si pudiera vivir de nuevo, y creo que todos. Esto indica que el azar, en lo que fue del año, trató mal a todo el mundo. Y se ve claramente que cada uno opina que el mal fue mucho mayor y mucho más grave que el bien que le tocó en suerte. Si la condición para recuperar la vida desde el comienzo incluyera todo lo malo y lo bueno, a nadie le gustaría volver a nacer. La vida bella no es la que se conoce, sino la que no se conoce. No es la vida pasada, sino la futura. Con el año nuevo, el azar nos tratará bien a los dos, y a todos, y comenzará la vida feliz. ¿No es cierto?

VENDEDOR. Espero que sí.

TRANSEÚNTE. Entonces, muéstrame el almanaque más bonito que tengas.

VENDEDOR. Tome, caballero. Son treinta centavos.

TRANSEÚNTE. Aquí los tienes.

VENDEDOR. Gracias, caballero, hasta pronto. ¡Almanaques, almanaques nuevos! ¡Calendarios nuevos!

Qué gran enseñanza, la vida bella no es la que se conoce, no es la vida pasada, sino la futura. Por eso no podemos vivir encerrados en el pasado, mirando solo hacia atrás, o hacia abajo, hundidos. La depresión es vivir en el pasado, una gran enfermedad de nuestro tiempo. La esperanza es novedad, es levantar la cabeza, mirar al futuro con todas sus posibilidades. Eso es el adviento. Se vislumbra una esperanza nueva que nos ilumina, que le da sentido a nuestra vida. Por eso, la Liturgia de la Palabra, la Sagrada Escritura siempre se abre al futuro. El profeta Jeremías anuncia: “Se acercan días… cumpliré la promesa… haré nacer… ejercerá justicia…” (cf. Jr 33,14-16). Son verbos en futuro. Y el evangelista San Lucas dice, con una claridad asombrosa: “Pongan atención, levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación” (cf. Lc 21,27). Levanten la cabeza hacia el futuro, hacia las cosas nuevas, hacia la esperanza. La esperanza es el motor de la vida, por eso estamos llamados a renovar nuestra esperanza.

Ahora bien, es muy bonito pensar en nuestra esperanza. Pero también podemos pensar en un segundo sentido: hay quienes esperan en nosotros. Renuevo la esperanza, pero también en mí renuevan su esperanza. Imaginemos por un momento que Dios nos está mirando. ¿Con qué ojos nos mirará? Yo pienso que con ojos de esperanza. Así es. Dios tiene esperanza en nosotros. Eso también es adviento. Yo renuevo la esperanza en Dios y Dios renueva su esperanza en mí. Qué bonita manera de alentarnos a mirar al futuro, a levantar la cabeza, a empezar de nuevo.

Así que “Pongan atención, levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”.

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