En esa reyerta, sin duda que los más raspados serán los magistrados, dado que el presidente machaca y machaca en señalar los añejos males que aquejan a la Corte y que ésta, para darle la razón, insiste en castigar las leyes, concediendo amparos a gobernadores corruptos, detener leyes a favor del pueblo y otorgar la razón a una oposición rapaz, así como liberar cuentas a favor de familiares de delincuentes encarcelados en EUA, sin quedarse atrás la liberación pronta y expedita a criminales de alta peligrosidad.
De ahí que en este artículo, nos concretaremos a señalar sólo el caso de los inocentes que por falta de dinero no tienen acceso a la justicia.
Y ahí está el gigante espejo de la Suprema Corte, donde se reflejan los múltiples rostros que se debaten y pudren en las cárceles y que pagan las penas por los que cometen las peores fechorías, perdonadas por sus representantes que sancionan y dictaminan a su favor, dada la cultura de una justicia otorgada por la paga y negada a quien no puede comprarla.
En la regla de la venta de la justicia, su premisa es única, porque en ésta no existe la excepción. Todos los jueces ante el poderoso caballero se doblan. Por eso no es extraño ver a los altos dignatarios de la Suprema Corte, comportarse como vulgares hampones que se atrincheran, no para defender la mística de su cometido, sino la escandalosa cuantía del botín que las siglas de la institución les ha otorgado, para que vivan como reyes y cuya palabra sólo impere a favor de las mafias del poder, o de los que tienen con qué pagar a éstas, para no ser castigadas por la vara de la justicia.
Y ahí los vemos ostentando su alta dependencia a la oposición corrupta, su gran sometimiento y contubernio con los capos del crimen, que la han sometido y avasallado para que no se aplique la justicia donde hay dinero y deje caer todo el peso de ella, donde no hay delito que perseguir. Destrozando así, inocencias a las que sin piedad se les aplican largas condenas para que desquiten los montones de billetes que pagan los criminales, para que sus sustitutos bajo tortura los eximan de culpa y pena.
Ante esa desafortunada realidad, difícil sería discrepar del líder de la bancada legislativa de Morena, diputado Ignacio Mier, quien sin prejuicios ni tapujos expusiera: “No hay justicia en nuestro país, porque los responsables del poder judicial no están del lado del pueblo, sino del lado del poder y del dinero”.
De ahí que, el símbolo de la balanza se achique ante el signo de pesos y no haya una pizca que salve a nuestro país de padecer la corrupción más grande del mundo, ya que el que tiene dinero logra ganar el juicio y el que no, es víctima de la imposición de penas de cualquier tipo y eso es suficiente para que enfrente largos y terribles procesos de encarcelamiento. Y he ahí, atiborrados de inocentes los infiernos carcelarios, administrados por cancerberos del crimen organizado ante la sordera y ceguera de la Suprema Corte y cáfila de jueces de todo el país.
En ese terrible escenario más de contras que de pros, aparecen los aliados y beneficiarios, decididos a tirarse a fondo a su favor: la oposición política de prianistas acompañados de membretes civiles que vuelven a canturrear: ¡La corrupción no se toca! Y así en ese andamiaje van construyendo una narrativa electorera que propone defender a una banda de pillos, que más adelante necesitan para que legitime el triunfo imaginario que ya sienten en la bolsa, aunque las encuestas digan lo contrario.
Saben que en la acera de enfrente, poseen armas de mayor calibre y que por supuesto que no les darán espacio ni tiempo para que cobren ventaja. Sin embargo, su impotencia y odio que los une en contra del presidente, los motiva a que se aferren en sus afanes de defender lo indefendible, aliándose entre mafiosos y entregando toda su energía para tratar de desodorizar el saco nauseabundo de pus con el que Norma Piña contamina todo el país.
Y aunque los exagerados fideicomisos no son defendibles, la podredumbre de la oposición se tira a las calles, para gritar desgastadas consignas. Unas para desviar el fondo verdadero de los usos y abusos de los fideicomisos por parte de los magistrados y otros para tratar de agarrar aire y reanimar a la botarga, que por supuesto en esa defensa a la corrupción va a acabar de desinflarse.