“El mundo mismo es la voluntad de poder”
-Friedrich Nietzsche
Claudia Sheinbaum es ya la presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. En un par de eventos simbólicos y significativos que tuvieron lugar el pasado 1o. de octubre, Sheinbaum rindió primero protesta ante la Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión y, después, recibió el bastón de mando, emblemático objeto que entraña de alguna manera la unión del gobierno con las comunidades indígenas. No sin pocas alusiones al ex presidente Andrés Manuel López Obrador así como a la llamada Cuarta Transformación, en ambos actos públicos la nueva mandataria reivindicó los principios que llevaron al Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) al poder, tales como la necesidad de no mentir, no robar y no traicionar, la austeridad republicana y el epíteto tan exitoso -al menos en el discurso y en el imaginario social- de “primero los pobres”.
La presidenta Sheinbaum empieza su sexenio con una altísima legitimidad y con probabilidades muy altas de llevar a cabo su proyecto de gobierno, teniendo incluso la mayoría calificada en el Congreso -contando para ello con la ayuda de algunos legisladores santimbanquis que han migrado de una posición política a otra, lo cual no debería extrañarnos porque forma parte desde hace bastante tiempo de la praxis parlamentaria, ya sea para bien o para mal-, la cual le permitirá llevar a cabo reformas constitucionales al menos en la primera parte de su gestión, tal y como quedó demostrado con la controvertida reforma al Poder Judicial.
Científica, ambientalista, especialista en energías limpias, recordada por un gobierno aceptable en la Ciudad de México y, sobre todo, mujer: así llega la otrora gobernante de la capital del país a tomar el timón de un barco que cuenta con un muy amplio respaldo social, sobre todo a partir de los programas y apoyos sociales que AMLO convirtió en uno de los ejes de su periodo presidencial. El propio AMLO deja pendientes muy marcados en alguna materia como la seguridad pública, además de que la economía, oscilante en sí misma y dependiente de lo que suceda en los mercados internacionales, siempre es un tópico complejo. Pero como lo demostraron las urnas el pasado 2 de junio, la mayoría de la población en México está contenta con este modelo político, económico y social, por lo que Claudia empezará lo que coloquialmente se ha llamado el segundo piso de la 4T.
Vienen semanas, entonces, si no es que meses, de una auténtica luna de miel para la presidenta Sheinbaum, si bien es cierto que hay varios temas que deben atenderse con urgencia, como es la crisis de seguridad pública que se vive en algunas entidades federativas. Será hasta 2027 cuando de manera formal esa luna de miel pueda acabar, si es que el electorado decide quitarle la mayoría absoluta con la que cuenta el partido oficial. Por ello es que el primer trienio de la nueva titular del Poder Ejecutivo Federal es crucial para impulsar las reformas, políticas y planes de gobierno que vislumbre en estos primeros momentos del sexenio, a sabiendas de que es incierto el resultado de las elecciones intermedias que tendrán verificativo dentro de tres años más.
En la luna de miel, es propicio que la presidenta Sheinbaum genere la interlocución necesaria con los distintos sectores sociales, sobre todo con la oposición y con aquellos colectivos que no sufragaron por ella, pues gobernará para todas y todos los mexicanos. Hay que recordar que la democracia implica un máximo de consenso y un mínimo de imposición, por lo que a todo el país le convendría que estuviese a la altura de las circunstancias.