No pocas ocasiones hemos preguntado ¿Por qué otras especies han desaparecido de la faz de la tierra? Generalmente los expertos nos dicen deberse a causas naturales.
En los últimos 100 años las especies de vertebrados que se han extinguido, debieron desaparecer, si nos hubiésemos mantenido en la ruta de la extinción natural, en por lo menos 10 mil años, pero la intervención directa o indirecta del hombre ha acelerado estos cambios en forma negativa.
Es desalentador ver cómo los seres humanos no sólo destruimos a otros animales, sino también como nos hemos convertido en depredadores de nuestra infancia, de nuestro futuro.
Muchos de nuestros niños, niñas y adolescentes sufren violencia física, sexual y psicológica en diversas entidades del país, así los casos más recientes reflejan cómo una niña de 7 años se debate entre la vida y la muerte por los golpes de sus padres, su tío y su abuela y su hermanita murió asfixiada. Otra pequeña de 10 años fue abusada por un ex funcionario municipal y pese a la flagrancia, un juez pretendió liberar a su agresor.
Otra menor fue alcoholizada en Zacatecas y después violada y mediante tráfico de influencias se pretende que el autor de la violación no pague por el delito que cometió.
Mientras en Mexicali, otra menor de 16 años fue calcinada en la vía pública, por tres hombres y una mujer, quienes tras apuñalarla y tundirla a golpes, incendiaron su cadáver, sin mayor miramiento.
En Chiapas, una adolescente indígena fue violada y asesinada y en Jalisco otra adolescente de sólo 12 años, tas ser violada fue asesinada y abandonada en un cultivo de caña.
Así las escenas que corresponden a Puerto Vallarta, Zacatecas, Mexicali y muchas más que se extienden a todo lo ancho y largo del país, nos muestran una realidad social devastada que durante décadas ha ido en aumento y que gobernantes, autoridades y representantes sociales han querido ocultar, como si por no ser públicas no sucedieran, causando dolor, desesperanza y resentimiento entre las víctimas. Actos violentos, crueles e inhumanos que dan cuenta de la necesidad de fortalecer la atención que deben brindar las autoridades de las Procuradurías municipales y estatales de la Defensa del Menor y la Familia, las fiscalías y los sistemas de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes.
También el Poder Judicial desde cualquiera de sus niveles debe revisar en sus Consejos de la Judicatura la obligación que tienen quienes imparten justicia de no exculpar a los implicados, pese a existir flagrancia y por encima de la premisa del interés superior de la niñez.
Hace más de 10 años que existe una obligatoriedad en toda la cadena de procuración y aplicación de justicia, con relación a la capacitación obligatoria de las y los servidores públicos con perspectiva de género, misma que no se observa en muchas de las actuaciones de ministerios públicos, médicos legistas, fiscales y jueces.
Como persona he vivido convencida que es mejor prevenir que lamentar, como médica prevenir que curar y como legisladora no podría ser de otra manera. Es necesario impulsar una cultura de prevención, humana y solidaria. Fortalecer principios sociales muy firmes que se generen en la familia, se continúen en las instituciones educativas, sociales y de gobierno. Nuestros niños deben crecer con la capacidad de valorar la vida de las mujeres y nuestras niñas con la fuerza de auto valorarse, y los adultos quienes somos responsables de cuidar a nuestros cachorros el fomentar día a día el amor y la protección de los unos a los otros.
Como secretaria de los Derechos de la Niñez y de la Adolescencia de ser necesario impulsaré una reforma al Código Penal Federal y exhortaré a los Congresos Locales para hacer lo propio, nuestros niños, niñas y adolescentes no son sólo el futuro, sino nuestro presente y este presente conformado por 30 millones de seres humanos, no puede seguir siendo vejado y mutilado por una sociedad omisa, que cómodamente cierra los ojos sin ver el sufrimiento, se tapa los oídos para no escuchar los gritos de dolor y no es capaz de alzar la voz para exigir justicia.