Ante el intempestivo cierre de las escuelas, como medida preventorial para evitar la propagación de una pandemia mundial, que se anticipaba de altísimo contagio y mortandad entre la población de todas las edades, los sistemas educativos del mundo, en sus distintos tipos, niveles y modalidades educativos, tuvieron que adaptar el proceso de enseñanza-aprendizaje de sus ciclos escolares.
Estableciendo distintas estrategias didácticas que combinaron recursos y medios de la educación abierta, la educación a distancia y la educación virtual, lo que generó una serie de problemáticas muy complejas, que los maestros tuvieron que resolver con ingenio, creatividad y los materiales a su alcance.
Uno de esos problemas consistió en la conectividad, pues en muchas regiones del mundo no toda la población tiene acceso a la red de internet o a servicios multimedia o telefónicos. Además, en muchos casos, aún y cuando se cuenta con esos servicios la señal es muy deficiente y no se logra recibir ni enviar con plenitud la información requerida en los procesos de aprender en casa, diseñados para que los estudiantes en el confinamiento de sus hogares pudiesen seguir recibiendo sus clases y continuar con sus estudios, a fin de no perder el ciclo escolar.
Otro problema no menos importante fue que una gran cantidad de maestros carecían de las competencias necesarias para diseñar, impartir y evaluar una clase por medios alternativos, distintos a la tradicional cátedra de enseñanza, por lo que trasladar el proceso de enseñanza-aprendizaje de un aula real a un aula virtual, o a las plataformas de autoaprendizaje o las redes sociales, se convirtió en todo un reto, pues tuvieron que aprender sobre la marcha el uso de las tecnologías de la información y la comunicación para establecer y mantener el contacto con sus estudiantes y cumplir con lo programado en los planes y programas de estudio.
Un problema adicional consistió en una parálisis temporal de los sistemas educativos, los cuales requirieron de algunas semanas para reprogramar, rediseñar y producir nuevos materiales educativos, adecuados a una nueva realidad escolar, en la que ya no se tenía ni a los estudiantes ni a los maestros cautivos en el espacio de un aula cerrada, sino que el espectro de enseñanza-aprendizaje se abrió a tantos hogares como estudiantes atendía cada maestro antes de la contingencia por la pandemia.
Cabe reconocer que la gran mayoría de maestros desde la educación preescolar, primaria, secundaria, bachillerato, educación superior y posgrado se esforzaron por ayudar a sus estudiantes para que no perdieran el ciclo escolar y acreditaran el grado o programa académico que estaban cursando; sin embargo, también hay que señalarlo, existió mucha simulación, así como incapacidad para atender las tareas y carencia de servicio de internet o telecomunicaciones en regiones aisladas y marginadas, por lo que una gran cantidad de estudiantes no acreditaron sus cursos, o bien se los acreditaron administrativamente sin haber adquirido los aprendizajes requeridos, lo que en el corto plazo redundará en un incremento de la reprobación y el rezago escolar.
Ante este escenario surge la inquietud de repensar los procesos de preparación y habilitación de maestros –en formación y en servicio– para todos los tipos y niveles educativos, pues quedó demostrado que ante el cambio de paradigma de una educación escolarizada, a una educación desescolarizada y a una pedagogía compleja y líquida, como lo plantean Edgar Morín y Zygmunt Bauman, respectivamente, los maestros requieren de otras conceptualizaciones, otros fundamentos filosóficos, pedagógicos, sociológicos y epistémicos, pero especialmente, de otras habilidades metodológicas y didácticas, para transitar con éxito de la clase presencial a la clase virtual, en un contexto de incertidumbre y cambio constante.
De esta manera, los gobiernos y los sistemas educativos del mundo están obligados a reconstruir los saberes y las prácticas docentes, así como los procesos de aprendizaje a unas circunstancias educativas totalmente diferentes, a como se venía operando la escolarización como la pensó Juan Amós Comenio, el padre de la didáctica, hace ya más de 350 años, la cual no ha cambiado mucho desde entonces.
En este sentido, se precisa de una refundación de los procesos para la formación de maestros, que establezca la reconstrucción de la historia de la escuela, a la par que se estudia la evolución de las sociedades contemporáneas, la ciencia, la tecnología, la economía y la política, pues la educación tiene que crecer en paralelo con dichos procesos del desarrollo mundial.
Pero también, que se reconstruya la historia de las trayectorias académicas de los maestros, pues en realidad no han evolucionado a través del tiempo como se esperaría y no están dando respuesta a las exigencias de aprendizaje o de convivencia de los estudiantes, quienes al tener acceso a grandes cantidades de información y recursos de aprendizaje, teórico y práctico, fuera de las escuelas están rebasando la capacidad de sus maestros como enseñantes e incluso como figuras de autoridad dentro de las aulas, pues son cada vez más los casos en que los estudiantes terminan expulsando del aula a sus maestros, no siempre con agresiones sino por falta de conocimientos y metodologías alternativas, cuando hace no pocos años la realidad era a la inversa.
En la preparación y habilitación de maestros, es importante el trazo y la secuencia de nuevos itinerarios pedagógicos y enfoques educativos relativos a las tecnologías de la información y la comunicación, como herramientas didácticas para transformar el proceso educativo presencial a uno mixto, más cargado hacia lo virtual, en el que los actores y sujetos obligados a la educación, especialmente enseñantes y aprendices, compartan procesos de integración y construcción de una nueva identidad, enriquecida por procesos de simbolización y subjetivación, que transforme la práctica del maestro enseñante por el de maestro tutor, facilitador y guía de procesos de autoaprendizaje y autorregulación de sus estudiantes.
Se requiere pues de un sistema educativo de formación inicial y continua de maestros, que los prepare para las nuevas realidades discursivas y prácticas pedagógicas emergentes, diseñadas específicamente para variar la forma y contenido de la educación del futuro, en función de las circunstancias complejas, inciertas y cambiantes del mundo moderno y global en el que hoy vivimos y en el que viviremos en los próximos años, pues hay que recordar que no se educa para el presente sino para el futuro.