Todos los presidentes de México han tenido la tentación de reelegirse, sin embargo, las viejas reglas del sistema político establecen que el presidente tendrá un inmenso poder, pero sólo por 6 años.
Ante la imposibilidad jurídica y dogmática de hacerlo, aspiran a seguir moviendo los hilos del poder a través de un sucesor leal y dócil. Más allá de Plutarco Elías Calles ninguno lo ha logrado.
Y es que las bondades del viejo sistema político lo impiden; recordemos, todo el poder pero sólo por 6 años. Con la transmisión de la banda presidencial se cede el poder, ese es el simbolismo que encierra la ceremonia.
Así, una vez colocada en el pecho la banda, el nuevo presidente asume la dirección de la administración pública, el control del presupuesto, de su partido político, de sus legisladores y de los gobiernos estatales, de las fuerzas armadas, de la “autónoma” FGR y de la UIF, de la interlocución con el Poder Judicial y con los poderes fácticos, entre otras muchas atribuciones constitucionales y metaconstitucionales.
Todo esto más el boato que envuelve la figura presidencial explican porque no ha funcionado la figura del sucesor leal y dócil; una vez sentado en la silla del águila el unipersonalismo del cargo se impone.
Pero hoy las cosas pintan de un color diferente, AMLO ha utilizado el voto popular para crear un verdadero nudo gordiano para la primera mujer presidenta en la historia de este país.
En efecto, AMLO a colocado a personas de su confianza en los cargos clave en el gabinete, con lo que controlará la administración pública; en Morena ubicará a Luisa María Alcalde, su actual secretaria de gobernación, hecho que le permitirá manejar a toda la clase política de Morena. El fiscal es su amigo y al Poder Judicial lo tiene en un puño, con o sin reforma.
Por si esto no fuera suficiente para inhibir cualquier mínimo intento de Claudia por revelarse, puede moverle al pueblo bueno y sabio para revocarle el mandato.