La transición entre la administración López Obrador y el gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum, presentada públicamente como tersa, no ha estado exenta de maquilladas injerencias por parte del mandatario saliente, generando una inquietud que cubre desde la política aldeana hasta las finanzas internacionales. Este es el mapa de la incertidumbre que acompaña al final del gobierno obradorista.
1.- El futuro gabinete. Voces cercanas a Palacio registraron que Sheinbaum Pardo planeaba divulgar hacia la parte final de septiembre la integración de su equipo de trabajo. Enfrentó el argumento de López Obrador de que anticipar los anuncios dentro del actual periodo gubernamental daría cuenta de su poder y autonomía. En los hechos, ello ha servido sólo para hacer sentir la influencia del tabasqueño en algunos puestos clave, aunque quizá no tantos como le hubiera gustado. La duda es si el Presidente endurecerá aún más la pierna en el tramo final, cuando falta asignar titulares de Pemex, CFE, IMSS y otras agencias fundamentales por el volumen de los presupuestos que tienen asignados.
2.- Hacienda, terreno en disputa. El Presidente desoyó a los tres secretarios de Hacienda que tuvo (Carlos Urzúa, Arturo Herrera y Rogelio Ramírez de la O) en el sentido de controlar el desorden financiero de Pemex y CFE, a cargo de dos amigos suyos de origen tabasqueño: Octavio Romero Oropeza y Manuel Bartlett. Nada se sabe aún de sus relevos. Romero Oropeza, sin ninguna experiencia en el campo energético, ha dicho a sus colaboradores que aún cree poder ser ratificado. El sector exhibe la mayor incertidumbre, también, por cargos asignados durante el actual gobierno a personajes cuyo mayor mérito parece ser su cercana amistad con hijos del mandatario. Destacan los casos del subsecretario de Egresos, Juan Pablo de Botton, y del titular del SAT, Antonio Martínez Dagnino.
3.- ¿Habrá “cuidados” para los hijos de AMLO”? Fuentes cercanas a Palacio aseguran que AMLO ha referido a sus cercanos haberle pedido a la próxima presidenta “cuidar” a sus tres hijos mayores, Ramón, Andrés y Gonzalo. Ese concepto admite muchas interpretaciones. Los tres han sido mencionados como ligados a proveedores o contratistas del gobierno. ¿La petición presidencial de “cuidarlos” significará no tocarlos en eventuales indagatorios judiciales? ¿Mantener su alegada injerencia en el otorgamiento de cargos, y asignación de contratos? ¿Se procederá al menos sobre las empresas sobre las que existen alegatos de ser cercanas a ellos, nacidas con el sexenio y que recibieron millonarias encomiendas federales de obras y servicios?
4.- ¿Persistirá el débil combate a la corrupción? Raquel Buenrostro será la titular de la Función Pública, lo que abre una interrogante sobre si revisará operaciones polémicas en las que ella misma participó como oficial mayor de la Secretaría de Hacienda, entre ellas la compra de medicamentos o de equipos para Pemex. O si afectará al entorno cercano a López Obrador, con quien está ligada desde hace más de 20 años. ¿O será justamente al revés? Su sucesora, Thalía Lagunas, es ahora subsecretaria en la misma secretaría, y ha sido señalada de “limpiar” expedientes como los de Segalmex, Dos Bocas y el IMSS.
5.- ¿Pero, en verdad López Obrador se retirará? Corre en los pasillos de la política la misma frase socarrona: "Claudia tendrá cuatro problemas en su gestión: la economía, Trump, los 'duros' de la 4T… y AMLO”. Ello tiene implícita una alta dosis de escepticismo sobre si el gobernante saliente en efecto “saldrá” del espectro del poder político en el país. Se trata en realidad del principal enigma en este final de sexenio. Su círculo cercano lo retrata como apasionado de la historia del país, inspirado en personajes icónicos, pero también adicto a prestar oídos al murmurador, al correveidile, al cotillero, al chimolero. Los dueños de su oído, que formaron legión en este sexenio, a cuyos enredos podría sucumbir cualquier mañana de estas.