Para los Estados autoritarios y populistas la soberanía es un asunto de vital importancia por los entretelones que encierra; su actualización implica –grosso modo- la no intervención de otros Estados en los menesteres domésticos.
Desde luego que para los Estados democráticos también reviste importancia, sólo que para aquellos –los autoritarios y populistas- se convierte en un poderoso argumento “nacionalista” que busca evitar que otros opinen y cuestionen las tropelías que cometen.
El hecho es que la conceptualización tradicional de la soberanía se ha roto bajo los esquemas del modelo de libre mercado y de salvaguarda de los Derechos Humanos, esto es, los intereses económicos y de mercado así como la protección de los Derechos Fundamentales traspasan el velo de la soberanía.
Así lo entendió el gobierno de los Estados Unidos cuando en un operativo incierto captura a los presuntos narcotraficantes Ismael “el Mayo” Zambada y Joaquín Guzmán López, dejándole al presidente López Obrador su soberanía para que se la ponga de corbata.
Y es que los vecinos del norte se cansaron de solicitarle al gobierno de México que hiciera algo más que dar abrazos para detener el trasiego de fentanilo a su país, el opiáceo sintético ha causado la muerte por sobredosis a miles de personas en los Estados Unidos.
Las acciones y formas que utilizó el FBI para lograr la detención del emblemático líder del cártel de Sinaloa no la sabe nadie en México, ni siquiera el que decía que no se movía la hoja de un árbol sin que el presidente lo supiera y consintiera, es evidente lo descolocado que está AMLO y la próxima secretaria de gobernación, Rosa Isela Rodríguez, todavía al frente de la secretaría de seguridad y protección ciudadana.
No es de aplaudir la intromisión pero tampoco es para rasgarse las vestiduras, no es la primera vez que nuestros vecinos hacen cera y pabilo con la maltrecha soberanía mexicana, la historia está plagada de casos iguales o peores que este.