SANTIAGO PAPASQUIARO, Dgo. (OEM),. Cientos de felicitaciones recibió Leonor Rivas Carrasco con motivo de celebrar sus cien años de vida, en una ceremonia en la cual estuvo acompañada de hijos, nietos, bisnietos y tataranietos.
El poblado San Nicolás, en el municipio Santiago Papasquiaro, fue el inmejorable marco en el cual, Leonor recibió las grandes muestras de cariño, recordando a su esposo, Fermín Fernández, fallecido hace tiempo, cuando contaba con 92 años.
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La historia de la centenaria mujer comienza a escribirse un 10 de agosto del año 1922, sus padres de origen humilde Felipa Carrasco y Cornelio Rivas, ocupando el 3er lugar de entre sus siete hermanos, desde pequeña fue muy valiente, se crio en casa de su tía María de los Ángeles Carrasco, la cual la veía como su propia hija.
Tuvo una infancia muy feliz, aunque llena de carencias que eran propias de su época, ya que en aquel entonces todas las familias vivían casi en las mismas condiciones, dónde el intercambio de maíz o frijol por azúcar o cualquier otro producto de necesidad básica era meramente cotidiano.
Así pasó su infancia, transcurría el año 1944, cuando conoció al que se convertiría en su compañero de vida: Fermín Fernández, a la edad de 22 años formaba ya, su propia familia, llenos de sueños y anhelando brindarles una mejor vida que la de ellos, nace su primer hijo, Bernardino, su segundo hijo lo llamarón Roberto, tan bello cómo un ángel, de ojos verdes, ciertamente un ángel, él fallece a sus 3 años de vida dejando un gran vacío en el corazón de sus padres.
Pero Dios había decidido bendecirlos y llegó otro niño a su vida y de nuevo lo llaman Roberto.
Después nace su primera hija, Andrea, seguida por Socorro, después nace Guillermina, cómo ya lo había mencionado en aquel entonces era muy difícil acceder a los servicios de salud, su pequeñita enferma y no hay nada que hacer por ella, fallece dando otro golpe al corazón de sus padres, pero siempre hay luz en medio de la obscuridad, llega a sus vidas María de La Luz, después nace Fermín, enseguida María Elia, después Emma y por último la más pequeña de todos Lourdes, quien llegaría a dar alegría a toda la familia, sacando el lado más tierno de su padre, cantándole canciones.
Llenos de carencias, sabiendo que las tortillas estaban contadas, Leonor y Fermín sacaban adelante a sus hijos, inculcando en ellos muchos valores, más sin embargo el más importante: El amor a la familia y el Trabajo.
El tiempo pasó y cómo era de esperarse sus hijos crecieron y uno a uno fue dejando el nido, volando cada uno por su rumbo, después llegarían los nietos a dar alegría.
Una de sus hijas, Socorro, sufre de ataques lo cual a la edad de 33 años le provocan la muerte, dejando un gran dolor en el corazón de sus padres y hermanos.
Fueron 71 años en los cuáles Leonor y Fermín estuvieron juntos, a la edad de 92 años su compañero de vida fallece, dejando un gran vacío en el corazón de cada uno de su familia, fue difícil despedir a ese hombre el que nunca anhelo riquezas, que supo vivir su vida con lo que Dios le concedió tener.
A pesar de todas las circunstancias siempre he visto en mi abuelita a una mujer entera, que no se rompe, que sabe enfrentar la vida ante todas las dificultades.
Hay tantas historias que contar, tantas anécdotas, que alcanzaría el tiempo para escribirlas.
Solo quiero dar las gracias a Dios por la fortuna de tenerla a nuestro lado, son ya 100 años de vida que se dicen fácil, pero solo ella ha sido testigo de su propia historia, de todas las personas tan queridas que ha visto partir, así como de la llegada de tantos nietos, bisnietos y tataranietos que le ha tocado recibir y cargar en sus brazos, comenta su nieto sobrino Enrique Salas.
Dios bendiga a esa mujer luchadora, guerrera incansable, los que la han conocido no dan crédito a su buena memoria que aún conserva. Gracias a Dios que la tenemos aún con nosotros, destaca.