“Pienso que ellos estarán contentos de lo que ven, pero sobre todo de que no los olvidamos”… Desde hace 30 años, la señora Marcela Rojero Toro, pone con esmero y dedicación el altar de muertos para los seres amados que ya han trascendido en su familia, así que cada año agrega amor y emoción, a esa llegada tan esperada y que tanto añora toda su familia; el 2 de noviembre, llegan todas las ánimas, las cuales, según la tradición se reúnen con sus familias, para celebrar y disfrutar de la ofrenda.
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Marcela asegura que “la tradición nace porque siempre he creído que la verdadera muerte llega con el olvido, por eso esta tradición es muy bella porque nos hace recordar a nuestros seres queridos ya trascendidos de una manera muy especial, bella y colorida”, dijo.
Estas son tradición se ha preservado durante 30 años en esta familia, “llevo ya 30 años y cada año procuro agregarle más detalles y también por desgracia han crecido nuestros seres transcendidos”.
Marcela destacó que ella sola pone este colorido altar, en el cual invierte alrededor de dos días para colocarlo.
Los seres amados que se adelantaron en el camino
Una parte del altar lo pone desde hace 10 años principalmente por su hermana Claudia Irene Rojero Toro, “lo pongo a mi papá Óscar Rojero García, a mi abuelita Guadalupe Río de la Loza, a mi tía Araceli Toro Contreras, mi primo José Alberto C. Toro, a mis tíos: Elsa Rojero, Jaime Rojero, Juan Manuel Rojero, Esperanza Rojero, a mis primos: Adrián Soltero Rojero y Gerardito Soltero Velázquez”, es un homenaje para todos ellos.
“Cuando pongo el altar siempre pienso principalmente en que a mis seres queridos trascendidos les gusta su foto, que se vean bien en ella, después en que sea alegre, colorido y que a ellos cuando lleguen, el día 2 de noviembre, encuentren cosas que les gustaban en vida, pienso que ellos estarán contentos de lo que ven, pero sobre todo de que no los olvidamos”, recuerda con nostalgia.
Durante estas fechas Marcela realiza un riguroso ritual, el cual consiste en invitar a toda mi familia y realizar un rosario, "comemos tamales y chocolate calientito, y todos nos ponemos nuestros atuendos de Catrinas y Catrines, la pasamos genial porque de pronto platicamos de los momentos más cómicos vividos con los protagonistas del altar”, sonríe.
Asimismo Marce –como le dicen de cariño-, destaca que en el altar pone lo que en vida les gustaba a ellos, además pan de muerto, sal, aserrín, un camino de flor de cempasúchil, incienso y lo más importante velas que es la luz que ellos siguen para llegar al lugar correcto, explicó.
Finalmente dijo, “deseo de todo corazón que esta bella tradición no se apague con las nuevas generaciones, que siempre haya personas enamoradas de esta tradición, y que propaguen su importancia y amor”, puntualizó.