El Templo de San Agustín lució preciosa decoración para recibir a familiares y amistades de la joven Sophía Gabriela Soto Núñez, quien dio gracias al Altísimo en una misa al celebrar sus quince años de vida.
Durante la ceremonia la encantadora quinceañera Sophía, lució un precioso vestido confeccionado en encaje en tonalidad azul agua con finas aplicaciones de pedrería, lo que la hacía ver realmente hermosa.
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Ocupando los reclinatorios adyacentes en el recinto estuvieron sus padres Juan Alejandro Soto Núñez y Nadia Soto Núñez, además de sus padrinos Sergio Adrián Soto Núñez y Nicola El Hindy, (quien vino especialmente desde Alemania).
En la misa, el padre que tuvo a su cargo el oficio dijo que esta celebración de los católicos para las quinceañeras llegó en la época de la conquista de los españoles y fue nada menos que en el siglo XIX, cuando el emperador de México, Maximiliano y su esposa, Carlota, introdujeron vals y los vestidos que hoy son toda una tradición en este tipo de festejos.
Recalcó que la celebración marca la transición de niña a mujer de la quinceañera. Sirve como un modo de reconocer que la joven que ha alcanzado la madurez, además de tener ese reencuentro con el Altísimo para obtener su bendición y seguir viviendo su juventud de acuerdo a los preceptos que le ha marcado su familia.
Al término de la misa de acción de gracias Sophía recibió efusivas felicitaciones por parte de sus invitados, entre ellos sus abuelitos Juan León Soto Sosa y Narda Guadalupe Núñez Murillo, además de su hermana Elena Soto Núñez, además de familiares y amistades que se dieron cita para acompañarla.
Posteriormente ella posó para las lentes de los fotógrafos, familia y amigos, entre ellos el profesional de la lente Gabriel Saucedo y momentos más tarde se trasladó a conocido salón de eventos sociales de exclusivo club deportivo de nuestra ciudad en donde se le tenía preparada una espléndida recepción.
El recinto lució hermosos arreglos florales que daban la bienvenida a los invitados y a la joven celebrante, quien hizo su entrada triunfal del brazo de su orgulloso papá, con quien más tarde bailaría su primer vals, al igual que con sus padrinos y el resto de sus más allegados familiares.
Ahí se brindó por su felicidad y se ofreció un suculento banquete que disfrutaron, para después deleitarse con el gran baile que se prolongó hasta las primeras horas del día siguiente.