En conocida finca ubicada a las afueras de nuestra ciudad se llevó a cabo la ceremonia de enlace civil por parte de la pareja formada por María Guadalupe Nava Estrada y Julio César Ibarra Andrade.
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Para este momento tan especial la encantadora novia lució un precioso vestido en color blanco, mientras que su prometido y ahora esposo vistió un traje formal en color gris.
El lugar lució bonita decoración que se colocó de manera especial para recibir a los familiares y amistades que se dieron el tiempo para acompañarlos y estar presentes durante el enlace.
María Guadalupe estuvo acompañada de su mamá, la señora Juana María Estrada Gómez, mientras que Julio César acudió en compañía de sus papás, los señores Constantino Ibarra Fernández y María Eugenia Andrade Ruvalcaba, además de sus hijos Uriel y Mateo.
Los testigos de la novia fueron Guadalupe Estrada Gómez y Juana Marina Estrada Gómez, mientras que su esposo llevó a Alejandro Terrones Cabrera y María Francisca Azarias Salas Rivas, que fueron quienes firmaron el acta que los constituye ante las leyes de la sociedad civil como nuevo matrimonio.
En el emotivo protocolo el juez de lo familiar que acudió a realizar la ceremonia de enlace civil les dio la bienvenida tanto a los nuevos contrayentes como a sus familiares y amistades, felicitándoles por su decisión de formalizar su unión ante la sociedad.
A continuación el juez hizo hincapié en el carácter laico que le otorga el Código Civil a la institución del matrimonio. En esta instancia dio lectura al artículo que se refiere a los derechos y deberes de los matrimonios: Los esposos se comprometen a desarrollar un proyecto de vida en común basado en la cooperación, la convivencia y el deber moral de fidelidad y deberán prestarse asistencia mutua, según lo marca el artículo 431 del Código Civil.
Posteriormente recalcó que ambos deben prepararse con el estudio y con la amistosa y mutua corrección de sus defectos, a la suprema magistratura de padres de familia, para que cuando lleguen a serlo, sus hijos encuentren en ellos buen ejemplo y una conducta digna de servirles de modelo.
Que la doctrina que inspire a estos tiernos y amados lazos de su afecto, hará su suerte próspera o adversa; y la felicidad o desventura de los hijos será la recompensa o el castigo, la ventura o desdicha de los padres.
Que la sociedad bendice, considera y alaba a los buenos padres por el gran bien que le hacen dándole buenos y cumplidos ciudadanos y, la misma, censura y desprecia debidamente a los que por abandono, por mal entendido cariño, o por su mal ejemplo corrompen el depósito sagrado que la naturaleza les confió, concediéndoles tales hijos.
Agregó por último que este texto es parte de la Epístola de Melchor Ocampo, misma que hoy se encuentra en desuso y de la cual se puede rescatar lo anterior, ya que los tiempos actuales y en que todo fluye, tanto el hombre como la mujer cuentan con los mismos derechos y obligaciones de crear un vínculo familiar en donde esté presente la armonía alrededor de criar hijos con valores morales que los puedan llevar a alcanzar el éxito en sus vidas y vivir ellos de manera fluida y a la par en una sociedad cada día con muchas más exigencias.
Al término del protocolo y después de ser proclamados como nuevo matrimonio, se ofreció una espléndida recepción en donde brindaron por su felicidad y degustaron un exquisito banquete.