Hola espero que leas mi mensaje, me llamo Alfonso cervantes y vivo en la colonia ciénega. Este relato lo platico con la intención de que sea publicado porque aún recuerdo los gritos dentro de mi cabeza y se me pone la piel de gallina.
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Fue el dos de noviembre pasado. Siempre cuando es día de muertos, nos juntamos toda la familia y platicamos historias de miedo, a mi abuelito no le gustaba que celebráramos Halloween, entonces aprovechábamos esas fechas para contar historias de terror. Siempre se ha dicho que en la colonia ciénega hubo una bruja que habitaba cerca de mi casa.
Una tía nos contó la leyenda y según los libros de Durango se dice que era una mujer muy guapa que abusaba de su poder, por lo que la iglesia y el gobierno buscaron destruirla. No pudieron matarla con veneno, tampoco haciéndola comer vidrios, porque ella decía que el demonio la cuidaba, hasta que un día la ahorcaron cerca de la colonia. Después de esa historia y otras más de la llorona me fui a dormir, pero en verdad estaba muy sugestionado.
Me acosté tratando de no ver a la ventana, porque hay un árbol donde a veces se ha parado una lechuza, no creí que esa noche fuera a pasar, pero algo parecido a un pájaro se paró en lo más oscuro del árbol. Eran un par de ojos casi amarillos o no sé si era el reflejo del alumbrado de la calle, pero ese pajarote me veía y parecía reírse.
Yo no podía quitarle los ojos de encima, tenía ganas de salir a la calle y rayarle la madre, porque dicen que cuando una bruja se para en tu ventana es lo que debes de hacer. Me puse un pantalón y unos huaraches, agarré la escoba de mi jefa y salí hasta el patio para chiflarle unas mentadas de madre y darle unos madrazos al árbol para correrla.
Primero caminé despacio y me dio miedo, me acerqué hasta el árbol, prendí el flash de mi teléfono y ahí estaba, pero no era un pájaro, puedo jurar por mi abuelita que hace dos años se murió que eso que estaba en las ramas era una vieja arrugada con un vestido negro y todo roto, parecía una de esas locas que andan en el centro.
Le chiflé dos veces y no se movió, luego le pegué al tronco y parecía una estatua no se movía, me puse bien nervioso y cuando iba a correr, esa bruja me empezó a gritar, pero el ruido estaba dentro de mis oídos, me caí desmayado y ahí amanecí en el patio. Mi mamá creyó que tenía una enfermedad y me llevaron al issste, pero cuando me revisaron todo estaba bien, no quería platicarle a nadie, pero cuando estábamos en la casa le platiqué a mi mamá y a mi abuelo.
Ella no me creyó y me dijo que esas cosas solo salían en la televisión y hasta la fecha se ríe, pero mi abuelito se puso pálido y me pidió que jamás volviera a salir si me volvía a visitar, por fortuna jamás volví a ver a esa cosa. ¿Crees que haya sido la bruja de la ciénega?
Alfonso, tu relato se apega a la leyenda de la bruja de la calle ciénega, me encantó leerlo y estoy seguro de que a los lectores también, porque vivimos en un mundo donde ya no podemos descartar las posibilidades más extraordinarias, ni las historias más increíbles. Amigos, me marcho a desayunar con la piel erizada y con pocas ganas de encontrarme a esa cosa en algún momento de mi día, soy Alberto Serrato y espero sus relatos en:
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