Alberto te mando un saludo, vivo cerca de la colonia Dolores Hidalgo, estudio en la Universidad Tecnológica de Durango y me gustaría contarte una historia que sucedió por acá. Mi abuelo tiene casi 90 años, él se dedica al cultivo de trigo y maíz, ya alguna vez había contado sobre un animal extraño que se alimentaba del ganado cercano a los sembradíos. Siempre le di avión con eso, aunque me gusta escuchar sus historias.
Don ángel, es un señor de algunos 70, en su granja tiene chivos, marranos, gallinas y hasta gansos. En los últimos veces se le ha visto preocupado y de mal humor porque desde hace unos meses alguien le mata a los animales más pequeños. Dice de un coyote o un lobo, pero lo raro es que siempre los cadáveres de los animales, tienen señas de colmillos enterrados en alguna parte y se los dejan sin sangre. Mi abuelo dice que es el chupacabras y don Ángel se burla y alega que eso son puras mentiras del pasado. El señor les va más a los santeros de Gabino Santillán. Han querido poner cámaras, pero se vuelven pura habladuría. Yo solo los escucho y lo tomo como platicas de ancianos, pero lo que me tiene bien cabreado es lo que me sucedió el otro día cuando iba a la clase de las siete de la mañana.
Mi hermana siempre me da aventón porque trabaja en un super mercado cercano al rancho, pero esa mañana ella estaba enferma y se quedó en casa, no me quiso prestar su carro y tuve que usar el transporte ejidal, al fin y al cabo, nos deja en la puerta de la universidad, pero lo que me daba flojera era caminar hasta el pie de la carretera y más porque en la mañana, sea verano, otoño o invierno, se siente el frío medio feo; total, salí y ese día sentí más silencio que de costumbre, se escuchaban a lo lejos los ruidos de los marranos de don Ángel y uno que otro carro en la lejanía de la carretera principal, eran las 6 con diez minutos y es que quería llegar temprano para preparar mi exposición de la clase de negocios.
Cuando tomé el camino de terracería, el sol apenas comenzaba a dibujarse en líneas rojas tiradas desde los cultivos hasta mis pies y tuve un mal sentimiento, mis pasos parecieron más lentos y entre el ruido de los puercos, escuché una respiración, pero no era lejana, parecía estar detrás de mí y al mismo tiempo con los cerdos. Quise voltear hacia atrás, pero mi cuello pareció estar rígido del miedo. Entre la hierba nació un culebreo y pude ver una cola larga, era como la de una rata, pero mucho más grande y gruesa. Me quedé pasmado, sin movimiento y cuando eché un vistazo entre la hierba y el maíz, unos ojos rojos me estaban viendo, pensé en el mentado coyote asesino o en un lobo, pero los ojos eran largos, grandes y llenos de fuego, luego esos huecos rojos se acompañaron de unos dientes filosos, quise correr, pero el morbo me mantuvo ahí observando y deseando ver de qué se trataba, me quise acercar y esa cosa desapareció entre las hojas del maíz, como si me hubiera tenido miedo, ya no lo perseguí, esperé a regular mi respiración y seguí mi camino a la escuela.
El camión no pasaba y a lo lejos, escuché los gemidos de un cerdo, quizá don Ángel ya estaba matando al primero para las carnitas del fin de semana. El día pasó y cuando llegué a casa, mi abuelo estaba platicando con don Ángel, ambos traían unos palos y estaban buscando entre los cultivos y la hierba. En la entrada de su granja, había un bulto dentro de una bolsa negra y cuando el pregunté qué había ahí, mi abuelo contestó: “y estos siguen sin creer que es el chupacabras”.
Guardé silencio, no les conté lo ocurrido por la mañana y decidí jamás volverme ir solo a la universidad. Esta es mi historia, quizá pienses también que estoy igual de loco que este par de viejos, pero lo vi y creo que voy a estar sugestionado por el resto de mis días.
Tu relato es muy creepy y pareciera irreal, pero en el mundo paranormal no existen los límites, espero que don Ángel cuide de sus animales y que no vuelvas a ver algo así de espantoso en tu camino a la escuela. No olviden poner las cámaras de seguridad para que puedan compartirme alguna evidencia.
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