La llorona en Analco

Alberto Serrato

  · domingo 27 de octubre de 2024

La llorona en Analco / Foto: Archivo | OEM

Mis noches ya no son las mismas desde que escuché los verdaderos alaridos de la llorona. Me llamo Esteban, estudio primer semestre en el Cbtis 89 y vivo en Boulevard Dolores del Río, cerca de la iglesia de Analco. Todo empezó un día que se fue la luz desde temprano en la casa, mi abuela estaba de visita y esa noche tenía la intención de quedarse hasta el siguiente día. Nos juntamos más de seis primos para estar con ella y nos contara todas las historias macabras de sus mejores años.

Nos contó todos los horrores de la santa inquisición en la plazuela, también la historia del enano carnicero de Analco y leyendas de demonios, duendes, brujas y extraterrestres, pero la que más me impactó fue la de la llorona, porque ella dijo haberla visto con un vestido largo, flotando sin conciencia a altas horas de la noche sobre las alamedas de dolores del río. Como ya todos saben la historia va más allá del terror, porque implica la infidelidad del hombre que se va con otra mujer, el hambre de la familia, el asesinato de tres niños y el suicidio posterior de una mujer en estado de locura.

La lluvia caía densa y golpeaba en los tejabanes del patio, el sonido se convertía en un rugido constante. Mi abuela nos tenía a todos en la sala, bajo la luz de una vela, tomando chocolate y como si ella disfrutara ver nuestros rostros llenos de sugestión añadió que el espíritu de la mujer se había vuelto malvado, gracias al error de haber matado a sus tres hijos y que buscaba enmendar el error llevándose almas inocentes al infierno para que el demonio le devolviera a sus tres hijos.

La frase “almas inocentes” se quedó en mi cabeza y me fui a dormir, aún sin luz y con la lluvia convertida en tormenta. No pude pegar pestaña, me imaginaba a la mujer flotando detrás de la ventana, sin ojos, sin piel, sin alma, buscando llevarse mi aliento al infierno o mínimo matarme de un infarto, mis pensamientos divagaron por más de dos horas y justo cuando estaba a punto de caer dormido por el cansancio, un grito espantoso y chillante se escuchó detrás de mi oído.

No fue producto de la imaginación ni de la inconciencia del sueño, fue un sonido real, parecido al chirrido de un perico, pero largo y fusionado con el alarido de una mujer, no era del exterior, el sonido nacía en mi almohada y se inyectaba en mis oídos, ese rugido casi me ocasiona un desmayo, pero como pude salté de la cama y corrí al cuarto donde dormía mi abuela. Ella se asustó de sentirme de golpe en la cama, le conté lo sucedido, me escuchó y prendió el flash de su teléfono. Ella me dejó ver sus ojos vidriosos y llenos de incertidumbre, no habló más, sacó su escapulario de entre sus ropas, me tomó la mano y oramos juntos varios padres nuestros.

Ese es mi relato, deberías hacer un reportaje sobre la llorona y todos los que la hemos escuchado por estos rumbos.