Muy lejos de jubilarse de hacer lo que más le gusta, que es contar historias, la escritora chilena Isabel Allende acaba de publicar su más reciente novela El viento conoce mi nombre, bajo el sello editorial Plaza Janés. En ella, la autora dirige su pluma hacia uno de los problemas más dramáticos de nuestros tiempos: la separación familiar a causa de la migración.
Allende relata el éxodo y soledad de Anita Díaz, una niña de siete años, quien con su madre huye de su natal Salvador para buscar el exilio en los Estados Unidos. Sin embargo, cuando llegan, estas son separadas a razón de una política pública gubernamental. Refugiada en la imaginación para poder sobrevivir, Isabel Allende reconoce que se identifica con este personaje central de su novela.
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“Yo viví de chica en un mundo imaginario, que sucedía casi todo en el sótano de la casa de mi abuelo, donde supuestamente yo no debía entrar. Ahí tenía mi propio universo en el que yo creía que mi abuela, que había muerto me acompañaba.
“Así que entiendo muy bien la mentalidad de Anita, pero es que, además, la he visto entre los niños traumatizados que hay en la frontera. Muchos de ellos dejan de hablar y se sumergen en el silencio; y dentro de todo ese silencio crean un mundo en el que se sienten más seguros. Es muy trágico y es un trauma que creo que los va acompañar toda la vida”, reconoció la escritora en conferencia mundial para presentar esta novela en español, en la que estuvo presente El Sol de México.
LA INSPIRAN HISTORIAS REALES
Allende explicó que la mecha que encendió la escritura de este nuevo libro fue el enterarse, a través de su fundación, de un caso particularmente dramático, producto de las políticas públicas propuestas por el expresidente estadounidense Donal Trump, con las que se dictó la separación de niños y padres migrantes que pedían refugio en Estados Unidos; además de un reportaje en el que vio lo difícil que era y sigue siendo para los infantes.
“Miles de niños fueron separados de sus padres en la frontera, algunos aún eran amamantados y se los arrancaron de sus brazos a sus madres. Entonces apareció en la prensa el reportaje de los niños en jaulas, llorando, en pésimas condiciones, y de los padres desesperados. Pero nadie pensó en la reunificación. Cuando el calor público acabó con esa política, que ya no se podía sostener, pero que se seguía haciendo a escondidas, no pudieron reunir a todas las familias, porque habían deportado a los padres y no siguieron la pista de los niños”, relató la autora de Paula.
Tras reconocer que la mayoría de las historias que ha publicado “son como semillas que tengo más en el vientre que en la cabeza, y van creciendo hasta que me ahogan”, la chilena dijo que el proceso de investigación para El viento conoce mi nombre ha sido sencilla.
“Fue una investigación fácil porque es algo que está pasando hoy, y porque conozco a la gente que está trabajando para lidiar con el problema. Es para lo que trabaja mi fundación que tiene operaciones en la frontera. Es por eso que al final de la novela están todos los reconocimientos a los cientos de personas que me ayudaron”, aseguró.
Y si bien esta novela habla de un hecho actual, la autora también contó que en ella se relata la historia de Samuel Adler, un niño judío que en 1938 fue separado por su madre viuda, en la huida del régimen nazi, en un hecho histórico que se conoce como el Kindertransport. Esto utilizó como punto de partida, pero también como reflexión sobre cómo este hecho ha sucedió en varias épocas del devenir humano.
DEDICA OBRA A LAS MUJERES
Allende también hizo referencia a una pieza clave, las mujeres que se desempeñan en la frontera para apoyar a estos niños: “Esa gente que está ayudando son casi todas mujeres, porque ahí no hay ni dinero ni gloria ni fama. Hay 40 mil abogados que trabajan probono para representar a los niños en las cortes y son casi todas mujeres, así como las trabajadoras sociales y las psicólogas es un como un homenaje a ellas también”.
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Consciente de que ahora es mucho más experimentada que cuando escribió su primera novela La casa de los espíritus, en 1982 y que existen nuevas herramientas tecnológicas, Isabel Allende considera que hay mucha más apertura de plumas femeninas que en aquel entonces.
“Yo fui muy afortunada porque tuve un éxito inmediato. Eso pavimentó el camino para todos los libros que he escrito después, pero, yo creo que también pavimentó el camino para muchas mujeres escritoras. Las mujeres escritoras en América Latina habían sido sistemáticamente ignoradas y silenciadas. Y de pronto, la industria se dio cuenta de que había un mercado muy fuerte de mujeres lectoras que querían leer libros escritos por mujeres, así todo se fue abriendo como una flor el campo de las mujeres”.