Luis Ángel Martínez Diez, el "churumbel" de Durango

Con Luis Ángel se me va un trozo de historia personal, se desmorona un muro del recuerdo", escribe su amigo José Ángel Leyva

José Ángel Leyva

  · martes 26 de septiembre de 2023

Deja huella en la cultura y la política Luis Ángel Martínez Diez./ Foto: Cortesía

Ha muerto Luis Ángel Martínez Diez, el "churumbel". Las noticias afirman que su casa ardió con él adentro. No sé si merezca el cielo, pero sé que esas llamas no son las del infierno, por mucho que los diablos quisieran tenerlo entre sus huestes. Nunca fue suficientemente malo. Hace un año murió su hermana Carmen, que era también hermana mía y quien seguramente lo llamaba desde ese cielo llamado fantasía. Con Luis Ángel se me va un trozo de historia personal, se desmorona un muro del recuerdo.

Marcelo, su hijo, me dice entre sollozos que Luis Ángel no sólo era su padre, sino un amigo del alma. Viaja por carretera de Los Ángeles a Tijuana para abordar un avión que lo lleve hasta Durango y despedirse “de ese loco sensacional”. Hablamos por teléfono y le digo que es extraña esa tierra de olvidos y de ausencias que nunca nos deja tirar sus cielos por la borda. Cielos encarnados que echan de menos lo nunca conocido, lo extraño y lo carente.

Comunidad cultural se despide de Luis Ángel Martínez Diez / Foto: cortesía |

Luis Ángel, como Carmen, deseaba ser escritor y consciente o inconscientemente se cultivaba como personaje. Un loco audaz y temerario que inventaba historias para vivir y contarlas. Hijos del exilio español, de republicanos campesinos, aprendieron a vivir en la tierra del cine una vida de película. Contaba Carmen que el tío Marcelo había venido a México antes de que el franquismo derrotara la República y se fue a vivir precisamente a la sierra de Durango donde tenía fama de seductor y pendenciero. Por él sus padres fueron a parar hasta esa región ausente, luego de ser privados de su libertad en España por su militancia izquierdista, y luego excarcelados. Al tío Marcelo lo asesinó un marido celoso, o un contrincante cobarde. Luis Ángel heredó ese mismo delirio por las mujeres y la ficción.

"Yo también maté a Franco" fue una obra autobiográfica en la que narraba su aventura en la cárcel de Carabanchel por haber intentado perpetrar el magnicidio y abatir al dictador. Me tocó revisarla y auxiliarlo en su edición. Nunca supe qué tanto de fábula tenía el relato, pero me consta que era audaz y temerario, irreverente y disruptor, trasgresor y aventurero. No dudo que al menos en su imaginación y en su deseo anidara la intención de cometer el crimen. Su padre, dueño de unos baños y patrocinador de un equipo de futbol local, fue, en su literatura, el “Gitano del panteón de Oriente”. Su madre, Modesta, a quien conocí y quise por su ternura y su desbordada expresividad afectiva, aparecía en sus letras como una fuente de sonrisas y optimismo.

Recordado por su ingenio, sinceridad y dar oportunidad para que los nuevos talentos expusieran su sentir a través del arte / Foto: cortesía

La biografía del "churumbel" señala que nació el 11 de noviembre de 1946. Lo conocí en el CCH como profesor. Él acababa de volver de España y yo era parte de la primera generación de un modelo educativo que enseñaba supuestamente a construir una conciencia crítica y experimental. Luis Ángel calzaba sandalias, vestía jeans y camisas holgadas, poseía una melena casi rubia y una barba a la Fidel Castro. Su hablar enfático marcaba un acento norteño muy particular que al poco tiempo varios chicos comenzaron a imitar. Solía contarnos sus aventuras europeas y norteamericanas. Nos aconsejaba viajar y practicar la seducción como llave maestra para abrir puertas. Nunca fue mi maestro, pero pronto, con Othón Pescador, nos hicimos muy amigos. O tal vez si, sin pretenderlo, fue mi maestro en varios campos como el musical y el bohemio; por él conocí a Lole y Manuel, a Camarón de la Isla, a Luis LLac, a Chavela Vargas, a Alfredo Zitarroza, a quien llevó a su casa, en la famosa Trinidad, un par de ocasiones tras los conciertos del maravilloso cantante uruguayo. Luis Ángel hacía posible cosas inusitadas en un Durango alejado de todo, particularmente de la cultura, donde privaba un machismo feroz y una homofobia radical. Por algo es uno de los últimos rescoldos del priismo. Luis Angel, de un izquierdismo sui géneris, estaba al día de la política nacional e internacional y soñaba con un país menos injusto e iletrado.

Deja huella en la cultura y la política Luis Ángel Martínez Diez / Foto: cortesía

Fue dos veces director del Instituto de Cultura del Estado de Durango (ICED) y le dio a la gestión cultural no sólo visibilidad sino el impulso que nunca jamás había tenido. Rompió el cerco de la mediocridad que habían impuesto los abogados poetas, tan acartonados y tiesos como sus afanes de poetas y declamadores. El Churumbel fue un chubasco con vientos renovados en una tierra de sequía intelectual y simulaciones. No dudo en afirmarlo, fue una época dorada para la actividad cultural en Durango. Pudo irse a vivir cualquier lugar del mundo, pero siempre regresaba a su Durango, fascinado con sus amores locales y los locos ingeniosos que pululan sin ambiciones en el terruño. Para Luis Ángel, Durango fue una perla desconocida, en bruto, atada a la mentalidad abarrotera de sus empresarios y al ánimo rapaz de sus políticos. Como en su hermana, Durango fue la tierra de sus fantasías y sus amores, la tierra desconocida.

El pasado viernes murió Luis Ángel Martínez Diez en la ciudad de Durango / Foto: cortesía |

Ha muerto Luis Ángel Martínez Diez, el contador de historias, el don Juan irredento de la localidad, el personaje de sus fábulas, el personaje de Durango, mi hermano y amigo generoso que desde hace algunos años comenzaba a perder la brújula de la memoria. Lo recuerdo con enorme cariño cantando junto a la madre de su hijo Marcelo, Doris, con quien se fue a buscar fortuna y fama a las Españas, lo evoco como un niño travieso con la sonrisa ingenua de Modesta, porque Churumbel significa niño en jerga gitana y Luis Angel era eso, un Churumbel que hacía ruido de cascabeles donde quiera que se hallaba. Hace un par de años, Marcelo me llevó a verlo porque había dejado de llamarme por teléfono para contarme sus ideas y sus historias. Nos abrazamos, nos sentamos y le pregunté, “¿qué nuevas historias tienes para contarme?” Se me quedó mirando con tristeza, como un Churumbel extraviado, y me contestó: “Hermanito, se acabaron las historias”. No nos dijimos más, nos despedimos en un abrazo adolorido.

Deja huella en la cultura y la política Luis Ángel Martínez Diez./ Foto: Cortesía

Me entero por conocidos que me envían imágenes del incendio de su casa: “el Churumbel ha muerto calcinado”. Pero él había soltado amarras ya en esa región Ausente, vivía a ratos la realidad y el mayor tiempo en el olvido. En mi, por el contrario, comienzan a desfilar imágenes de ese personaje que despierta en un bello amanecer de nuestro Durango, no en el de todos, en el nuestro, en el de nuestra película. Luis Ángel tiene muchas historias por contar y yo me sé una que él solía cantar acompañándose con el ritmo de sus palmas, invocando la voz y la guitarra de Lole y Manuel:


“Un cuento para mi niño”

¡Niño...!

Erase una vez

una mariposa blanca

que era la reina de todas

las mariposas del alba.

Se posaba en los jardines

sobre las flores más bellas

y le susurraba historias

al clavel y a la violeta.

Feliz, la mariposilla

presumidilla y coqueta,

parecía una flor de almendro

mecida por brisas frescas.

Mas llegó un coleccionista,

mañana de primavera,

y sobre un jazmín en flor

aprisionó a nuestra reina.

La clavó con alfileres

sobre cartulinas negras

y la llevó a su museo

de breves bellezas muertas.

Las mariposas del alba

lloraban por la floresta.

Sobre un clavel se posó

una mariposa blanca

y el clavel se molestó.

Blanca la mariposa

y rojo el clavel,

rojo como los labios

de quien yo sé,

rojo como los labios

de quien yo sé.

Buen viaje, querido amigo, ya estás con el gitano del panteón de Oriente, con la alegre modesta, con tu soñadora hermana. Nos vemos pronto en la región ausente.