/ domingo 8 de septiembre de 2024

Margarita Vargas, una duranguense en la UNAM

Durango y su esencia colonial siguen vivos en la memoria de Margarita Vargas

La profesora Margarita Vargas Canales es una distinguida académica en la Universidad Nacional Autónoma de México. Su vida profesional se ha desarrollado en el campus de humanidades de la prestigiosa universidad mexicana, sin embargo ella mantiene su vínculo con Durango, de donde se fue a los 18 años para seguir los sueños de la vida.

En entrevista con El Sol de Durango, la doctora Vargas Canales nos relata sus recuerdos y vivencias de aquella ciudad colonial que la vio nacer, sus papás tenían casa en el sur de la ciudad, en Colonia Insurgentes, “ir al centro era atravesar una parte de la ciudad, yo caminaba mucho en la época de verano” nos comparte con gran emotividad.

Margarita Vargas, una duranguense en la UNAM / Romina Solís | OEM

Recuerda que estudió inglés en la facultad de Contaduría y Administración y atravesaba Las Moreras, estudió en la Escuela Secundaria número 6, al salir de clases iba al Parque Guadiana para comer gorditas y visitar el lago, son los recuerdos de una juventud florida. Sus papás se cambiaron a la Calle Hidalgo, a unas cuadras de San Agustín, ya le quedaba todo cerca, sin coches, cerca de la Catedral. Ahora cuando regresa ve una ciudad peatonalizada, más bonita, bien iluminada en el centro, entró a la modernidad y de su infancia conserva "la memoria de que nos conocíamos todos". De niña recuerda que iba a las zapaterías del Pasaje, donde siempre era clásico degustar una torta de pierna y un rompope.

Entre sus recuerdos se encuentra la conocida dulcería Schroeder's, allí "pesaban los dulces en balanzas con pesas, todos los estantes eran de madera con charolas, había dulces típicos y chocolates, los dulces de almendra, era una delicia con sus ventanas de madera” exclama. La ciudad olía a chocolate y almendra. Y estaban cerca los almacenes de procedencia francesa, con mucha elegancia, era una “vida muy sana”, de aquellos años también recuerda la paletería Excelsior. Durango para ella se fue transformando, donde giran sabores, colores y las imágenes de la memoria que relampaguean en su día a día en la actividad académica de la Torre II de Humanidades.

Margarita Vargas, una duranguense en la UNAM / Romina Solís | OEM

La doctora Margarita Vargas estudió en la Escuela Revolución, recuerda una tienda de "un señor japonés en el barrio de Analco", un ejemplo de personas de multitud de procedencias que en aquella época formaron también su identidad duranguense. Además, recuerda la importancia de la narrativa de la revolución mexicana, los tesoros en baúles y los espantos, las leyendas de la ciudad que la gente vivía como presencias reales, un arcoiris de vivencias que junto al catolicismo entremezclan una singular identidad, que la profesora conecta con su amplio conocimiento antropológico sobre el devenir de las islas en Las Antillas francesas, donde lo mágico y lo real se confunden y se hacen vida vivida.


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Para Margarita Vargas, “las historias las vivíamos como algo real” en su infancia duranguense. Ella recuerda a su abuela materna, Tomasa, que vivió la Revolución, provenía de Canatlán y era muy católica, Margarita absorbió el “misticismo” de su abuela. En su memoria, destaca también el abuelo Margarito Canales, quien murió antes de que ella naciera. Comenzó como capataz en las fincas y estuvo como empleado en una tienda que estaba en el lugar de la actual casa del Conde de Súchil, luego fundó su propia tienda, llamada "La costa cantábrica", una tienda de abarrotes de gran afluencia de clientes. Su abuelo llegó a ser presidente municipal.

Margarita Vargas Canales nació en Durango, es Licenciada en Relaciones Internacionales, Maestra y doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM / Foto: Romina Solís | OEM

Todos los recuerdos de la profesora duranguense trascienden como un punto de luz que irradia en su modo de mirar y concebir la historia y la cultura. Recuerda la visita de los siete templos en Semana Santa, ya han pasado muchos años y se recrean en su memoria las sensaciones de la ciudad, su memoria olfativa y visual es duranguense, reunirse en familia es un anclaje con la gastronomía y la identidad de la ciudad, todas las lluvias se parecen al agua de los atardeceres duranguenses.

Para Margarita Vargas, la ciudad y la sierra se entrelazan, el paisaje constituye su concepción de la belleza, el bosque, la nieve, la magia de la luz, el perfume del pino y del oyamel.Por el lado de su papá, menciona que su abuelo fue minero, estuvo en el Cerro del Mercado, vivió la gran época minera, su nombre era Miguel Vargas y contaba todas sus vivencias, algo que recuerda a Margarita a las novelas de Émile Zola, “los mineros bajaban con lámparas” y su lonche eran las gorditas que surgen como el alimento minero por excelencia. Todo el mineral se llevaba a las fundidoras de Monterrey, siendo Durango el gran proveedor del progreso de la República.

Es especialista en historia socio-cultural del Caribe insular siglo XX / Foto: Romina Solís | OEM

La historia de Durango también pasa por la madera de la sierra, sus capítulos históricos que crean un imaginario común, una riqueza que representaba a América para los europeos. Recuerda que cayó en sus manos una guía de estudios, le gustaban los mapas, las leyendas y los mitos, quiso conocer Francia y sabía el nombre de sus ríos y lugares, decidió estudiar relaciones internacionales para viajar, así que tenía que convencer con quince años a que su papá le diera la confianza para ir a la UNAM, una vez que concluyera la preparatoria diurna en la Universidad Juárez del Estado de Durango.

Estudió francés, conoció su literatura y volcó todo su entusiasmo en el caribe francófono, destacándose en la actualidad como una gran especialista en la narrativa de autores como Édouard Glissant de Martinica. Ella confiesa su gusto por escribir, sus sueños nacieron con los libros y la cultura francesa. El Camino de Tierra Adentro, las casonas de Durango y su fundación, fueron el origen de esa búsqueda y esa pasión por las historias del mundo, la esclavitud y las migraciones que han dado raíz a las culturas del mestizaje.

La profesora Margarita Vargas Canales es una distinguida académica en la Universidad Nacional Autónoma de México. Su vida profesional se ha desarrollado en el campus de humanidades de la prestigiosa universidad mexicana, sin embargo ella mantiene su vínculo con Durango, de donde se fue a los 18 años para seguir los sueños de la vida.

En entrevista con El Sol de Durango, la doctora Vargas Canales nos relata sus recuerdos y vivencias de aquella ciudad colonial que la vio nacer, sus papás tenían casa en el sur de la ciudad, en Colonia Insurgentes, “ir al centro era atravesar una parte de la ciudad, yo caminaba mucho en la época de verano” nos comparte con gran emotividad.

Margarita Vargas, una duranguense en la UNAM / Romina Solís | OEM

Recuerda que estudió inglés en la facultad de Contaduría y Administración y atravesaba Las Moreras, estudió en la Escuela Secundaria número 6, al salir de clases iba al Parque Guadiana para comer gorditas y visitar el lago, son los recuerdos de una juventud florida. Sus papás se cambiaron a la Calle Hidalgo, a unas cuadras de San Agustín, ya le quedaba todo cerca, sin coches, cerca de la Catedral. Ahora cuando regresa ve una ciudad peatonalizada, más bonita, bien iluminada en el centro, entró a la modernidad y de su infancia conserva "la memoria de que nos conocíamos todos". De niña recuerda que iba a las zapaterías del Pasaje, donde siempre era clásico degustar una torta de pierna y un rompope.

Entre sus recuerdos se encuentra la conocida dulcería Schroeder's, allí "pesaban los dulces en balanzas con pesas, todos los estantes eran de madera con charolas, había dulces típicos y chocolates, los dulces de almendra, era una delicia con sus ventanas de madera” exclama. La ciudad olía a chocolate y almendra. Y estaban cerca los almacenes de procedencia francesa, con mucha elegancia, era una “vida muy sana”, de aquellos años también recuerda la paletería Excelsior. Durango para ella se fue transformando, donde giran sabores, colores y las imágenes de la memoria que relampaguean en su día a día en la actividad académica de la Torre II de Humanidades.

Margarita Vargas, una duranguense en la UNAM / Romina Solís | OEM

La doctora Margarita Vargas estudió en la Escuela Revolución, recuerda una tienda de "un señor japonés en el barrio de Analco", un ejemplo de personas de multitud de procedencias que en aquella época formaron también su identidad duranguense. Además, recuerda la importancia de la narrativa de la revolución mexicana, los tesoros en baúles y los espantos, las leyendas de la ciudad que la gente vivía como presencias reales, un arcoiris de vivencias que junto al catolicismo entremezclan una singular identidad, que la profesora conecta con su amplio conocimiento antropológico sobre el devenir de las islas en Las Antillas francesas, donde lo mágico y lo real se confunden y se hacen vida vivida.


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Para Margarita Vargas, “las historias las vivíamos como algo real” en su infancia duranguense. Ella recuerda a su abuela materna, Tomasa, que vivió la Revolución, provenía de Canatlán y era muy católica, Margarita absorbió el “misticismo” de su abuela. En su memoria, destaca también el abuelo Margarito Canales, quien murió antes de que ella naciera. Comenzó como capataz en las fincas y estuvo como empleado en una tienda que estaba en el lugar de la actual casa del Conde de Súchil, luego fundó su propia tienda, llamada "La costa cantábrica", una tienda de abarrotes de gran afluencia de clientes. Su abuelo llegó a ser presidente municipal.

Margarita Vargas Canales nació en Durango, es Licenciada en Relaciones Internacionales, Maestra y doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM / Foto: Romina Solís | OEM

Todos los recuerdos de la profesora duranguense trascienden como un punto de luz que irradia en su modo de mirar y concebir la historia y la cultura. Recuerda la visita de los siete templos en Semana Santa, ya han pasado muchos años y se recrean en su memoria las sensaciones de la ciudad, su memoria olfativa y visual es duranguense, reunirse en familia es un anclaje con la gastronomía y la identidad de la ciudad, todas las lluvias se parecen al agua de los atardeceres duranguenses.

Para Margarita Vargas, la ciudad y la sierra se entrelazan, el paisaje constituye su concepción de la belleza, el bosque, la nieve, la magia de la luz, el perfume del pino y del oyamel.Por el lado de su papá, menciona que su abuelo fue minero, estuvo en el Cerro del Mercado, vivió la gran época minera, su nombre era Miguel Vargas y contaba todas sus vivencias, algo que recuerda a Margarita a las novelas de Émile Zola, “los mineros bajaban con lámparas” y su lonche eran las gorditas que surgen como el alimento minero por excelencia. Todo el mineral se llevaba a las fundidoras de Monterrey, siendo Durango el gran proveedor del progreso de la República.

Es especialista en historia socio-cultural del Caribe insular siglo XX / Foto: Romina Solís | OEM

La historia de Durango también pasa por la madera de la sierra, sus capítulos históricos que crean un imaginario común, una riqueza que representaba a América para los europeos. Recuerda que cayó en sus manos una guía de estudios, le gustaban los mapas, las leyendas y los mitos, quiso conocer Francia y sabía el nombre de sus ríos y lugares, decidió estudiar relaciones internacionales para viajar, así que tenía que convencer con quince años a que su papá le diera la confianza para ir a la UNAM, una vez que concluyera la preparatoria diurna en la Universidad Juárez del Estado de Durango.

Estudió francés, conoció su literatura y volcó todo su entusiasmo en el caribe francófono, destacándose en la actualidad como una gran especialista en la narrativa de autores como Édouard Glissant de Martinica. Ella confiesa su gusto por escribir, sus sueños nacieron con los libros y la cultura francesa. El Camino de Tierra Adentro, las casonas de Durango y su fundación, fueron el origen de esa búsqueda y esa pasión por las historias del mundo, la esclavitud y las migraciones que han dado raíz a las culturas del mestizaje.

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