Muñeco maldito en la Jalisco

Alberto Serrato

  · domingo 22 de septiembre de 2024

Muñeco maldito en la Jalisco / Foto: Cortesía

Alberto, un gusto saludarte, me gustaría ver mi relato en la edición del próximo domingo. Me llamo Ariana tengo 23 años, vivo en la colonia Jalisco. Me gustaría comenzar mi relato con una pregunta, ¿crees en los muñecos diabólicos?

La verdad yo no creía en nada de esas cosas, pero hay algo en la casa de mi tía que no me gusta y es que desde unos dos meses atrás vengo a cuidarla por las tardes. Ella quedó inmóvil de sus extremidades después de un accidente sufrido hace casi un año cuando regresaba de un rancho cercano a nuevo Ideal, todos pensamos que moriría, pero ella por fortuna puede escuchar y decir algunas palabras básicas como “agua”, “baño”, etc. Con sus ojos demuestra algunas de sus emociones, yo la quiero mucho, le doy de comer yogurts y a veces le preparo piñas coladas o bebidas que le gustaban cuando ella podía interactuar más.

Desde hace unas dos semanas, había visto su rostro distinto, como si pudiera dibujar miedo y si pudiera hablar bien seguro me diría que algo andaba mal. Su esposo murió hace cinco años, él, era curandero y practicaba magia de no sé qué tipo, la verdad siempre me dio desconfianza y solo lo saludaba por cortesía. En el fondo de la casa, hay un cuarto donde se encuentran pertenencias de él y en una ocasión en una fiesta familiar, comentó que ahí había un muñeco con los ojos de un venado, según su versión, ese mono servía para expulsar entidades de personas que acudían con él para pedirle ayuda sobre algún problema. Nunca le creí al señor, pero el muñeco dejaba verse por el vidrio de la puerta, era pequeño, sin dientes, vestido con un trajecito de pana color azul y con los ojos negros, profundos como los de un venado. Tal vez era mentira, pero parecían ojos disecados, en realidad el muñeco ese era horrible.

Mi tía hasta hace un mes, dejó de decir las poquitas palabras que podía y sus ojos a veces se llenan de lágrimas, pero no son de tristeza, son de horror y cuando le pregunto qué tiene, solo se queda mirando el techo como si estuviera muerta. La semana antepasada llegué a las 3:00 de la tarde y cuando entré a la sala, pude ver unas huellas pequeñas, pensé que eran de mi hermanita, porque por las mañanas mi mamá va a darle el desayuno y a ponerle las noticias un rato, entonces lo dejé pasar y no le puse atención.

Caminé hasta el cuarto de mi tía y un ruido proveniente del cuartito donde estaban las pertenencias de su esposo, me hizo centrar la atención y tener el deseo de mirar por el vidrio de la puerta. Giré 180 grados y caminé hacia el patio trasero donde se encontraba ese cuartito, mis pasos se volvían lentos y cada vez más eternos y cuando llegué al vidrio, pude ver distintos objetos y pertenencias; había cuadros, rosarios, figuras de porcelana, botas viejas, zapatos, un relicario viejo y a un lado, se encontraba sentado el muñeco con ojos de venado. Su sonrisa era más siniestra y parecía mirarme, la verdad no soporté verlo más de cuatro segundos y me di la vuelta para ir con mi tía.

Ella se veía igual de triste, con sus ojos inflamados, le pregunté varias cosas y no obtuve respuesta. Me estuve con ella algunas dos horas, pero no quiso comer su yogurt preferido y solo observaba el techo con esos ojos llenos de pánico.

El domingo pasado iba a darle de comer, eran casi las cuatro de la tarde, pero el cocido de res se había tardado un poco. Algo me llevó de nuevo a la puerta de los tiliches de su esposo y cuando puse atención en los elementos de la vez pasada, todo se encontraba en orden, a excepción del maldito muñeco.

Éste se encontraba torcido y más cerca de la puerta, parecía como si alguien lo hubiera aventado, me quedé viéndolo y luego una de sus manitas se movió sin explicación lógica. La verdad no esperé más tiempo ni fui con mi tía, salí corriendo hasta la casa y le pregunté a mi mamá si ella había entrado al cuartito ese para alguna necesidad de mi tía. Ella me dijo que nadie tiene llave porque la única existente se fue a la tumba con el esposo de mi tía. Ya no quise regresar sola y me acompañó mi mamá para darle el caldo que se había quedado en la sala.

Ella casi no probó bocado y cuando le preguntamos por última vez acerca de su estado de ánimo, con penas pudo articular las silabas “ñe-co”. A pesar del cariño, no quiero volver a esa casa, porque quizá me tachen de loca, pero estoy segura de que en ese cuarto habita algo más allá de lo que podemos entender.

Ariana, tu relato es escalofriante, me gustaría visitar esa casa y hacer un programa de exploración en ese sitio para ver si el hombre se comunica con nosotros a través del Spirit Box. Gracias por tu relato.

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