Desde que era una niña Valeria supo que su destino estaba fuera de Durango, y que sus sueños eran tan grandes que no le alcanzaba ni siquiera un país como México para cumplirlos y por eso tenía que salir de aquí, pero no para huir, sino con el objetivo y la motivación de cumplir las metas que tenía en mente desde que estaba muy pequeña.
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Por eso al responder a qué se dedica, ella contesta con mucha seguridad y una amplia sonrisa “soy actor, director, productora, maestra de voz, payaso pediátrico en hospitales y soy la coordinadora regional de una técnica de voz llamada Fitzmaurice”.
Y sí Valeria Aviña o Avina, como la conocen en el gremio cinematográfico y teatral internacional debido a que en el alfabeto inglés no existe la letra “ñ”, tiene tantas profesiones, como historias por contar, pues a sus 35 años ha logrado recorrer un mundo que comienza a abrirse a la igualdad de género.
Con un particular estilo no solo para vestir, sino para hablar, la artista duranguense tiene la capacidad de contagiar de optimismo a quienes tiene cerca, pues en la forma de contar parte de su historia también transmite la emoción que le causó en ese momento tomar desde decisiones difíciles como dejar a su familia en Durango, siendo apenas una adolescente para irse a vivir a los Estados Unidos, porque incluso una ciudad como Monterrey no era opción; hasta aquellos momentos en los que en una sala de un teatro de Nueva York se estrenó su último cortometraje llamado “Hasta la luz”.
¿Cómo descubriste tu talento?
“Siempre me sentí muy en casa y muy fuera de casa, no solamente por lo que yo sentía en cuanto a la forma de expresarme, siempre era Valeria la locochona, la que corrían de la escuela. Pero yo sentía que cuando estaba en otro lugar con mis amigos siempre creaba otras cosas y estaba haciendo algo”.
Por uno de sus tíos tuvo la posibilidad de ingresar al Centro de Educación Actoral de Televisa, sin embargo rechazó la idea, pues tenía claro que no quería actuar en las telenovelas mexicanas, algo dentro de sí le decía que estaba para cosas más allá.
Finalmente su talento, el cual abarcaba también a un deporte como el tenis, la llevó a plantearse la posibilidad de obtener una beca deportiva en los Estados Unidos de América, “y de ahí me agarré”, así que cuando comenzó a recibir ofertas, tomó un mapa y eligió el lugar más alejado de Durango para radicar, así llegó a Iowa a los 15 años.
“Yo quería empezar de nuevo, quería una vida nueva, intenté jugar tenis para ver si me iba al Tec de Monterrey, pero sentía que estaba repitiendo algo que todos hacía, todo mundo se iba a estudiar licenciatura, abogados y yo no me sentía así. Me esforcé tanto en caber en este espacio que sufría mucho”.
EL TEATRO
Su primer acercamiento al teatro fue gracias a su amigo Filipe Valle Costa, un portugués que en ese momento hacía teatro, sin embargo se sentía incapaz de decir sus líneas en un inglés fluido, pero Valeria entendió que el miedo no podía ser un impedimento para lograr lo que desde un inicio tenía en mente y a partir de ahí ya no paró.
Su formación académica incluyó la Graceland University en Iowa, una escuela para dramaturgos y cuyo ingreso no es nada fácil ya que es una de las pocas universidades de los Estados Unidos que acepta a solamente 16 personas para cursar la maestría cada tres años.
De ahí que tras audicionar con un pequeño monólogo, representantes de diversas universidades quienes la observaron y recibió una beca por tres años para cursar la maestría, en cuyo trayecto conoció a uno de sus maestros más recodados por las grandes enseñanzas que obtuvo de él, Pol Calina, un actor del que aprendió una técnica de máscara de payaso.
Tras concluir la maestría, en los diversos talleres que se ofrecen fue vista por varios agentes tanto de Nueva York, como Chicago y de otros lugares conocidos por la gran cultura de teatro que se tiene, “ya tengo ocho años viviendo en Nuevo York haciendo arte, actuando, dirigiendo, produciendo”.
Si bien aunque nunca sintió que en su tierra natal podría lograr hacer realidad sus metas, está convencida de que Durango es su comunidad, y cada regreso es tener recuerdos con su familia, sus amigos de toda la vida, su gente y a esa pertenencia.
“Siento que yo estoy creando lo mismo en otro país, sí tengo 16 años que me fui, pero ya tengo unos tres o cuatro años que decidí crear un puente para poder ahora sí hacer arte en Durango, y ver cómo podemos llevarlos allá o yo venir aquí, porque creo que al ser un lugar tan pequeño también generas pertenencia”.
SU TRABAJO EN EL CINE
Hasta la luz es el cortometraje que actualmente promociona y al que le apuesta para ser una revelación en festivales de cine internacionales, “quise regalar esta pieza a nuestra comunidad duranguense porque también viene una parte de mi niñez, porque es una exploración de mis propios mostros, de cómo me los imagino, fueron reales o no”, y con ello crear una conversación sobre la ansiedad y cómo se vive con ella.
Esta pieza nació durante la filmación de un comercial y mientras se platicaba sobre trastornos como la ansiedad y cómo es vivir con ella, “la escribí por un año y medio, y luego estuvimos casi un año de producción, filmamos hace un año exactamente”, por lo que durante hace casi tres años se llevó el proceso para finalizar en octubre del 2022.
Valeria Aviña asegura que es una profesional de las artes visuales, pero además inclusiva, pues en su equipo de trabajo trabajan en su mayoría mujeres y muchas de ellas pertenecientes a la comunidad LGBT, lo que la hace un personaje único y especial.