Mónica Torres Amarillas fue dos veces medallista olímpica, portando desde siempre los colores azul y oro de la Universidad Nacional Autónoma de México –UNAM-, donde sus amigos de esa época estudiantil hacían recolectas y voceaban para que maestros y directores se unieran a la causa y cooperaran para que ella saliera a competir en el extranjero.
“Por eso lo continué practicando hasta la licenciatura en Derecho. Fui de las pioneras que resaltó el deporte que me gustaba, aunque no fue sencillo, porque me enfrenté a muchas situaciones, principalmente cuando competía fuera del país, ya que no contaba con los apoyos suficientes. Aun así, luché por el derecho de competir”.
Mónica formó parte de la primera selección femenil conformada en 1986, que se preparó para la Copa del Mundo en Turquía, a la que no pudieron asistir. Un año después, fue seleccionada para el Mundial de Barcelona.
“Pero la Federación dijo que no tenía presupuesto, así que mi familia juntó recursos para los viáticos y mi entrenador José Sámano hizo una fiesta para recaudar fondos para el boleto de avión, y la UNAM pudo completar los recursos. Así fue como asistí al primer Campeonato Mundial femenil obteniendo medalla de plata”. Ahí mismo le dieron la noticia de que el TKD participaría el siguiente año en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, donde asistirían los países mejor posicionados: 4 por continente.
“fue una sensación saberlo, pero otra vez sin recursos, así que la comunidad universitaria se puso a botear para asistir, convocaron a los medios para que dieran la noticia y finalmente llegué a Seúl, ganando la primera medalla olímpica femenil para México”.
Fue la voluntad de una mujer que traspasó barreras. Luchó para completar su viaje a sus segundos Juegos Olímpicos en Barcelona 1992, donde finalmente se retiró a nivel competitivo, para regresar a dar clases en la UNAM.