La astronomía es una ciencia – y una afición – que llena increíblemente de satisfacciones: podemos observar lunas, planetas, cometas, estrellas, nebulosas, galaxias y otros tantos objetos y fenómenos; podemos entender aunque sea mínimamente el universo, podemos imaginar otras tantas cosas… pero de las mejores experiencias, sin duda, es cuando alguien ve por primera vez a través de tu telescopio. Las expresiones de asombro y de incredulidad, sobre todo de niños y personas mayores, hacen que tenga sentido esa parte de tu vida.
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Pero siempre queremos más, no basta ver esos tenues (en muchas de las ocasiones) objetos que se encuentran a miles o millones de años luz de nosotros, ahora queremos tenerlos con nosotros para siempre. Queremos una fotografía de ellos.
Tengamos en cuenta que para poder registrar objetos regularmente tenues en una fotografía, es necesario tiempo de exposición, es decir, el tiempo que el obturador (por donde entra la luz a la cámara) está abierto dejando pasar luz; una “sensibilidad” alta a la luz de los equipos utilizados y ópticas (telescopios o lentes de cámaras) “rápidas”, lo que en fotografía se conoce como f (relación entre la distancia que recorre la luz desde el lente o espejo primario, hasta el punto donde hace foco y el tamaño del lente o espejo).
Las relaciones focales cortas (f de 2.1, 3.5 y hasta 5) permiten la entrada de mucha luz y tienen un gran campo de visión. Las focales largas (f de 8, 10 o más) no permiten la captación de tanta luz y su campo de visión es reducido. Las primeras son para objetos grandes: nebulosas y cúmulos abiertos principalmente, las segundas son para planetas, nebulosas pequeñas y cúmulos cerrados (globulares) mayormente.
Básicamente hay tres tipos de astrofotografía: de campo amplio, planetaria y de espacio profundo. En el primero, se utilizan cámaras fotográficas con objetivos (lentes) “angulares” rápidos, que permiten captar una gran porción del cielo. El segundo tipo utiliza telescopios grandes (y de larga focal) que permiten aumentar de gran forma la imagen, así como el video, como principales herramientas. El último tipo, posiblemente el más fascinante, utiliza, independientemente del telescopio, sistemas de seguimiento que permiten captar fotografías de varios minutos, lo que permite registrar imágenes de objetos muy tenues e incluso invisibles al ojo humano.
Vayamos por partes… Hablemos de la fotografía de campo amplio
Seguramente la forma más fácil de obtener una imagen de las estrellas, es apuntar tu cámara fotográfica o celular, programar una toma de unos segundos y listo. ¿Quién no ha sacado una foto de la Luna?
Hay varias técnicas para hacer fotografía de campo amplio, todo depende de lo que queramos captar: por ejemplo, la Luna solo requiere hacer una toma rápida (porque la Luna es muy luminosa) y, tal vez, un lente telefoto, si queremos una imagen grande y con más detalle de nuestra vecina estelar más próxima.
La cosa se complica un poco cuando queremos registrar estrellas. Para poderlo hacer, necesitamos tiempo de exposición. Eso implica contar con un tripie o colocar nuestra cámara en un lugar que le proporcione un soporte relativamente estable para que nuestros movimientos al sostener la cámara no contribuyan a echar a perder la toma.
El tiempo en el que nuestra cámara permanece “abierta” adquiriendo luz va desde algunos segundos hasta varios minutos.
Muy seguramente, cuando hacemos una fotografía “de campo amplio” buscamos algo relevante en el cielo que, casi siempre, es la Vía Láctea (nuestra propia galaxia). Creo que muchos hemos visto fotografías con este motivo.
Aquí, como en el caso de la Luna (en caso de que no se maneje un gran acercamiento), considero importante una buena “composición” de la imagen, es decir, los elementos adicionales que formarán parte de ella: árboles, edificios, cerros, etc., que dan un marco más vistoso a la toma final.
Otra categoría de fotografía de campo amplio son los nombrados, “star trails” (trazas de estrellas), que consisten en hacer muchas tomas de algunos minutos del cielo, apuntando a una región fija del mismo (se requiere tripie), luego se unen las tomas y se obtiene una imagen con círculos o semicírculos que formas las estrellas en su recorrido por la bóveda celeste en el transcurso de algunas horas. Como en todos los casos, hay una infinidad de “tutoriales” disponibles en Internet si quieres aprender algo más al respecto.
Las tomas se pueden hacer desde con un celular, hasta con cámaras semiprofesionales de las llamadas “reflex”; dependiendo del objeto (en el caso de la Luna no es tan necesario), un tripié; en los casos de fotografía de la Via Láctea hay quienes utilizan un “tracker”, un pequeño tripie con un sistema motorizado que permite “seguir” el movimiento de la esfera celeste, permitiendo obtener tomas de más tiempo y por consiguiente, de más detalle. Estos accesorios son relativamente de bajo costo y sencillos de utilizar. El punto básico es entender los conceptos y la aplicación de “tiempo de exposición”, “apertura del diafragma” e “iso” (sensibilidad), como sucede en la fotografía común.
Por otro lado, está el “post proceso” de la imagen, lo que juega un papel muy importante en el resultado final. La mayoría de los expertos opinan que una imagen de calidad es 60% la toma original y 40% el procesado de la misma.
Sepamos que “procesar” no es lo mismo que “editar”. En el primer caso se rescata la información que ya está en la imagen (haciéndola más visible, más contrastada o ajustando el color); la edición se refiere a agregar elementos que no estaban en la toma original, sustituir otros o hacer “doble exposición”.
El post proceso de las imágenes de campo amplio son relativamente sencillos y existen para esto una gran variedad de aplicaciones (algunas gratuitas, otras no).
Así pues, podemos iniciarnos en el mundo de la astrofotografía con equipo modesto y, con la práctica, obtener resultados que nos sorprenderán a nosotros mismos.
En la próxima ocasión hablaremos de la fotografía planetaria…