En la cultura occidental se nos ha enseñado a querer que las cosas duren para siempre, tener esa fuente externa que nos hace feliz para siempre, ya sea un trabajo, un objeto, una pareja, familia o amigos, pero ¿sabes hasta qué punto eso puede considerarse sano?
La psicóloga Yessika Weyman, comenta que lo primero es detectar cuánta es la necesidad que tenemos a esa fuente que nos provoca felicidad, reconocimiento, estabilidad, y cuánto lo necesitamos para sentirnos valiosos, tranquilos o exitosos, qué emociones nos provoca al momento de no tenerlos.
Siempre escuchamos como buenos deseos, “que seas feliz por siempre”, “siempre amigas”, “que tengas mucho de lo que te hace feliz”, “juntos por siempre”, etcétera, pero la realidad es, que todo es impermanente.
En las culturas orientales por ejemplo, animan a las personas a abrazar la incertidumbre, la impermanencia, porque todo termina o tiene fecha de caducidad.
¿Cuándo se puede considerar que el apego es un problema?
El apego en si no es malo, como cuando se da naturalmente a los hijos, a la familia, porque en connotación de proximidad es bueno, cuando las personas tienen un apego seguro por ejemplo, en los primeros años de vida, esos niños en la vida adulta tienen una mejor salud mental, son personas en general con buenas relaciones en el contexto emocional.
Un individuo que siento sus fuentes seguras, desactiva ese estrés, está tranquilo, pero si por el contrario su fuente es inestable, activa y desactivo el estrés.
Al momento de necesitar una entidad externa para sentirme seguro, confortable o feliz, y de no tener esa fuente de felicidad, empezar a sentirme ansioso, molesto, triste, es un apego negativo, que puede generar una dependencia emocional.
Todos nos hemos sentido apegados a algo, pero solo cuando te quieres apropiar de esa fuente, empiezas a dejar de ser feliz, porque toda tu energía está enfocada en no perderla, piensas me lo quedo para que me siga dando felicidad o placer, y creo que no puedo vivir sin eso, surge el miedo y me dedico a no perderla.
Se debe analizar la última vez que me sentí tan apegado, visualizar el contexto, y determinar por cuánto tiempo estuve feliz, si lo valoro y lo disfruto, pero principalmente saber que puedo vivir sin ello.
¿La meta es el desapego?
Tampoco debe llegarse al grado de una tendencia evitativa, donde se tiene un desapego generalizado por todo, porque ahí se estaría hablando también de un problema, y se convierte en una entidad clínica. Asumir que nada me importa, que nada me interesa, es solo un mecanismo de defensa.
Conclusión
Lo ideal es llegar a tolerar la impermanencia, conectarte y disfrutar el momento presente, comenzar a darte cuenta de los patrones que estas repitiendo y cambiarlos, porque cada uno debe ser su proyecto más importante, reconocer que nada es para siempre, pero igual ser feliz.
Se deben desarrollar también otras habilidades que te ayuden a mantenerte tranquilo, buscar una nueva actividad, conectar tu atención en el presente y lo importante, no en si algo me está dando felicidad o no, porque se puede entrar en conflicto.