“La vida nos fue arrebatada”, dijo José Julián Corrales, esposo de Carmen González, la vida número 41 que cobró la meningitis en Durango. Procedente de Santiago Papasquiaro, llegó a la capital del estado acompañado de sus tres hijos, de 11, siete y el pequeño de dos años, para participar en la marcha que familiares y sobrevivientes, realizaron este sábado 2 de noviembre para recordar a las 40 mujeres y un hombre que perdieron la vida luego de un procedimiento de negligencia médica.
- Te puede interesar: A dos años del brote de meningitis en Durango, convocan a marcha
Con una mirada triste, de la que a ratos parece que brotarán lágrimas, José Julián cuenta que su vida ya no es la misma, ahora viven al día y ese hueco que dejó su esposa se siente cada vez más profundo, más doloroso.
“Mi esposa, yo nos llevábamos muy bien, éramos felices, con lo poco o mucho que teníamos, y el hecho de ya no contar con ella ha sido el golpe más grande que hemos tenido mis hijos y yo como familia”, dijo al contar cómo la vida de Carmen se fue apagando entre entradas y salidas del hospital, hasta que finalmente el 23 de julio del año 2023, unas semanas antes del primer cumpleaños de su hijo, ella perdió la vida.
Carmen es la última de 41 víctimas que perdieron la vida tras someterse a una cirugía para dar a luz a sus hijos, niñas y niños que ahora tienen dos años y crecen a cargo de sus padres, abuelos y en algunos casos hasta de sus tíos.
Como la hija de Cristian Aniri Macías, que acompañada de su papá y abuela, acudió a la marcha montada en un cochecito rosa en el que recorrió la calle 20 de Noviembre con una vela en sus manos. Su abuela, Ana María del Carmen Macías, carga la imagen de su madre, quien indignada asegura que su hija pasó a ser solo un número más para las autoridades.
“Nuestras hijas pasaron de tener un nombre a tener un número”, dijo mientras cuenta que su corazón está roto y a un año de la muerte de su hija parece que el dolor y la pérdida nunca desaparecerán. Y es que la mayor felicidad que todas las familias sintieron al recibir a un nuevo miembro de su familia, unos meses después se convirtió en una tragedia.
Su nieta dijo, tiene un excelente papá quien con el apoyo de su mamá ha logrado sacar adelante a su hija, mientras todos sanan sus heridas. Sin embargo reconoció que no todos los huérfanos de las mujeres víctimas de la meningitis corren con la misma suerte, por eso hizo un llamado a la presidenta del DIF Estatal, Marisol Rosso Rivera, para darle un seguimiento a esos niños que se quedaron a cargo de abuelos que ya no pueden hacerse cargo de ellos.
La caravana compuesta por un grupo no mayor a cien personas, llegó hasta la Catedral Basílica Menor, en donde se ofreció una misa en favor de las víctimas, no solo de la meningitis, sino a todos aquellos que de manera inesperada por un accidente, o incluso un suicidio perdieron la vida y hoy son recordados por sus seres queridos.
Frente al antiguo edificio, se hizo un pase de lista, el cual inició con Armida Monarrez, la primera paciente fallecida al contraer meningitis, su esposo Juan Antonio Díaz Robles, sigue molesto e indignado, pues a la fecha su proceso judicial no ha tenido el avance que ellos esperaban.
Su vida y la de su familia ya no fue la misma desde que su esposa contrajo ese hongo a través de la anestesia que le fue aplicada al practicarle una cesárea en la que dio a luz a su pequeña hija. Armida dejó tres hijos, quienes ahora crecen al lado de su padre y sus abuelos, pero sin su madre, y este 1 de noviembre se cumplieron dos años desde su muerte.
Evelin y Laura, sobrevivieron a la meningitis, “hoy por la mañana me acordé que hace dos años empezó a salir el comunicado de la primera fallecida y de clausura del hospital”, contó la primera de ellas, quien recordó incluso el miedo que sintió cuando tuvo que ir a realizarse el protocolo para saber si estaba contagiada.
Recuerda esos días con una gran angustia, en la que su familia también estuvo inmersa, pues eran los encargados de cuidarla mientras estuvo internada, “la vida después de la meningitis no fue igual, no hemos podido retomar esa vida que teníamos después de tener a nuestros bebés”, contó.
Mientras que para Laura, lo agresivo de los medicamentos le han dejado secuelas en casi todo su cuerpo, “he tenido problemas visuales por el uso prolongado de estos medicamentos; también he tenido daño en el hígado, un daño en el pulmón, desgaste de los huesos de la columna”, entre otros.
A la marcha acudieron algunos de los hijos de las mujeres fallecidas, y de la mano de abuelos o papás, caminaron para recordarle a los duranguenses que sus mamás aún no tienen justicia.