“En esta casa nació la insigne artista de fama internacional Fanny Anitúa, el 22 de enero de 1887”, dice una placa colocada en una fachada amarilla de un inmueble del Centro Histórico de Durango, que si bien no tiene un valor importante desde el punto de vista arquitectónico, sí lo tiene en materia histórica e incluso es patrimonio cultural, y en el cual la autoridad fue omisa al permitir una intervención en construcción.
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El cronista e historiador, Javier Guerrero Romero, denunció precisamente la omisión que tuvo la autoridad, que en este caso se trata del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Dirección Municipal de Desarrollo Urbano, para que un particular intervenga en este lugar de arquitectura popular marcado con el número 304.
“No se justificaba la demolición del edificio…es un daño irreversible en el patrimonio cultural, por omisión (…) El hecho que sea la casa donde nació Fanny Anitúa le da un valor histórico de una dimensión muy importante, independientemente que se trate de una casa popular”, y es que se trata de la cantante de ópera más importante que ha dado el país, y una de las grandes contraltos en la historia de la ópera.
Esto representa que este inmueble, ubicado sobre calle Carlos León de la Peña, entre 5 de Febrero y 20 de Noviembre, tenga un valor intrínseco.
Explicó Guerrero Romero que el propietario o despacho de arquitectos involucrados del proyecto, no son responsables del daño patrimonial, pues ellos solicitaron el permiso y éste les fue otorgado.
- Quienes dan los permisos no están obligados a ver quién fue Fanny Anitúa, pero sí están obligados a consultar a los organismos de consulta ciudadana que se tienen para tomar la decisión más correcta; en ese sentido hubo omisión.
Se trata del Consejo Consultivo Ciudadano del INAH y el Consejo de la Crónica, de los cuales forma parte el historiador, quien asegura que ninguno de los dos fue citado para tal solicitud de permiso.
“La ley es clara al decir que si tu destruyes un monumento de valor histórico, estás obligado a reconstruirlo, pero en este caso ¿cómo puedes obligar a que reconstruya un edificio alguien a quien le diste permiso primero”.
Abundó entonces que la aspiración sería que solamente se reconstruyera el edificio, pero evidentemente eso no va a ser posible, “pues con toda la tranquilidad del mundo, quien lo demolió se puede amparar de que ya le dieron permiso para demolerlo”.
Javier Guerrero comentó que por ahora lo que se pudiera solicitar sería que se conserve cuando menos la fachada, cuando la propia autoridad revoque el permiso y modifique la autorización.
Ante ello fue contactado el director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Durango, Antonio Reyes Valdez, quien confirmó que la obra en este inmueble sí tiene la licencia por parte de esta dependencia, en la cual se contemplan y permiten tres cosas, y ninguna de ellas trata de una demolición.
Primeramente la ampliación del acceso, que son entre 70 y 80 centímetros, “supongo que querrán meter un vehículo, eso es muy regular”. La segunda autorización era para la conservación de muros, y para la restitución de techos.
El funcionario refirió que este inmueble ya tiene muchas alteraciones con anterioridad, de tal manera que hay cosas que aunque ahorita se quisieran preservar, ya no es posible.
Derivado de una inspección realizada por el INAH, dijo, los muros estaban tan deteriorados porque no tenía techo, y al momento de iniciar obras, estos se fueron abajo, pues era difícil de mantenerlos.
Es un particular el propietario del inmueble, y el destino que se le dé corresponde directamente a las autoridades municipales, “a nosotros nos compete velar por la preservación de lo que queda del monumento, pero no quedaba mucho, estaba muy alterado, y en muy malas condiciones, por eso mucho de los muros se vinieron abajo por el movimiento”.