A punto de concluir el año, el arzobispo de Durango, Monseñor Faustino Armendáriz Jiménez, brinda un mensaje a todos los fieles y miembros de la Arquidiócesis de Durango, al reconocer en primer lugar que se termina un año complicado para todos.
“El comienzo de un año nuevo, es siempre un don de Dios para la humanidad. Por tanto, en esta ocasión, deseo invitarlos a todos ustedes a iniciar este año 2021 con una actitud de confianza en la Providencia Divina, pues para el que cree en Dios siempre hay esperanza”.
Sobre la navidad, mencionó que se puede decir que ha sido “la navidad de la pandemia”, de la crisis sanitaria que ha redundado en una crisis a nivel socioeconómico, cultural, familiar e incluso eclesial; de tal modo que no se ha tratado sólo de algo teórico o intelectual, sino de una realidad sentida y compartida por todos.
No obstante, recordó las palabras del Papa Francisco en su discurso a la Curia Romana, “este flagelo ha sido una prueba importante y, al mismo tiempo, una gran oportunidad para convertimos y recuperar la autenticidad”.
Ante toda esta realidad, Monseñor Faustino Armendáriz invitó a los fieles católicos a tener los ojos de la fe, pues la crisis asusta “no sólo porque nos hemos olvidado de evaluarla como nos invita el Evangelio, sino porque nos hemos olvidado de que el Evangelio es el primero que nos pone en crisis”, señaló.
Recordó que con la ayuda de Dios, la población estará más consciente de sus limitaciones, fallas y errores, pero sobre todo, más confiados en la misericordia y gracia de Dios, así como también, convencidos de que "nadie se salva solo".
La liturgia nos propone al inicio de cada año recordar la antigua bendición con la cual los sacerdotes bendecían al pueblo de la Alianza: «que Yahvé te bendiga y te guarde; que ilumine Yahvé su rostro sobre ti y te sea propicio; que Yahvé te muestre su rostro y te conceda la paz».
En este nuevo año, todos están llamados a ser artesanos de paz, para encontrar caminos, para construir la civilización del amor, y tratar de sanar las heridas del pasado y promover el valor y dignidad de la persona humana en todas las etapas de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural; buscando un verdadero progreso que vea por el bien integral de la persona y el bien común de la sociedad.
“Que María Santísima, reina de la paz, nos ayude a ser verdaderos constructores de paz, de tal modo, que también nosotros nos sintamos corresponsables del cuidado de la casa común y de cada uno de nuestros hermanos”.