Emprendieron el viaje recién entrado el otoño, a finales de septiembre, tras un periplo de poco más de dos meses, durante los cuales pasaron por países de Suramérica y Centroamérica, para llegar finalmente a Tapachula, en el sureño estado de Chiapas y ahora, el viernes anterior a Durango, donde han decidido conseguir un trabajo, una casa y quedarse a vivir con sus familias.
Son Rony Blavet y Joseph Abelo, dos jóvenes de origen haitianos, quienes con sendas tarjetas de visitante por razones humanitarias concedidas por el Instituto Nacional de Migración (INM), fueron encontrados esforzándose para ganar el sustento para ellos mismos y los suyos, y con ayuda de un duranguense bondadoso, venden tacos de canasta y burros en el centro de la ciudad.
Se salieron de su tierra, junto con miles de haitianos más, huyendo de la pobreza y de la rampante violencia que priva en uno de los países más pobres del mundo.
Aseguran que la situación es insoportable, porque las condiciones de crueldad y ferocidad que sufren la mayoría de los haitianos por parte de la delincuencia y de las propias autoridades, obligan la partida; “en cualquier parte del mundo estaremos mejor que en nuestra propia tierra”, sostiene Rony con un español difuso.
Luego de dejar atrás la isla, arribaron al continente americano en la parte sur, de tal forma que para llegar acá, hubieron de pasar por Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, para pisar tierras mexicanas en Chiapas, en un recorrido que se prolongó por poco más de ocho semanas.
Hoy están en Durango, buscan el auxilio de la sociedad, de las autoridades. Aseguran que están dispuestos a ganarse la vida de manera honrada, trabajando. Tanto Rony como Joseph indican que saben trabajar para ganarse la vida. Sin embargo, en su país se les negó toda posibilidad de salir adelante con sus hijos y esposas.
Les urge tener un trabajo para tener dinero y poder rentar una vivienda, dejar el albergue que les ha proporcionado el Instituto Nacional de Migración y comenzar a rehacer su vida, aquí en Durango.
Aclaran que no es su objetivo el llamado “sueño americano”, sino que la tierra prometida para ellos, es esta, nuestra entidad, donde están resueltos a quedarse a vivir.