CANATLÁN, Dgo. (OEM). A poco menos de una semana de haberse celebrado la fundación de la ahora ciudad de Canatlán, el día lunes13 de noviembre, en su aniversario 403, de acuerdo a lo marcado por el gobierno municipal, cabe recordar al historiador duranguense don Atanasio G. Saravia (1888 -1969), quien en su obra Apuntes para la historia de la Nueva Vizcaya tres volúmenes (1940-1941-1956), se refiere a Canatlán aspectos que marcan que antes que la fundación del convento franciscano, ya existía el pueblo.
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En su obra Apuntes para la historia de la Nueva Vizcaya, el historiador duranguense escribió que de acuerdo a la información franciscana, se menciona que en el año de 1622 y principios de 1623 se estaba levantando un convento en el pueblo de Canatlán, el cual había sido asolado durante el alzamiento de los Tepehuanos, en el año 1616.
Es decir, marca la existencia del poblado, el cual es referencia para escribir la construcción del convento.
Marca el académico que sí es muy explicable que se hiciera esa construcción ya que fueron enviados varios religiosos franciscanos para ayudar a la pacificación.
Afirma en su obra que se llamó convento de San Diego de Canatlán y aunque el padre Arleguí (José), en su crónica escrita en el año 1736 fija su origen en el año 1616, es seguro que si entonces se fundió dicho convento, casi no debe de haber durado, pues el mismo cronista (Arleguí) dice que al alzarse la nación tepehuana ese mismo año, los bárbaros quemaron la iglesia y la despojaron de sus ornamentos.
Afirma el historiador Saravia que, por otra parte, como en los relatos sobre el ataque de los tepehuanos no se menciona que hubiera convento en Canatlán ni tampoco aparece otro franciscano por aquel rumbo, más que fray Pedro Gutiérrez, muerto por los indios bastante más al norte, se inclina a creer que la iglesia que en Canatlán destruyeron los indios era la iglesia del pueblo, que ya se sabía, era de visita de los franciscanos de Guadiana (Durango), pero no de convento.
Lo anterior coincide con la información que por separado rindieron los franciscanos fray Pedro Juárez, quien señaló que fue a finales del año 1622 cuando se estaba fundando el convento de Canatlán, como indudable consecuencia de la pacificación de la tierra, reafirmando esto con la declaración que rindió, en el mismo documento, fray Francisco Santos, quien también dijo que por entonces se estaba fundando otro convento, e un lugar de indios tepehuanos, junto a Guadiana, llamado Canatlán.
Señala el cronista, que el padre perpetuo de la provincia, fray Antonio Mondragón, que tenía mucho conocimiento de las cosas de aquella tierra, por haber sido provincial y haber visitado todos los conventos que en la provincia existían, que habiendo pedido los indios reducidos, del alzamiento de La Sauceda, que los congregasen y les dieran ministros en un puesto distante de La Sauceda, como a una legua, llamado Canatlán, se les dio un religioso que los congregó y juntó en un puesto y que para el día de su declaración, que era 20 de abril de 1623, estaba ese lugar tan aumentado, que se le había hecho guardianía y que su Excelencia había concedido limosna de un religioso solo.
Por esto, se ve que s indudable que el convento de Canatlán tuvo su nacimiento de la pacificación tepehuana, lo que dio también lugar a que se aumentase otro convento y guardianía, en un pueblo que ya existía, Canatlán.
Atanasio González Saravia fue historiador y académico mexicano; fue miembro de la Academia Mexicana de la Historia, ocupó el sillón 17 de 1920 a 1959, y fue director de la Academia de 1941 a 1959.1 Sus investigaciones se centran en la historia de la región septentrional de México.
En su honor, el Banco Nacional de México otorga el premio "Atanasio G. Saravia" de Historia Regional Mexicana, en reconocimiento a las personas que se dedican al estudio de historia regional.2
Publicó treinta y un libros, numerosos estudios, ensayos y diversos escritos, entre sus obras destacan Apuntes para la historia de la Nueva Vizcaya tres volúmenes (1940-1941-1956; Los misioneros muertos en el Norte de la Nueva España (1920, ¡Viva Madero! Y Cuatro siglos de la vida de una hacienda.