En el patio cívico del Colegio de Ciencias y Humanidades de la Universidad Juárez del Estado de Durango (CCH-UJED) se montó el tradicional altar de muertos que, en esta ocasión, se dedicó a sus trabajadores académicos, administrativos y alumnos que en el último año dejaron de existir, haciéndoles de esta manera un breve homenaje póstumo.
Noel Rosalío Hernández López, director de Difusión Cultural de la UJED, en representación del rector Rubén Solís Ríos inauguró el altar de muertos dedicado a cuatro trabajadores y un exalumno. “Quiero felicitar al director, maestro Humberto Castro Montenegro, porque ciertamente viene a resaltar las tradiciones que como mexicanos tenemos arraigadas y que son mezcla de culturas prehispánicas y españolas, somos el resultado de todo eso, el mexicano es una muestra de todo esto y por resaltar la parte humana que nos hermana. Este altar de muertos nos enseña a concientizarnos y valorar la vida, este es un tributo a quienes dedicaron su vida al Colegio”.
Asimismo, resaltó que a la vida venimos a ser felices, “… regresamos después de este plano terrenal a ese plano trascendente y al final de cuentas retornamos al todo. Muchas felicidades a las representaciones artísticas, que son otra parte importante de la Universidad, a través de las artes trabajar esta parte humana con nuestros alumnos y sobre todo que se desarrollan una serie de competencias trasversales al momento de cultivar esa parte teatral que desarrolla la comunicación de los alumnos, esa parte musical que desarrolla la coordinación, sobre todo el trabajo en equipo. Muchas felicidades a todos por la realización de este tipo de eventos”, enfatizó.
Cabe señalar que en esta inauguración se explicó el significado del altar de muertos, ofrendas, colores y todo lo relacionado con este día tan importante en la cultura mexicana. También se reconoció a los alumnos que participaron en el concurso de calaveras, cuento, poesía, dibujo, y se disfrutó de una obra de teatro representada por los mismos alumnos del Colegio.
El altar de muertos fue dedicado a Filiberto Morales Arjón, Víctor Hugo Cisneros Orozco, Samuel Valles Fragoso, María Guadalupe Pérez Aguirre y el joven Armando Rodríguez Chavarría, de quienes se compartió una emotiva semblanza, pues dedicaron toda su vida al Colegio y a la Universidad.