A las 11:00 de la mañana en punto, dio inicio el viacrucis viviente que cada año realiza el Templo de Nuestra Señora de los Ángeles, y mientras la gente contemplaba las primeras escenas donde tras un breve juicio, Jesús es condenado a muerte, la intensidad de los rayos del sol comenzaron a calar fuerte por lo que aquello se convirtió en un espectáculo de sombrillas multicolor que formaban una capa contra el sol.
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Los feligreses sabían que aquello era solo el inicio de un largo camino al que aún le restaban 14 estaciones según lo marcado por la tradición de esta práctica religiosa. Una vez que Erik, el joven que representa a Jesús desde hace seis años en el templo, cargó la pesada cruz de madera, el contingente empezó a caminar a un lado de esa escena en la que es azotado por los látigos de los guardias romanos.
“Muévete, camina que no tenemos todo el día”, era parte de lo que se escuchaba a cada paso, y parecía como si la actualidad fuera más allá de la historia, pues el sol que calaba hasta los huesos los urgía a continuar lo más rápido posible para evitar permanecer tanto tiempo en esas condiciones, las cuales ya son normales para estas fechas.
De ahí que para Erik, lo más pesado, incluso por encima de los kilos que lleva cargando a cuestas con la cruz, es sin duda el intenso calor que se siente.
El tráfico fue parado por unos instantes en el bulevar Dolores del Río, para dar paso al contingente que guiados por una soga, paraban cada que una estación así lo marcaba y rezar con forme lo marca el protocolo, pues aunque se trata de una escenificación, es importante detenerse en cada una de estas y hacer oración o bien leer algún pasaje de la biblia.
Una vez que se realizó el recorrido, los actores arriban junto a los espectadores, arriban de nuevo al templo en donde ya se encuentra listo el escenario para dar paso a las últimas tres estaciones que se tienen previstas en el viacrucis, las más tristes y dramáticas dentro de la escenificación, pues Jesús es clavado en la cruz, y es bajado de esta una vez que muere para luego ser sepultado.
Así lo dice la tradición, que se ha convertido ya en milenaria y que en cada parroquia del mundo se lleva a cabo de manera respetuosa y tratando de seguir el rito al pie de la letra.
En el caso de Durango, son muchos los viacrucis vivientes que llegan a verse en la ciudad, por lo que mientras en esta zona centenas de fieles acuden acompañados de sus familias, en el Centro Histórico, otro puñado más de católicos observan el organizado por el Gobierno municipal y que también se ha vuelto parte del programa que se presenta en el cartel del Festival Ricardo Castro.
Y que al término de los mismos, las familias regresan a sus casas para continuar con lo que marca la tradición mexicana con el consumo de la deliciosa comida de cuaresma.