La feligresía católica conmemoró el Domingo de Ramos, día para recordar la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, donde según el relato bíblico, se relata que el pueblo salió a recibir a Jesús con ramos de olivo reconociéndole como a su rey, el mismo Jesús que apenas días después vivió su pasión, muerte y resurrección, recordando la entrega total por la salvación de la humanidad.
El evangelio recuerda en el mismo relato, que aquel que clamaron como su rey, cómo es insultado, despreciado, rechazado y condenado a muerte.
Este evangelio invita a entrar en el relato de la pasión, a dejar que Cristo entre en nuestras vidas, sin tener miedo al decirlo, como lo señaló el Santo Padre Francisco, hay que abrirle a Jesús las puertas de nuestro corazón de par en par, sin miedo, dejemos que Cristo sea nuestro redentor.
Se invita a leer la segunda lectura del apóstol San Pablo a los Filipenses, en la que se habla de Jesucristo y le explica al pueblo que siendo Dios no retuvo para sí ser igual al hombre, sino que se vació en hombre hasta el extremo de ser un servidor de todos nosotros, y se humilló al grado de dar su vida por la de nosotros, por lo cual Dios lo exaltó en la resurrección y le concedió el nombre que está sobre todo nombre, el nombre del Señor, él es nuestro redentor, el Salvador, para que ante el nombre de Jesús toda rodilla se incline.
Igualmente la pasión de Cristo, invita a recordar el más grande sacrificio, de Dios por la salvación de la humanidad, que aún en la cruz pidió por la salvación de quienes no entendían a quién crucificaban, que sirva este recordatorio para que con toda humildad abramos los brazos para exclamar que Jesucristo es nuestro salvador.
Miles de fieles católicos, con ramos y cirios, hombres, mujeres, niños, familias completas, acudieron a la Catedral Basílica Menor y los distintos templos de la ciudad, para vivir esta Semana Santa.