María de los Remedios García es su nombre y aquí nos comparte parte de su vivencia de más de dos décadas, boleando zapatos en el centro histórico de la ciudad de Durango.
- Te recomendamos: Los boleros, un oficio que se niega a morir
Con melodías de los Tigres del Norte de fondo y mientras que aseaba el calzado del reportero, Mellos, como es su sobrenombre, narra que durante varios años y apenas una niña, solamente acompañaba a su abuelo, Silvestre García Torres, quien la llevaba a la plaza principal de la capital duranguense simplemente como compañía.
Entonces comenzó a conocer el ambiente y el oficio que, con el paso de los años aprendió aun sin necesidad de hacerlo. Sin embargo, llegó el momento en que sí tuvo que contribuir para la manutención de la familia y su determinación fue imitar a Don Chivete, de quien recuerda desde luego su honestidad, pero además, que no solamente ejercía el noble oficio de bolero, sino que era barman en el Belmont y siempre que le era posible cumplía también el servicio de mesero en eventos sociales.
Respecto a la economía, la entrevistada explica que como en casi toda actividad, hay temporadas buenas y malas, como el caso de la presente en que las lluvias han sido constantes, sucede que muy pocos quieren bolearse. No obstante, tras la tempestad viene la calma y los ingresos mejoran, como sucede durante los últimos meses del año, sobre todo diciembre, cuando los aguinaldos fluyen y entre otras cosas, las personas quieren traer su calzado reluciente para enfrentar adecuadamente las fiestas decembrinas.
Al tema de la las lluvias, en el mes de agosto, el grueso de las familias avoca sus baterías financieras a la adquisición de útiles y uniformes, de tal manera que el tema de traer los zapatos limpios pasa a segundo o tercer término.
Admite que en un inicio sí batalló, empero, en poco tiempo se adaptó y el ser mujer no fue obstáculo para introducirse en un campo tradicionalmente ocupado por los varones.
Tras 22 años de desempeñar el quehacer de asear calzado, afirma que el ingreso le ha dado para contribuir con el gasto familiar, pero además, aportar para realizar mejoras en la vivienda; “como le digo, hay tiempos buenos y hay tiempos malos, y cuando hay un poco más de trabajo, pues a ahorrar todo lo que se pueda”.
Proyecta que mientras que Dios lo permita, continuará boleando en este sitio, la plaza de Armas, recordando siempre a quien le heredó el oficio.